Carla Quevedo: su carrera en Hollywood, su relación con Winona Ryder y los amores que quedaron en Los Ángeles

Carla Quevedo, feliz con el estreno de Frágiles
Carla Quevedo, feliz con el estreno de Frágiles - Créditos: @Gerardo Viercovich

A propósito de Frágiles, la serie de 8 capítulos ya disponible en Flow, su protagonista Carla Quevedo conversó con LA NACION sobre la ficción, pero también sobre sus inicios en Hollywood, los diez años que vivió en los Estados Unidos y por qué decidió volver a nuestro país en 2020. También cuenta que trabajó con Winona Ryder, a quien admiraba desde su adolescencia, y detalla cómo se animó a publicar un libro de poemas primero y una novela después. Además, curiosa y emprendedora, cuenta de su empretiene una pizzería en sociedad con amigos.

Para Carla no fue fácil volver a trabajar en la Argentina. A los pocos días de su llegada se declaró la pandemia de Covid-19 y el aislamiento. Tuvo que encerrarse en su departamento con su perrito y aguardar por tiempos mejores. Pero cuando tuvo la posibilidad, se entusiasmó con Iosi, el espía arrepentido -que pronto estrena su segunda temporada por Amazon Prime Video- y con Frágiles. “Me entusiasmó muchísimo esta serie. Estoy en un momento en el que realmente busco hacer cosas que me interesan. Obviamente, a veces no se puede, pero tengo mis otras cosas que hago y eso me da un poquito de aire. Cuando Diego Palacio (director) y Nacho Viale (productor) me hablaron de Frágiles, me interesó. Sé que lo tenían desde hace rato y había algo del tema de las sectas que no terminaba de encajar, hasta que en los últimos años salieron a la luz un montón de casos que, algunos, sucedían a la luz del día, frente a los ojos de todo el mundo. Sin embargo no se sabía mucho. Y había algo del personaje que me convocaba. Olivia es una fiscal que vive en España y es la primera vez que le dan un caso entero a ella, que va a hacer un recorrido personal, además”, explica Quevedo sobre esta serie de suspenso que gira en torno a asesinatos en una secta enquistada en un pequeño pueblo del interior.

-¿Investigaste sobre sectas?

-Más que nada, lo interesante era poder comprender y ponerme en el lugar de esa persona que termina cayendo en una secta. Era importante para poder construir un personaje verosímil. Quise saber cómo es ese trabajo tan fino que hacen desde adentro para cooptar a la gente que muchas veces se queda por voluntad propia, porque la cárcel mental suele ser mucho más fuerte que la privación de la libertad en un espacio. Me hubiese encantado hablar con alguien que hubiera estado en esa situación, pero no se dio. Leí mucho, vi videos, series, documentales y una que recomiendo es Wild Wild country (Netflix), que es sobre el famoso Osho que se instaló en los Estados Unidos y armó una enorme comunidad. Siempre empieza todo con una propuesta muy atractiva, que es la vida en comunidad, la sustentabilidad, vínculos que no responden necesariamente al sistema, y me reía porque pensaba que todo lo que se proponía en Frágiles me atraía (risas). Hay algo de la premisa que es atractiva hasta que ves cosas oscuras y todo se complica.

-Viviste diez años en los Estados Unidos, ¿fue una forma de buscar una alternativa?

-Muchas veces en nuestra juventud pecamos de necesitar irnos muy lejos para encontrarnos a nosotros mismos. Está buenísimo hacerlo, si tenés la posibilidad. Yo me fui con un objetivo profesional. Me fui a estudiar a Nueva York y terminé viviendo en Los Ángeles porque se dio la casualidad que estando ahí el primer año, El secreto de sus ojos ganó el Oscar y yo hice mi debut en esa película. Empezaron a surgir oportunidades de trabajo y me quedé diez años. Pero nunca decidí irme a vivir allá, simplemente se dieron las circunstancias. Me buscó un agente, hice la visa de trabajo y arranqué. De golpe me vi viviendo en los Estados Unidos, a los 20 años.

Desde este jueves a Carla Quevedo se la puede ver en Frágiles, disponible en Flow
Desde este jueves a Carla Quevedo se la puede ver en Frágiles, disponible en Flow - Créditos: @Gerardo Viercovich

-¿Cómo fue esa experiencia? Muchos actores sueñan con llegar a Hollywood y vos llegaste casi sin querer.

-Fue así, tal cual. Diría que primero tuve una carrera en Hollywood y después en Argentina, en realidad (risas). Fue increíble y estoy muy agradecida porque cumplí sueños a nivel personal, además de profesional. Me di el lujo de trabajar con Winona Ryder, que era mi ídola en la adolescencia. Me fui a vivir allá teniendo Reality bites (Generación X) como una de mis películas favoritas y de golpe estaba haciendo Show me a Hero, una serie de HBO con ella, con Oscar Isaac, Catherine Keener. Fue una experiencia hermosa. Y después, en cuanto a lo que es estrictamente el trabajo, no hay mucha diferencia con Argentina, donde también trabajé con grandes actores. Tenemos un nivel de talento increíble, tanto en actuación como en dirección, guiones, rubros técnicos. La gran diferencia entre la industria de Hollywood y la nuestra es el capital, y allá es más grande porque hay más dinero que compra capacidad de producción y tiempo. Allá una serie de seis capítulos se filma en seis meses, entonces podés dedicarle mucho tiempo al trabajo y hacés dos escenas por día. De esa manera todos somos Al Pacino (risas). Acá tenemos que valorar todavía más la calidad del producto que hacemos porque filmamos diez o doce escenas por día y en las novelas se grababan treinta escenas diarias. Siempre digo que admiro mucho a los actores de telenovelas porque sacar treinta escenas por día es un súper poder (risas).

-¿Tuvo buena onda con vos Winona?

-Si. Y más allá de la experiencia increíble, te das cuenta que del otro lado hay una persona, que no es solamente una estrella. Fue muy lindo. Quizá hubiera sido distinto si yo hubiese empezado mi carrera acá y me iba con el sueño de conquistar Hollywood. Lo viví con un nivel de inocencia absoluta, y para mí Winona era mi compañera de elenco e íbamos al catering juntas a buscar muffins.

-¿Hablás bien inglés?

-Hablaba bien, pero la verdad es que los primeros tres años de estar allá, además de hacer castings, trabajaba todos los días en un restaurante como mesera, y algo de esa experiencia inmersiva en la cotidianidad del lenguaje me hizo aprender más que cinco años de colegio.

-Escribiste una novela que se llama Cómo me enamoré de Nicolas Cage, ¿acaso sucedió en la vida real?

-En realidad, el título de la novela es un poco un chiste (risas). Nicolas Cage me parece admirable porque es un tipo de actor que puede hacer cualquier personaje y es excelente siempre. En la novela uso su nombre, pero en realidad, el personaje es un músico y es una manera que tiene la narradora y protagonista de proteger la identidad de ese músico famoso, y por eso ella lo llama así. No trabajé con Cage, lo vi solamente una vez en un restaurante de sushi, de lejos (risas). Trabajé con un groso que admiro mucho y es Oscar Isaac y estaba con él en el momento en que le mandaron un mensaje diciéndole que había quedado para Star Wars. ¡Era un flash!

Carla Queveso y Oscar Isaac
Carla Queveso y Oscar Isaac

-Publicaste dos libros, ¿la escritora nació también en Hollywood?

-Escribo desde que aprendí a escribir, porque es algo con lo que siempre conecté. Nunca pensé que iba a transformarse en un oficio, porque era algo muy personal. Yo escribía poemas en mi diario íntimo. Y escribía ficción también, sin saberlo. A mis 7 años escribí páginas enteras sobre mi novio Andrés, que era rubio y de ojos celestes y que nos veíamos en la colonia. ¡Y nunca existió! (risas). Se ve que hay algo de ese germen de poder vivir otra posibilidad desde la ficción que siempre me interpeló. La publicación del libro de poemas (Me peleé a los gritos con el manager del spa) se dio de casualidad, cuando una amiga que tenía una editorial me sugirió publicar mis poemas que, de vez en cuando, yo subía a mis redes sociales. Ella me alentó a hacerlo, en 2018.

-¿Cuándo y por qué volviste a vivir en Buenos Aires?

-Volví el 29 de febrero de 2020, antes de la pandemia. Viví diez años allá y alguna vez pensé que nunca iba a volver porque estaba viviendo mi vida adulta, trabajaba de lo que me gustaba. Los primeros años trabajé como mesera y después me mantuve con mi oficio de actriz, aunque a veces estaba al límite. He llegado a tener menos de 134 dólares en el banco y al día siguiente tenía que pagar el alquiler. Siempre tuve mucha suerte porque algo aparecía. Y volví porque hay algo de la patria y de la familia que nunca encontré en otro lugar. Ya más grande empecé a anhelar a mi familia y nuestra idiosincrasia argentina. Tuve amigos allá, pero es otra manera de vincularse.

-Diez años son muchos, ¿cómo aguantaste?

-Esa es la palabra clave: aguantar. Llegó un momento en que me di cuenta que no estaba viviendo mi vida sino sobreviviendo. Estoy muy agradecida, pero todo tenía un costo afectivo y emocional muy grande porque estaba muy sola. Decidí volver y fue un proceso largo, no de un día para el otro.

"Cuando era chica mi mamá me reprochaba un poco porque tenía muchos intereses y no sostenía nada. Y eso que era una crítica se convirtió en un rasgo de mi personalidad", sostiene Carla Quevedo
"Cuando era chica mi mamá me reprochaba un poco porque tenía muchos intereses y no sostenía nada. Y eso que era una crítica se convirtió en un rasgo de mi personalidad", sostiene Carla Quevedo

-¿Cómo fue ese regreso?

-Fueron años difíciles porque aterricé y declararon la pandemia. Empecé a grabar Separadas, en eltrece, pero se canceló después. Entraba como la exnovia de Celeste Cid, era una bomba de personaje, pero no pudo ser por la pandemia. Tampoco pude ver a mis amigos y a mi familia, estaba encerrada en mi departamento con mi perro, tal cual sucedía en Los Ángeles (risas). Fue difícil, pero cuando se activó tuve propuestas interesantes. Hice Iosi, el espía arrepentido y ahora se estrena la segunda temporada y acabo de hacer una serie que se va a estrenar en breve, que por el momento se llama Los mufas. Y ahora estoy escribiendo mi próxima novela.

-¿De qué se trata?

-Es un policial sobre una chica que tiene un stoker.

-Dijiste al principio de la nota que tenías otras actividades, ¿cuáles son?

-Cuando era chica mi mamá me reprochaba un poco porque tenía muchos intereses y no sostenía nada. Y eso que era una crítica se convirtió en un rasgo de mi personalidad. Tengo muchas curiosidades e hice muchas cosas. Durante algunos años tuve una marca de trajes de baño, ya no; cuando vivía en Nueva York cocinaba empanadas y milanesas para vender y ahora tengo una pizzería en Villa Crespo con otros tres socios que se llama Cancha Pizza. Me encanta la gastronomía y es algo que quería explorar.

-Entre todos esos intereses, ¿cómo decidiste ser actriz y escritora?

-Fue de casualidad. Y no quiero sonar mal, pero no diría que la actuación es de mis mayores intereses, porque en la escritura es donde me siento conectada con algo propio. Nunca pensé que iba a ser actriz y no fue un deseo aunque de chica siempre fui muy performática y dramática y me la pasaba bailando, actuando frente al espejo y filmándome, pero no lo consideré una posible profesión. Cuando estaba en el colegio, acompañé a un casting a una amiga que sí era actriz; hice el casting y quedé en una publicidad. Fue algo estratégico porque siempre tuve el negocio en la cabeza e hice dos más dos: yo era extra y me pagaban 100 pesos por doce horas de trabajo y veía que los dos actores principales estaban la misma cantidad de horas que yo y ganaban cincuenta veces más (risas). Pedí el número de un representante, Arturo Villanueva, le quemé la cabeza y me mandó a un casting solamente para sacarme de encima. Me llamaron para un bolo en Patito feo y mi segundo casting fue para El secreto de sus ojos. Y de golpe era actriz y estaba trabajando con Ricardo Darín y Guillermo Francella. Era una irreverente (risas) y a la vez era consciente de que había algo de construcción de ficción que se me daba. Me dije que si iba a hacerlo en serio, quería ser buena. Me formé después, con Claudio Quinteros acá y en Nueva York en la escuela de Stella Adler.

Carla Quevedo y sus socios en Cancha Pizza
Carla Quevedo y sus socios en Cancha Pizza - Créditos: @Rodrigo Ruiz Ciancia

-¿Te arrepentiste de volver?

-No, para nada. Somos Argentina, un país del tercer mundo y tenemos una economía inestable, pero sigo apostando a mi país. Apuesto a un proyecto político y me encanta vivir acá. La gente es lo más valioso que tenemos. Soy optimista y me importa el bienestar de mi país y de la gente.

-¿Estás en pareja o dejaste algún amor allá?

-Estoy sola. Y dejé más de un amor (risas). M enamoré, tuve mis historias, pero volví también porque siempre sentí que algo me faltaba y que tenía que ver con principios y con la familia. Fue una decisión que tomé muy a conciencia. Fue y sigue siendo una elección vivir en Argentina y no me iría a otro lado.