Carlos Saura, fotógrafo antes que cineasta

Madrid, 10 feb (EFE).- El director Carlos Saura, fallecido este viernes a los 91 años, es uno de los grandes nombres del cine español, pero antes de dedicarse a ello descubrió la fotografía, su valor como testimonio y como archivo de la memoria. Y con su cámara al cuello se dedicaba a hacer "'jogging' visual".

Era su forma de "estar visualmente activo", como señaló en una entrevista con EFE en el Festival de Venecia. Era 2015 y hacía muchos años que el cine se había impuesto a la fotografía, pero nunca abandonó su cámara.

"Mi vocación fotográfica fue temprana por imperativo amoroso", afirmaba el artista en el prólogo del libro "Carlos Saura. España Años 50" (editado por Steidl, Círculo del arte y La Fábrica).

Fue publicado con motivo de la exposición de su trabajo en PhotoEspaña, y pudo verse en el mejor sitio posible para su estilo neorrealista, una antigua cárcel de Segovia (centro español) convertida en centro de creación.

UNA VOCACIÓN TEMPRANA

Sus fotografías eran expresionistas y cotidianas, recogían la vida de los lugares en los que vivía o por los que pasaba. Se fijaba en detalles, en rostros, en las sombras, en paisajes... un poco como si construyera uno de sus fantásticos documentales, pero sin sonido.

Hizo aquella primera fotografía a los nueve años de la primera chica que le gustó -"una foto algo movida que le envié con una carta de amor que nunca fue respondida"- con una cámara de su padre, porque en su familia se fomentaban las artes, como recordaba hace apenas unos días en una entrevista con EFE, realizada ya con un cuestionario escrito dado su frágil estado de salud.

"Poco a poco me fui desarrollando como fotógrafo, fui al festival de Granada (sur) como fotógrafo oficial y ahí empecé a moverme en el mundillo, pero nunca me hubiera imaginado dirigir más de 50 películas, ópera, teatro, haber hecho exposiciones de fotos, publicado novelas", relataba el cineasta.

Con una vastísima cultura y una educación exquisita, Saura reflejó en su cine, en sus fotos, en sus libros o en el teatro todas esas inquietudes que empezó a cultivar desde muy pequeño.

Y aunque se consideraba un fotógrafo ocasional, el legado fotográfico que deja está muy por encima del de muchos que se han dedicado en exclusiva a este arte.

Realizó su primera exposición individual con tan solo 19 años, en la Sociedad Fotográfica de Madrid e, incluso, llegó a recibir una invitación para colaborar con la revista Paris Match.

Hasta pensó en dedicarse a la fotografía y abandonar los estudios de ingeniería cuando lo nombraron fotógrafo oficial de los festivales de música y danza de Granada y Santander (norte). En aquella época ya planeaba hacer un libro sobre los pueblos y las personas de España de aquellos años cincuenta.

UNA PASIÓN HASTA EL FINAL

Pero en 1957 le ofrecieron hacer un documental sobre Cuenca (centro) y decidió centrarse en el cine. Aunque aseguró siempre que no dejó ni un día de hacer fotografías, muchas de ellas de los rodajes de algunas de sus películas, como "Salomé" (2002) o "Flamenco" (1995).

Un amor por la imagen que le llevó a rodearse de los mejores directores de fotografía en sus películas. Conocida era su relación con el italiano Vittorio Storaro, con el que hizo la citada "Flamenco", "Tango" (1998) o "Goya en Burdeos" (1999).

No solo hizo fotos de cine o de los pueblos de España, con sus cámaras -tenía una enorme colección- se fijaba en todo lo que había a su alrededor.

"Conservé lo que me pareció interesante conservar y ahora, ante el ingente material acumulado, observo con temor que puedo acabar sepultado bajo negativos, positivos, ampliaciones y dibujos que guardo en los discos duros", reconocía en el epílogo de "España Años 50". Y se autodefinía como "un fotógrafo aficionado con afán de perfección".

Alicia García de Francisco

(c) Agencia EFE