Casa de muñecas: versión sobria de un clásico sin profundidad ni pasión

Casa de muñecas sube a escena en el teatro autosustentable Border
Casa de muñecas sube a escena en el teatro autosustentable Border

★★ Autor: Henrik Ibsen. Intérpretes: Gabriela Puig, Santi Vicchi, Agustina Saénz, Alejandro Holm, Luciana Lamota, Richard Courbrant. Vestuario y escenografía: Paula Picciani. Iluminación: Max Pastorelli. Asistencia de dirección: Paula Berré. Dirección: Lizardo Laphitz. Sala: Teatro Border, Godoy Cruz 1838. Funciones: jueves, a las 20. Duración: 120 minutos.

Uno de los textos más emblemáticos de la producción del noruego Henrik Ibsen, Casa de muñecas, no solo se convirtió en una de las obras más poderosas del teatro contemporáneo sino que, además, recrear a sus personajes implica enfrentar un riesgo muy significativo. Ellos poseen una gran profundidad y sobre todo su protagonista, Nora, le impone a la actriz que la interprete un desafío extra, porque su conducta expone unos ribetes difíciles de sostener a causa de las decisiones que toma.

Sobre el escenario del Teatro Border la obra se desarrolla con extrema sobriedad. Las situaciones avanzan con buen ritmo y la historia va exponiéndose con mucha claridad. Pero en el espectáculo están ausentes esa profundidad y la pasión . Todos los personajes resultan seres desangelados que juegan a recrear este Ibsen pero sin tener la verdadera seguridad de que esas criaturas poseen unas conductas complejas que irán alterándose con el correr de la acción.

El director Lizardo Laphitz trabaja con un elenco que aún no está preparado para asumir unos papeles tan difíciles. Esto queda demostrado al observar detenidamente sus registros corporales y vocales. Si bien Gabriela Puig (Nora) al comienzo expone una interesante versatilidad no puede luego realizar las transiciones necesarias que reclama el personaje y que conducen al estallido final.

El equipo de intérpretes trabaja de manera muy individual. Sin cruzar su energía con la de los otros actores. Hay una emoción que no aparece y que la platea necesita para poder reconocer la conmoción que promueve la historia en sus momentos finales.