El Cascanueces: un cuento bailado que cumple a la perfección con el objetivo de acercar a nuevos públicos
Idea, guión y adaptación: Juan Lavanga / Música: Piotr Illich Tchaikovsky / Coreografía: Emanuel Abruzzo / Arreglos musicales: Juan Andrenacci y Adolfo Schmidt / Dirección: Federico Fernández / Escenografía: Alejandro Szklar / Vestuario: Jorge Hirschfeld / Máscaras: Ulises Freire / Mapping: Diego Muzzo y Agustina Piñero / Iluminación y sonido: Sebastián Viola y Miguel Coronel / Intérpretes: Victoria Barnfather, Nicolás Baroni, Olivia Rozitchner/Noelia Díaz, Beatriz Scheller Boos/Romina Panelo/Romina García, David Gómez/Emanuel Gómez/Antonio Leborans/Aarón Guzmán, Abraham Frías/Nicolás Scianca y elenco del Buenos Aires Ballet Juvenil / Duración: 75 minutos (más un intervalo de 15 minutos) / Sala: Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131/ Funciones: domingos 25 de junio y 2, 9, 16, 23 y 30 de julio, viernes 21 y 28 de julio, sábados 22 y 29 de julio, a las 11.
Nuestra opinión: Muy bueno
Una pequeña multitud se agolpa frente al escenario para pedir autógrafos. No son fans de una estrella pop ni seguidores de algún influencer. Son los chicos que acaban de presenciar una función de ballet, que seguramente no conocen los nombres de los bailarines, pero que se dejan llevar por el encanto de los personajes que cobran vuelo a través de la danza. La versión de El Cascanueces diseñada por Juan Lavanga para el ciclo Vamos a la Música de la Fundación Konex se presenta en su segunda temporada como una propuesta atractiva para chicos, tengan o no afinidad con la danza y la música clásica. El formato de cuento bailado, vistoso, variado, por momentos sorprendente, cumple a la perfección con el objetivo de acercar a nuevos públicos.
La escena navideña de la que surgirá la secuencia onírica de El Cascanueces es presentada por una abuela narradora, que ingresa al escenario desde la platea, estableciendo un puente entre el público infantil y los cuadros del célebre ballet de Tchaikovsky/Petipa. Subida a un trineo conectará más adelante la abuela las escenas de los sueños de Clarita, desde el reino de las nieves, pasando por el país de las golosinas, hasta el mundo de los personajes surgidos de las más diversas regiones, cada uno con su propia tradición danzante.
El recurso del mapping como fondo escenográfico despeja el escenario para un despliegue sin obstáculos de los bailarines, dando la impresión de disponer un espacio mayor dentro de las dimensiones medianas de la sala mayor del complejo Ciudad Cultural Konex. Da a la vez la posibilidad de recrear con versatilidad los paisajes del recorrido de los sueños de Clarita y de aligerar la presencia escénica de personajes secundarios, llevando por ejemplo al plano virtual a los ratones en lucha con los soldados comandados por el Cascanueces. Se permite de este modo un mayor destaque a los bailarines solistas, sin perder el contexto narrativo.
Se logra así un balance adecuado entre las proyecciones del mapping y la danza, subrayando el carácter protagónico de la coreografía, salvo algún momento en la primera estación del itinerario, en el que la profusión de imágenes invernales compite con la danza. Momentos de máscaras llamativas y un vestuario cuidado contribuyen a reforzar la singular simbiosis de sensaciones estéticas propia del ballet, aun cuando la calidad de sonido con que se reproduce la grabación de la partitura no resulte óptima en la difícil acústica de la sala del Konex.
Apenas iniciado el segundo acto cobra todo su relieve el brillo del ballet clásico con el célebre pas de deux del Hada Confite y su Caballero, a cargo de diversas parejas de bailarines a lo largo del ciclo: Beatriz Scheller Boos y David Gómez en la función aquí reseñada y también las de los próximos tres domingos, Romina Panelo y Emanuel Gómez, del Teatro Argentino de La Plata, así como Romina Gómez y Antonio Leborans o Aarón Guzmán, del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, en las funciones de vacaciones de invierno.
En la última etapa de la ronda de sueños saltan a escena, paridos de la gigantesca presencia de la Madre Gigogne, pasos españoles al ritmo de las castañuelas, aires de sutileza china y de energía rusa, así como la danza que sigue el son de los mirlitones, antiguas flautas francesas, aportando un popurrí de tonos de raíz folclórica al ballet de puntas y tutús. Esa heterodoxia encuentra una nueva, sorpresiva y alegre expresión coreográfica en la despedida de la “abuela Clara“ (Victoria Barnfather), que se apropia del relato de aquella noche de Navidad en clave autobiográfica.
Las temporadas de música y ballet adaptadas a público infantil suelen tener una repercusión importante en Ciudad Cultural Konex, favorecidas por el amigable horario de la mañana dominguera; por eso es recomendable reservar entradas con cierta anticipación para poder acompañar a Clarita por el mundo soñado de la danza.