De Cat Stevens a Cyndi Lauper, ¿qué música escuchamos cuando vemos This is Us?

Uno de los mejores dramas contemporáneos, This is Us, parte de cinco personajes cuyas vidas entrelazadas son reveladas con la técnica narrativa de la novela moderna y donde la música funciona como una ilustración a la vez que acompaña el carácter de los personajes. La banda de sonido de las seis temporadas (se puede ver en Star+ y Amazon Prime Video) tiene un perfil intimista que va desde el folk de mitad de los sesenta hasta el indie del siglo XXI. Por otra parte, hay música en el casting y en la trama con la actriz-cantante Mandy Moore haciendo uno de los papeles protagónicos y Chrissy Metz poniéndole el cuerpo a una cantante de ficción. Aquí, diez canciones que dan el tono de la serie.

“Blues Run the Game” (Jackson C. Frank, 1965). En la desdichada historia de Jackson Carey Frank esta escrito el posible guion de una docuserie. Producido por Paul Simon, este cantautor folk cuya voz grave remite a la de Johnny Cash editó su primer, único y último álbum en 1965 y se volvió un cantautor de cantautores como Bert Jensch, Nick Drake y Sandy Denny. Al poco tiempo de que fuera editado su debut fue diagnosticado con esquizofrenia y su salud mental entró en una espiral descendente de la que no pudo escapar hasta morir como un homeless en 1999. “Blues Run the Game” fue rescatada pronto por Simon & Garfunkel y tuvo su revancha en la era del streaming. No solo es la música que acuna al bebé Randall en This is Us sino que se escuchó en la serie Brittannia y en The Vietnam War, de Ken Burns. El álbum original de 1965 fue reeditado en 1978 como Jackson Again y luego como CD en 1996.

“Can’t Find My Way Home” (Blind Faith, 1969). Cierta calidez de una serie que resignifica eso de “humano” para una ficción obsesionada con lo distópico y el narcodrama está en la madera del soundtrack. Y no es metáfora. Mucho folk pasado por el hard rock y la psicodelia le dan calidad de abrigo a las escenas desde la instrumentación acústica. Así en la primera temporada se escucha esta balada del supergrupo Blind Faith (Eric Clapton, Stevie Winwood, Ginger Baker y Ric Grech de Family) extraída de su único y memorable álbum cuya portada acaso sería hoy inviable. Clapton desenchufado y un Winwood trémulo se escuchan en lo más alto de su arte mientras que Baker se revela como un percusionista de múltiples recursos.

“Who Knows Where The Time Goes?” (Fairport Convention, 1969). En la misma sintonía la serie trae la voz de Sandy Denny, a quien muchos descubrieron por su participación en el cuarto LP de Led Zeppelin. Acaso la mejor banda de folk rock británica de todos los tiempos, la respuesta a la pregunta que Denny entona como una sirena del Atlántico Norte esté en la correspondencia del sonido con imágenes del siglo XXI. El tiempo permanece allí donde Fairport Convention (guiado por la guitarra emblemática de Richard Thompson) suene con esta bellísima canción editada en el álbum Unhalfbricking.

“Father And Son” (Cat Stevens, 1970). Un clásico de principios de los 70 que nunca dejó de sonar en la radio y fogones (bilingües) al punto de convertirse en un longseller que posicionó a Stevens (Yusuf, luego de su conversión al Islam) como una de las voces que connotan esos primeros años con Vietnam todavía en la mochila. El registro de la voz de Stevens pasa de bajo a barítono según la letra, como en un guion, tengan protagonismo el padre o el hijo. Editada como simple con “Moonshadow” en el lado B, formó parte de Tea for the Tillerman, el cuarto y más popular de los discos de Stevens (cuyo nombre tampoco era ese sino Steven Demetre Georgieu). Una versión de Boyzone en 1995 la trajo de regreso a los charts para una nueva generación con lo que la idea original de Stevens (que le inició un juicio a Flaming Lips por plagio en “The Fight Test”, de 2002) devino la versión contemporánea de explicar la relación entre un padre y su hijo en una canción. Acaso el futuro la requiera anónima, una especie de salmo de la modernidad. “Nunca entendí a mi padre pero siempre dejó que hiciera lo que quisiera. Me dejó ir. ‘Father and Son’ es para aquellas personas incapaces de soltar”, le dijo a la revista Disc en 1973 cuando el hit devino himno.

“Watch me” (Labbi Siffre, 1972): Ni siquiera el cover de Madness de “It Must be Love” (¡nadie la consumió como una versión!) consiguió volver la atención sobre este poeta y cantautor británico de origen antillano como el hip hop con sus samples (Jay Z, Eminem, Kanye West) y las series en la era streaming que han incluido algunas de las canciones grabadas en los discos que editó entre 1970 y 1975. La que se escucha en This is Us forma parte de Crying, Laughing, Loving, Lying, su tercer álbum, el mismo que incluye el hit (inolvidable) de Madness. “Watch me” empieza con una guitarra acústica pasada por un phaser (un pedal de efectos de la época) lo que le da un aire etéreo recuperado luego por el post punk (The Cure) y el dream pop. Su entonación antillana es inequívoca lo que provoca la ilusión de estar escuchando a Nick Drake haciendo calipso. Se lo escucha también en el soundtrack del éxito francés Lupin y este año, a partir de este comeback inesperado, la BBC estrenó un documental sobre él.

“Long Cool Woman (In a Black Dress)” (The Hollies, 1972). De los mismos directores de “Rompan Todo” (Los Shakers) no es de Los Beatles o “Sister Golden Hair” (America) no es de George Harrison, llega este rockazo que no es de Creedence sino de lo más “quemapista” que hayan grabado The Hollies, el grupo de Manchester donde hizo escuela Graham Nash, luego estrella del folk-rock. Editada como simple en 1972, se aleja de forma ostensible del estilo vocal del grupo inspirado por The Everly Brothers y The Beach Boys para imitar de forma deliberada el swamp rock de CCR y la entonación álgida de Fogerty. Una apropiación brit que pasó por el original una y otra vez y aún así es disfrutable de principio a fin. Acaso se deba patentar un subgénero para estas canciones que habitan un limbo indeterminado entre el cover y el plagio. Más que una influencia, se trata de un como si. Bueno, Oasis hizo una discografía sobre esta idea y no estuvo para nada mal. Qué bueno que This Is Us la traiga a nuestro tiempo.

“Romeo and Juliet” (Dire Straits, 1980). Si de influencias se trata hay que notar el uso explícito que Mark Knopfler hizo de la entonación y las pausas de Bob Dylan para cifrar el estilo new wave retro de Dire Straits, los auténticos sultanes del ritmo (huele a cumbia santafecina). De hecho, canciones como “Sultans of Swing” o “Romeo and Juliet” hacen que el Dylan de los 80 se parezca a Dire Straits invirtiendo la fuente. El tópico shakesperano aplicado a la cultura pop es otra referencia directa al trovador de Duluth. “Romeo and Juliet” es una de las mejores canciones de Making Movies, el tercer álbum del grupo que resultó, a su vez, una inspiración para nuestros Redondos. Apenas sugerida por la intro de guitarra y piano, se deja escuchar en el comienzo de uno de los capítulos de la primera temporada como una metáfora sónica de la relación de pareja a través del tiempo.

“Time after Time” (Cyndi Lauper, 1983). De las discotecas en los 80 a un geriátrico en una ficción del siglo XXI, tal el recorrido de la balada con que esta sucedánea de Madonna conquistó los corazones y los charts en 1983. En la serie la escuchamos cantada por Kate (Chrissy Metz) con una pista de karaoke ante una audiencia que ya se suponía madura para cuando la chica de pelo color arco iris plantó bandera con el álbum She’s so Unusual. Kate la convierte en un número de talent show y la acerca al registro intimista del soundtrack de la serie como si fuera cantada por Cat Power, experta en versiones, por cierto.

“Death with Dignity” (Sufjan Stevens, 2011). La primera canción que se escucha en la serie da la pista del tono del soundtrack a través de las seis temporadas. Folkie, ambiente de instrumentos acústicos aplicados a las historias cotidianas que dan el punto de la trama. Si bien aplica insumos místicos en sus composiciones, no hay parentesco entre Sufjan y Cat Stevens. Se trata de un cantautor que viene de la electrónica y ha editado ocho discos desde 1999.

“Even I Can See” (Jeff Tweedy, 2020). La voz de Wilco replica el comienzo con “Blues Run the Game” como si se tratara de una tradición. Solo con guitarras dobladas y superpuestas se lo oye en una de las canciones de su único álbum solista como si se hubiera grabado en una cabaña en medio de los bosques de Canadá. El reposo de un expedicionario del country rock 2.0 que se hace escuchar apenas, musitando las palabras con el feeling de la serie.