Cate Blanchett: por qué se diferencia de sus colegas, la importancia de recibir un Donostia “entre Bardem y Almodóvar” y su crítica a las plataformas
SAN SEBASTIÁN.- Cate Blanchett llegó a San Sebastián en aparente estado de gracia. Acaba de volver a trabajar con Jim Jarmusch y sus últimos estrenos, Rumours y la serie Desprecio, le permitieron colaborar con creadores a los que llevaba un tiempo persiguiendo: Guy Maddin y Alfonso Cuarón, respectivamente. El premio Donostia por su trayectoria se lo entregó el sábado pasado precisamente el realizador mexicano, por petición expresa de la actriz, que ante la prensa supo, un clásico de las estrellas, manejarse con astucia y contestar en sus términos.
En su conversación con los periodistas llevada a cabo antes del acto de entrega del galardón en el que se proyectó un video con George Clooney admirando “cómo el arte de Blanchett aumenta el legado de la interpretación”, unas palabras que provocaron las lágrimas de la actriz (Clooney, con humor, justificó su ausencia porque estaba en Venecia “bebiendo y sin pantalones”). La actriz había repasado su carrera y los desafíos de hacer cine en la actualidad. Y sobre el estado del mundo en general. Consultada por el vestido que usó durante una de las galas en el pasado festival de Cannes cuya falda, según le diera la luz, parecía evocar a la bandera de Palestina, la intérprete australiana prefirió no aclarar el punto. “Hay muchos conflictos y abusos de derechos humanos. Algunos los conocemos y no podemos aportar soluciones, aunque manifestar y escuchar todos los puntos de vista es parte de la democracia. Y son conflictos demasiado complejos que no podrán resolverse ni en la alfombra roja ni aquí, en una rueda de prensa”, aportó.
Sobre su vínculo con Pedro Almodóvar fue mucho más explícita. Después de todo, ella iba a ser la protagonista y productora asociada del frustrado primer largometraje en inglés del director manchego, Manual para mujeres de la limpieza, sobre la novela de la escritora estadounidense Lucia Berlin, cuyos derechos de adaptación aún posee la actriz. “Sigo hablando con Pedro y me encantó que ganara en Venecia. Me emocionó su presencia y la de Penélope Cruz cuando recogí el Goya internacional en 2022. Llevamos 25 años charlando sobre cómo colaborar, pero un artista sabe adónde tiene que ir y adónde no en su proceso creativo, y Pedro hace lo que quiere y lo que debe hacer”, comentó antes de subrayar que esas decisiones como resultado dan obras maestras.
En el encuentro con la prensa, Blanchett también mencionó su preocupación por el cambio climático y su ansia por dejar una menor huella de carbono, o al menos de compensarla, en sus trabajos. “Si en los rodajes hay encargados sobre el covid, ¿por qué no vemos equivalentes? En nuestra compañía de teatro ya hemos invertido en ello, casi no nos produjo costos y en cambio mucho público se acerca a nuestras representaciones porque quieren asistir a una obra casi sin huella de carbono”, contó después de explicar que hace lo mismo con su producción de documentales. “Hay que naturalizar el proceso. Lo mismo pasa con la inclusividad, apostemos por ella. Y por cierto, la inclusividad conlleva diversidad. En cambio cuanto más homogénea sea una película o su equipo creativo o incluso el consejo de administración de cualquier empresa, más banal será el resultado”.
Acorde con la ocasión del homenaje recibido por toda su trayectoria, la intérprete, que es la segunda de su país en recibir ese reconocimiento en el festival después de Hugh Jackman, rememoró sus comienzos en la actuación. Tras estudiar arte dramático, la llamaron de una productora para que asistiera a actores o actrices en sus audiciones: “Terminé ahí porque no sabían qué hacer conmigo. Ni yo misma lo sabía, y tenía una apariencia extraña. Con aquella experiencia descubrí que muchas decisiones de casting ya estaban tomadas antes de la prueba. La gran lección es que el rechazo no es personal. Y también aprendí que hay que luchar por los personajes que te interesan y que no hay que hacer todos los trabajos”, recordó Blanchett que explicó que gracias sobre todo al teatro consiguió la confianza para dar el saltó al cine. “Me convertí en actriz, entré en este mundo extraño y misterioso por ambiciones muy distintas a las de la mayoría de mis compañeras. La ambición posee tentáculos, quiere atrapar muchas cosas. Yo busco otras culturas, y recibir un Donostia en un festival entre Javier Bardem y Pedro Almodóvar es increíble. Empecé en el teatro, que sigue siendo mi gran amor, porque te acerca al público. El cine te aleja de él, pero al menos sientes cierto retorno emocional. Peor es, desde luego, con las plataformas de streaming: no te dicen cuánta gente te ve y a mí no me interesa por objetivos monetarios, sino por saber quién nos ve”.
Esa inquietud por conocer a su público y atravesar fronteras también llevó a Blanchett a reflexionar sobre el alcance global de su carrera y su habilidad de ir más allá de las expectativas que existían para un artista de su país. “Cuando empecé, bueno, y ahora también pasa, nadie buscaba acentos australianos en las coproducciones internacionales. Hoy, en los programas de TV y en las series, se escucha el mismo acento neutro. En cambio, yo creo que cuanto más específico sea el hecho cultural, más éxito logrará globalmente. Corremos el peligro de querer hacer solo películas para gustar a todo el mundo, films que no llegan a nada. Como australiana invierto en la industria cinematográfica de mi país, que es mucho más potente de lo que parece”, contó la actriz que en Rumours, la película del canadiense Guy Maddin, encarna a la primera ministra de Alemania en una cumbre del G-7.
Festejada y solicitada por los grandes cineastas de todo el mundo, Blanchett explicó el proceso que utiliza para eligir sus proyectos: “El papel que una suele aceptar muchas veces es el antídoto del anterior. Y además, pienso en Terrence Malick... Con él, tu interpretación puede terminar en el suelo de la sala de edición, y eso no quiere decir que la experiencia no haya sido importante. A veces también te ofrecen algo que te sorprende, como por ejemplo Tár, de Todd Field, que al principio me pareció una montaña que no sabía cómo escalar. En el teatro siempre convertí el temor en emoción. Así que en cine hice lo mismo”.
Como lo demostraron algunos de sus papeles más destacados de los últimos años. Sobre Lydia Tár, la directora de orquesta que le propuso Field dijo que le sirvió para darse cuenta de que “algunos somos descartables, de que las estructuras apoyan a gente más despreciable. Tuvimos la suerte de que, en su estreno, Tár habló del tema candente del momento: cómo eran la brutalidad dentro del proceso creativo y los abusos sistémicos dentro del poder”. Y, según ella, esa misma coincidencia emocional se dio con la extraordinaria Carol. “Todd Haynes tardó diez años en hacerla desde que me la propuso. Yo, mientras, seguí con otros films y mi teatro. Le costó mucho levantar la financiación, nadie quería distribuirla. Hoy, sin embargo, Carol es muy significativa. Se estrenó en un momento de vacío acerca de la narración de relaciones LGTBIQA+ y aún mantiene su importancia”. Ante la pregunta sobre su más reciente película Father, Mother, Sister, Brother, en la que se reunió con el director Jim Jarmusch, con quien ya había rodado Coffee and Cigarettes veinte años atrás, la actriz dejó también un análisis sobre el estado del cine actual. “Por la crianza de mis hijos no pude aceptar propuestas suyas y perdimos el contacto. Esta filmación fue estupenda pero también me confirmó que en el cine independiente las cosas cambiaron y ahora cuesta mucho más financiar películas este tipo de películas y aún más garantizar que vayan a encontrar un público”.