#CDMA: “Cerrar el círculo”, ¿para qué?

La otra noche mi amiga Olivia me dijo que por alguna razón los clichés no se escuchaban mal cuando yo los decía, o sea, no sonaban como tales. Le respondí que la diferencia es que yo los digo plenamente convencido de que no son estereotipos o lugares comunes, sino acervos de verdades acumuladas por milenios en frases y enseñanzas, que se transmiten de boca en boca a través de cada generación.

Estábamos discutiendo de la vida y el trabajo en un bar del barrio de Coyoacán, en la Ciudad de México, en una mesa al aire libre. De pronto, mientras los establecimientos vecinos empezaban el tedioso ritual de limpiar y de cerrar sus locales al cumplirse cierta hora, en el nuestro, la mesera nos preguntó si queríamos entrar. Aceptamos y nos sentamos en la barra. Las cortinas de metal nos aislaron del exterior y empezó una fiesta de la cual parecía que nunca podríamos escapar.

El barman nos ofreció otro trago y un par de extranjeras junto a nosotros se fusionaron en un arranque de pasión. Lo que parecía ser un miércoles cualquiera se convirtió en una celebración de esas que solo se ven año tras año durante la temporada de Spring Break, en la que los estudiantes norteamericanos invaden con sus bacanales las playas mexicanas.

—¿No odias a esas parejas que acaban de romper y que se quedan atrapadas en un deseo de querer “cerrar el círculo”? —me dijo Olivia, retomando la charla.
—Ése es uno de los pocos clichés con los que definitivamente no estoy de acuerdo —le respondí.
—¡Cuál círculo! —exclamó ella.

Se refería a una costumbre por la que pasa un gran número de personas cuando sienten que su vida no podrá seguir adelante, a menos que vuelvan a enfrentar a sus ex parejas y se digan mutuamente algo, que liberará los grilletes del pasado. Suelen citarse en un lugar público, una cafetería o un restaurante callado, porque si quisieran regresar, lo harían en un sitio más íntimo como en casa de alguno de los dos o un hotel de paso. Una vez que se acompañan de sus respectivas bebidas, brota un sermón de argumentos sobre por qué cortaron, se reafirman las posturas, se reiteran los incidentes, las conductas y cada uno de los motivos por los cuales decidieron separarse. En muchos casos se pide perdón o se repiten las disculpas que ya se habían ofrecido en otra ocasión.

Tras la conversación, la pareja se levanta de su lugar y se abrazan como si fueran esos primos que se ven todos los domingos en una reunión familiar. Caminan incómodos hasta sus medios de transporte y alguno de los dos se cuestiona, “¿Qué fue eso?”, en cambio el otro se siente satisfecho al confirmar su hipótesis de que requería de esta conclusión. Y es que esta absurda práctica no es otra cosa más que una farsa unilateral y egoísta.

Estoy seguro de que uno de los dos ya estaba listo, si no curado, de su reciente fracaso amoroso, es más, es factible que ya estuviera saliendo con alguien. Entre tanto su ex, llevaba días, semanas y hasta meses dándole vueltas a la idea de invocarlo, cabildeando la iniciativa con sus amigos y recibiendo siempre la misma respuesta: “Si te va a hacer sentir bien, adelante”.

Y creo que ésa es la clave de todo este asunto, quienes quieren “cerrar el círculo” no son más que un grupo de sadomasoquistas a los que les gusta cortar dos veces, como si una primera no fuera lo suficientemente dolorosa, incómoda y molesta.

No existe tal proceso de clausura, porque al acabarse la relación desaparece con ella todos los activos conjuntos, incluyendo los ciclos, las rutinas y los planes en común. No hay ningún círculo porque ya no hay vínculo. Lo que permanecen son los recuerdos, las heridas y sus consecutivas cicatrices, mismas a las que hay que hacer frente solos. El duelo de terminar es individual y es el punto de regresar a la soltería.

Esa noche a Olivia y a mí nos dieron las tres de la mañana y hubo un momento en el que con solo una mirada ambos supimos que la fiesta, al menos la nuestra, había terminado. Pagamos la cuenta, nos despedimos de las nuevas amistades que hicimos y que no volveremos a ver y salimos al desolado callejón. Es igual con los compromisos sentimentales, cuando llegan a su fin, llegan a su fin.

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