#CDMA: El que busca encuentra

#CuestiónDeAmor | Anjo responde las preguntas de los lectores


Al igual que un buen amigo, a quien le has contado cada detalle de tu vida, que conoce la profundidad de tus secretos, que presenció tus peores ratos, que domina tus debilidades y, de un momento a otro, se quebranta la lealtad que los une, la curiosidad es de los sentimientos más traidores. Esta emoción es capaz de aplastar compromisos, de llevar a una persona a estirar sus propios límites a territorios que nunca imaginó, o peor aún, a ignorar preceptos como la confianza y el honor, que probablemente había heredado milenariamente.

Hace algunas noches Andrea trataba de conciliar el sueño mientras su novio estaba profundamente dormido. De pronto miró el teléfono móvil de él descansando sobre el buró y, sabiendo que con tan solo colocar su dedo pulgar sobre el aparato podría desbloquearlo y revelar todo su contenido, decidió seguir su impulso y hacerlo.

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“El tiempo es gracioso. Unas cuantas semanas pueden parecer o sentirse años. Así sucedió con mi relación. Mi novio y yo llevamos tres meses, pero parece y se siente más tiempo de lo que realmente es”, me escribió Andrea, quien dice seguir este blog desde hace tiempo. Ella, como cualquier otra chica de 19 años, está en un proceso de experimentación, de definir límites y aprender sus consecuencias, por lo que hasta aquella madrugada no se había cuestionado la solidez sobre la que estaba cimentado su noviazgo. “Desde un principio acordamos que en todo momento hablaríamos y trataríamos todo con honestidad, y creo que tanto él como yo, nos lo hemos demostrado”.

Como la caja de Pandora, al encenderse la pantalla develó una serie de “fotografías eróticas de mujeres”, dejando a Andrea desconcertada y envuelta en un huracán de pensamientos de todo tipo y recordó que unos días atrás “estábamos comiendo y me quería mandar unas fotos de su celular, pero no me dejó tomarlo, dando de razón que tenía una sorpresa y que me las mandaría luego”.

Andrea es consciente de que hizo algo mal, no importa si se dejó llevar por un impulso o la ansiedad del insomnio, si fue aburrimiento u otra cosa, ella sabe que, “por mi parte violé su confianza”. Sin embargo, su descubrimiento también puso en entredicho su propia relación y los compromisos que estableció con su pareja desde un inicio, por lo que pregunta, “¿es justificable este acto a pesar de que siempre me ha mostrado con acciones y palabras que me quiere y me respeta?”.

En este caso existió una traición mucho más poderosa que la curiosidad que llevó a Andrea a violentar la intimidad de su novio o, incluso, las imágenes que él guardaba en su teléfono.

Contestando a su pregunta, no hay forma de saber en este instante cuándo fueron tomadas las fotografías o quién se las mandó, qué tipo de contacto tiene o tuvo con quién o quiénes las modelaron. Puede indagar y dedicar meses enteros para descubrirlo, pero, ¿para qué? Lo que a mí me parece relevante es que aun con promesas, acciones y palabras, como lo describe en su correo electrónico, en el fondo nunca confió en su pareja y todavía así se convenció de lo contrario.

Sí, Andrea fue víctima de un engaño, pero uno a sí misma, lo que realmente se debe preguntar es si éste fue detonado por una mera curiosidad o por la intuición que había ignorado hasta ese día.

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