Los cementerios en Ecuador son una gran mesa para compartir manjares con los muertos
Quito, 2 nov (EFE).- Los cementerios en Ecuador, sobre todo en los sectores rurales, se han convertido este jueves en una gran mesa en la que los deudos comparten los manjares de la temporada con sus muertos, en una celebración que muestra el marcado sincretismo del Día de Difuntos.
En San Juan Bautista de Punín, un pintoresco pueblito enclavado en el corazón de los Andes ecuatorianos de la provincia de Chimborazo -homónima del pico más alto del mundo medido desde el centro de la tierra-, los indígenas acuden con los mejores manjares para conversar con las almas de los suyos que se han ido.
Este tipo de celebración indígena es muy parecida al concepto de la conmemoración católica del Día de los Difuntos, aseguró a Efe el párroco de Punín, Marco Gonzagón, al comparar la cosmovisión andina y el rito cristiano.
Se trata de la trilogía católica del "cielo, la tierra y el infierno" también expuesta en el orbe mitológico indígena de Ecuador, en el que también se manifiestan estos tres conceptos, explicó el párroco.
El "Hawa pacha" de la voz quichua significa "el mundo de arriba" o el cielo de los católicos, mientras que el "Kai pacha" es el mundo de en medio, el terrenal, que subyace al "Uku pacha", el mundo de abajo, el lugar de los muertos.
Por eso, en la temporada de Difuntos, los indígenas entienden que los vivos -las personas terrenales- deben visitar el mundo de los muertos y, por ello, llevan los manjares que deleitaban en vida a las almas de ese lugar, anotó el párroco.
Exquisitos platos como asados de cuy (conejillo de indias) o pollo, mote (un tipo de maíz cocido), papas (patatas), habas, ocas y mashua (tubérculo andino) se sirven alrededor de las tumbas de los parientes difuntos, como queriendo recordar aquellos momentos de alegría que en vida compartían las familias unidas.
También se suele colocar en "la mesa" la colada morada y las guaguas (niñas, en quichua) de pan, los dos manjares propios del Día de los Difuntos en Ecuador que, por el poder de la modernidad se han convertido en los "platos de moda" de la temporada.
La colada morada es una bebida caliente y espesa hecha con base en la harina de un tipo de maíz tostado, que se prepara con mortiño, un fruto agridulce de los páramos andinos parecido a los arándanos.
Las guaguas de pan son panecillos de sal o dulce de forma humana, decorados con glaseado de colores vivos y rellenos de mermeladas de frutas como la mora, el chocolate o la guayaba.
Esta es la "magia cultural" de los Andes, que se entrelaza con la fe cristiana en un sincretismo que descubre la espiritualidad andina, comentó el párroco de Punín al recordar que hace algunos años, antes que la modernidad sobrepasara a las creencias, la elaboración de la colada morada y las guaguas de pan era una labor de familia, de unión y expresaba la voluntad de compartir con los vivos y con los muertos.
En un cementerio cerca de Quito, María Tituaña acudió a la tumba de uno de sus difuntos con una gran manta en la que coloca los alimentos preparados para que "las almitas coman", en una costumbre que ha perdurado desde que ella tiene memoria.
Emperatriz Toscano visitó a su esposo que murió hace un año y cerca de la tumba colocó la colada morada y las guaguas de pan, que tanto le gustaba a él en vida, así como la "comida diaria" que se preparaba en el hogar.
Para Melliza Collahuazo, la fecha es especial para los ecuatorianos porque supone un acercamiento con la memoria de los difuntos.
Por eso la gente aprovecha el Día de Difuntos para limpiar las tumbas de sus seres queridos a los que lleva los manjares para compartir un momento espiritual, agregó.
La celebración funeraria, no obstante, es también aprovechada por muchos para desconectarse de la vida cotidiana, para descansar y gozar de un puente festivo que se extenderá hasta el próximo domingo.
A al celebración del Día de Difunto se une la conmemoración de la Independencia colonial de la ciudad andina de Cuenca, la tercer en importancia en el país, que festeja este 3 de noviembre los 203 años de aquella gesta libertaria.
Son las playas y otros sitios de atracción turística los imanes para el grueso de ciudadanos que disfrutan de este puente festivo, el más largo en el año.
Fernando Arroyo León
(c) Agencia EFE