Charlotte Rampling: a los 77 años, la musa de mirada fría y actitud volcánica sigue dominando el cine europeo
VALLADOLID.- Es la nueva imagen de Massimo Dutti, una musa de mirada fría y actitud volcánica por igual del cine europeo, y que transita esa elegancia con una permanencia que no convertiría al mundo de la moda en noticia de no ser por los 77 años cumplidos que aquilata la gran Charlotte Rampling para esa campaña y cuya vigencia quedó demostrada en la reciente Seminci, la Semana Internacional de Cine de Valladolid, que coronó su enorme trayectoria con una Espiga de Honor que recibió en la noche de clausura del popular festival que hace sesenta y ocho años se realiza en la ciudad castellana que se encuentra a poca distancia de Madrid.
“Debería hablar en español esta noche pero les voy a contar por qué no”, comenzó agradeciendo al público reunido en el Teatro Calderon la gran intérprete: “Me mandó mi padre a España para aprender español, la primera vez que vine tenía 16 años y hablaba francés, entonces vine a la Universidad de Madrid para estudiar español. Pero muy rápidamente me enamoré de un joven español, dejé mis estudios y estuve con él un tiempo. Era de una familia distinguida de la aristocracia española y queríamos casarnos pero nunca me invitó a su casa, no se por qué”, dijo con una sonrisa que, a su vez, generó risas en la platea. “Al final fue honesto conmigo y me contó que a las chicas inglesas se las consideraba peligrosas: habían comenzado los Beatles, el amor libre y no se nos veía con buenos ojos. Así que me escapé de España, con el corazón roto, y me fui a Inglaterra a disfrutar del amor libre”, añadió Rampling entre los aplausos entusiastas del auditorio: las heridas estaban curadas y estaba feliz de estar en España otra vez.
Todo comenzaría en 1974, cuando Liliana Cavani la convocó para Portero de noche y la convirtió en un indeleble mito erótico que no omitió además una gran polémica. Antes, su primer rol de relevancia había sido de la mano de Luchino Visconti en La caída de los dioses, pero ya desde su debut en Anochecer de un día agitado con los Beatles hasta Juniper, la película donde protagoniza a una enferma terminal ante sus últimos días y que se preestrenó en la Seminci, Rampling es además el perfil desgarbado con una enorme carrera artística, que sabe combinar personajes frágiles con una incandescente belleza y una mirada que se mantiene inalterable hasta hoy.
“Todos los roles, en efecto, evolucionan a medida que uno se hace mayor. Entiendes que tendrás diferentes desafíos porque si vives el hecho de que estás actuando y actúas para vivir, emprendes tu viaje todo el tiempo”, remarcaba sobre su nuevo trabajo, pero también sobre las características que envuelven el desarrollo artístico a través del tiempo y que para la actriz supone incluso una nueva experiencia.
El suyo es un rostro que encandiló no solo al cine europeo sino también a Woody Allen, Sidney Lumet, Denis Villeneuve, Tony Scott o Mark Romanek: “Fui a los Estados Unidos pero realmente no lo disfruté mucho, no era mi mundo, así que regresé y creo que soy un buen ejemplo de actriz europea”, confirma la actriz que estuvo durante una década unida sentimentalmente al músico francés Jean-Michel Jarre y que con Bajo la arena, de Francois Ozon, comenzó un rotundo resurgir de su carrera que fue confirmado por el éxito de 45 años, de Andrew Haigh, por la que recibió el Oso de Plata de la Berlinale como mejor actriz, la Espiga de Valladolid, el premio a la Mejor Actriz Europea, un sinfín de reconocimientos de la crítica y una nominación al Oscar.
Mucho, para quien nunca pensó en dedicarse a la actuación: “No elegí ser actriz. Era muy joven y lo primero fue para una pequeña participación para una película asociada a los años 60. Vivía en Londres en ese momento y sucedió que ‘tenía algo’ y trabajé, y en cierto modo hice una o dos películas más y luego obtuve un papel principal y… trabajé. Así que todo comenzó a puro instinto, luego me he entrenado para ver lo que era ser un actor capacitado pero solo para obtener ciertas técnicas. Para mí actuar se trata de vivir un papel, quiero decir, estoy viviendo un papel: ‘puedo ser esto’. Soy muy inventiva, muy imaginativa, así que con mi imaginación puedo hacer cualquier cosa que sí quiero hacer”, añade. La relación de Rampling con el mundo del arte y su trayectoria no se basan en algún rol en particular: “Todo papel que interpreté se basó en eso, es solo instinto. Digo ‘sí quiero bailar con esta persona’, quiero ser parte de esta película, quiero estar en este mundo, mi imaginación va hacia allí y el talento, tal vez, saldrá instintivamente en alguna parte, trabajaré y funcionará”, dice la actriz.
Rampling omite hacer un arqueo de su pasado, pero no puede dejar de hablar en particular de Luchino Visconti: “Estuve en Italia para hacer otra película antes de Visconti, con Gianfranco Mingozzi y no sé cómo sucedió, pero recibí este guion y dije que me iba a Italia. En el momento en que comencé con Sequestro di persona, un muy hermoso film con Franco Nero y Visconti, consiguió mi contacto para una entrevista. Yo no sabía quién era Visconti porque en Inglaterra en ese momento no veíamos películas extranjeras, solo películas norteamericanas. Nosotros casi no teníamos acceso a otras culturas. Me invitó a participar en La caída de los dioses y me enseñó un mundo nuevo completamente diferente, un mundo absolutamente mágico y me dije: ‘si una película puede ser así, bueno, este es el tipo de películas en las que quiero participar, estas son ideas, quiero seguir apasionadamente la belleza y el sentido inteligente al mismo tiempo””, dirá en la parte más emotiva de su encuentro con la prensa.
Allí también quedará un breve momento para que recuerde su trabajo con un ya maduro Robert Mitchum en Adiós muñeca, experiencia que “Fue hermosa de hacer”, confirmará Rampling, “Casi como las grandes películas de los años 50 y 60, que eran realmente fabulosas, con atmósferas en blanco y negro del cine de gánsteres y toda esa galería de personajes arquetípicos. Esta fue esta película recreada en ese estilo del cine negro con el gran héroe creado por Raymond Chandler, Philip Marlowe, interpretado por Mitchum. Fue un sueño y una de las películas de Hollywood que me hizo soñar”, afirmará antes de decir adiós la actriz nacida en Essex, Inglaterra, hija de un militar que ganó la medalla de oro en los relevos 4x400 en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 –y vivió hasta los cien años–, por el cual tuvo varios destinos –Gibraltar, España, Francia– antes de que el propio la convirtiera en casi una marca registrada del cine europeo desde sus penetrantes ojos claros.