La chica más afortunada del mundo: Mila Kunis, desaprovechada en un film que emula sin éxito a Perdida
La chica más afortunada del mundo (Luckiest Girl Alive, 2022). Dirigida por: Mike Barker. Guion: Jessica Knoll, basado en su novela homónima. Edición: Nancy Richardson. Fotografía: Colin Watkinson. Música: Linda Perry. Elenco: Mila Kunis, Finn Wittrock, Scoot McNairy, Connie Britton, Jennifer Beals. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Cuando Gillian Flynn adaptó su propia novela, Perdida (2012), contó que debió despojarse de los vicios de la prosa. “Ponía un post-it en mi computadora que decía: ‘Estás escribiendo un guion, estás escribiendo una película y no una novela”. Una de las razones por las que el largometraje de David Fincher funcionó fue, precisamente, porque Flynn tuvo la inteligencia suficiente como para discernir entre los pasajes de la novela que no iban a resultar cohesivos en su extrapolación de los que sí tenían la fuerza suficiente como para que Fincher les diera el vuelo cinematográfico correspondiente.
De esta forma, surgió el inolvidable montaje de “la chica cool” en el que se revela uno de los twists de la historia con el personaje de “Amazing Amy” sacándose la máscara y relatando, a través de una escalofriante voz en off, no solo cuál fue su objetivo primigenio en relación con su matrimonio sino cuál era su opinión respecto de las “cool girls”, esas figuras femeninas que complacen las necesidades del hombre y no buscan incomodarlo. Se trataba de una crítica despiadada de su autora a los roles que fue tomando la mujer en un mundo moldeado por los hombres con Amy (Rosamund Pike) como símbolo de la observadora nata que lleva su venganza (tras años de ira contenida y de ser ella misma la chica cool) a un perturbador extremo.
La chica más afortunada del mundo, la flamante producción de Netflix protagonizada por Mila Kunis, no logra despegarse de las comparaciones con la obra de Flynn -y su correspondiente adaptación-, solo que la autora de la novela en la que se basa, Jessica Knoll, cometió precisamente ese error que Flynn consiguió eludir. La escritora, encargada de extrapolar su obra debut, el best seller Luckiest Girl Alive (2015), deja entrever, desde el inicio, cierta autoindulgencia. La película comienza con la voz en off de su figura central, la joven Ani Fanelli (Kunis, en un rol que roza en tono al de El cisne negro pero que nunca termina de explotar como aquel), una treintañera que está eligiendo con su prometido Luke (Finn Wittrock, una idea más que un personaje) los ítems para la lista de regalos de su inminente boda. Cuando Ani prueba los cuchillos, nos encontramos con el primer flashback que planta el misterio y con la descarnada voz en off de la protagonista, quien aclara que no es lo que parece a simple vista, que no nos dejemos engañar por lo que muestra. La primera crítica que esboza el film sobre cómo una mujer debe navegar en una sociedad patriarcal en la era pre #MeToo resulta interesante antes de que todo se descarrile.
Ani, una escritora que aspira a esbozar artículos de opinión, se dedica a columnas de tinte sexual dirigidas a una audiencia masculina y está por casarse con un hombre acaudalado y así se propone escalar socialmente. Es decir, todo lo opuesto a lo que verdaderamente es. “Soy como una cajita musical, dame cuerda y te diré exactamente lo que querés escuchar”, repite en más de una ocasión por si no lo entendimos la primera vez. En efecto, Ani se aferra a ese concepto de vida y no al verdadero disfrute de la misma para poder dejar atrás un trauma severo de su adolescencia. En los flashbacks, el thriller de Mike Barker encuentra su punto fuerte, con una desgarradora interpretación de la joven Chiara Aurelia como la Ani adolescente, quien padece dos episodios que alterarán el ritmo de su vida al punto de tal de mostrarse disociada.
Para no revelar los giros argumentales concebidos por Knoll solo diremos que están vinculados a dos temáticas que, al ser tratadas banalmente, terminan atentando contra su propio fin: el debate posterior. La chica más afortunada del mundo fluctúa entre tonos de manera desprolija (y hasta casi irresponsable) y quizá se hubiese beneficiado más de la comedia negra, género en el que bucea en las primeras secuencias y que después desecha para rizar el rizo de las vueltas de tuerca en un narrativa que se va empantanando. Más allá de que el realizador logra hacer un crudo retrato de una Nueva York prístina, perfecta, para luego adentrarse en lo sórdido en sus saltos temporales para reforzar la ambivalencia de Ani y su entorno, el guion de Knoll contrarresta constantemente esos ocasionales triunfos. Se nota que la autora no se autocensuró en la adaptación de sus palabras, palabras a las que considera misiles y que, cuanto mucho, tan solo se aproximan a una buena (aunque poco original) idea.