La cinta animada que representó a España en el Oscar es una encantadora historia de amistad

Durante la reciente entrevista por Zoom que nos ofreció desde las oficinas de la compañía distribuidora Neon ubicadas en la ciudad de Nueva York, Pablo Berger no podía lucir más entusiasmado.

Y es que, ese mismo día, el director español que se dio a conocer mundialmente con “Blancanieves” (2012), una impresionante versión gótica del cuento popularizado por los hermanos Grimm, estrenaba por allá su más reciente película, “Robot Dreams”, que se desarrolla justamente en la urbe estadounidense y que llegará este fin de semana a las salas de Los Ángeles, meses después de haber participado en la contienda del Oscar como nominada en la categoría de Mejor Película Animada y luego de haber obtenido dos contundentes victorias en los Premios Goya.

“Es una película que me está dando muchas alegrías, no solo por todos los premios que ha logrado, sino sobre todo por la recepción que ha tenido por parte del público”, fue lo primero que nos dijo Berger. “Ahora está en México y en Colombia, donde está teniendo un éxito enorme”.

En apariencia, “Robot Dreams” no tiene nada que ver con “Blancanieves”. Se trata de una cinta animada y para toda la familia que, en lo que respecta a su estreno original, llegó a las salas seis años después de “Abracabra” (2017), un relato punzante sobre un esposo desastroso que era poseído por un espíritu maligno y que, por su parte, tampoco tenía aparentemente nada que ver con el resto de la filmografía del mismo realizador.

Unidad y diversidad  

A estas alturas, cualquiera que haya seguido la carrera de Berger habrá notado ya que este es un tipo al que le gusta cambiar constantemente de género. Más allá de lo señalado, su primer largometraje, “Torremolinos ‘73” (2002), era una comedia erótica de época, hecha definitivamente para adultos.

“Me gusta que hables de mis otras películas, porque son películas personales, escritas por mí”, reconoció el aludido. “Pero yo sí creo que todas mis películas están conectadas y que todas son como lasañas, porque tienen diferentes capas. Siempre tienen emoción, siempre tienen drama y siempre tienen algo de humor. Me gusta para ellas el término americano de ‘dramedy’”.

En ese sentido, siente que “Robot Dreams” -que se encuentra libre de diálogos- va por el mismo lado, y que al igual que sus obras anteriores, lo que busca es entretener a la audiencia. “Para mí, el maestro es [Charles] Chaplin; él es el que inventó la ‘dramedia’”, decretó. “No pienso que las películas tienen que ser todo risa ni todo llanto. Creo que la tragicomedia es el género que mejor refleja la vida”.

Fuera de las semejanzas o diferencias que pudieran tener sus trabajos anteriores, existía entre ellos una línea en común que los vinculaba a temáticas más oscuras y a cierta mirada cínica, sobre todo en el plano de los personajes.

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“Robot Dream” es, en cambio, una película muy pura y muy positiva que habla de la amistad entre un perro y una máquina andante dentro de un universo ficticio de animales antropomorfos. Se basa en una popular novela gráfica estadounidense, creada por Sara Varon y publicada originalmente en el 2007.

“Yo quiero pensar que todavía hay una parte inocente en mí”, retomó Berger. “Es verdad que ‘Robot Dreams’ es una película para todos los públicos y que es muy abierta, aunque también es una película para cinéfilos, porque se estrenó en la Selección Oficial del Festival de Cannes”.

“Si pensamos en el cine clásico, nos daremos cuenta de que, antes, las películas eran para todos los públicos”, prosiguió. “Cuando John Ford, Howard Hawks o John Huston hacían cine, era para un público que podía ser cinéfilo o al que le gustaba lo comercial. Y a mí no me gusta el cine que excluye, sino el que lleva a la sala a gente muy diferente entre sí”.

Otra fuente

“Robot Dreams” es la primera cinta de Berger que no surgió directamente de su imaginación, aunque él mismo se encargó de escribir el guión. “Es curioso que, de todas mis películas, esta es la más personal, a pesar de que la idea original no es mía”, aseguró. “Y Sarah Varon tiene mucho que ver con eso, porque cuando me cité con ella en un café de Nueva York para proponerle la idea, me dijo que le había encantado ‘Blancanieves’ y me dio carta blanca para esta adaptación”.

“De alguna manera, lo que yo mantuve es la melodía, porque me gusta pensar que, como guionista y director, soy una especie de músico de jazz al que le gusta improvisar”, nos dijo el cineasta. “Yo he sido ese perro solitario que vivía en un apartamento en Nueva York. Yo he encontrado el amor y el desamor en Nueva York, como ocurre con él. Lo que ve desde su ventana es lo que veía yo desde la mía; y eso no estaba en el comic, que se desarrolla de hecho en una ciudad americana indeterminada”.

Para entender la conexión que Berger tiene con la Gran Manzana, hay que precisar que él mismo llegó a esa ciudad acompañado de una beca que le permitió estudiar un máster en cine en la New York University y que, después de eso, se convirtió en profesor de dirección y guión en la New York Film Academy (NYFA), lo que lo llevó a quedarse por allá a lo largo de una década.

Los sonidos

También es interesante lo que el cineasta ha hecho con la historia en el ámbito musical, donde destaca la presencia de “September”, el tema más emblemático del grupo Earth, Wind & Fire. Y hay incluso una escena totalmente musical dentro de la misma película, que parece proceder directamente de la mente de nuestro entrevistado.

“La novela gráfica no tiene textos ni referencias a ninguna canción”, explicó nuestro entrevistado. “Esos son también agregados míos, porque las películas de animación, incluso cuando no cuentan con diálogos, tienen un diseño de sonido muy complejo. Y este es el más complejo que he hecho”.

“Cuando empecé a escribir el guión, necesitaba una canción que fuese muy funky, muy disco, que se pudiese bailar con patines”, afirmó. “Y como la historia se desarrollaba desde septiembre de un año hasta septiembre del año siguiente, pensé que esa era la canción perfecta”.

Berger tiene una relación decididamente profunda con el mundo de la música. Pese a que es de origen vasco (nació en Bilbao), su “Blancanieves” poseía un intenso espíritu andaluz que, además de las locaciones y de las costumbres que mostraba, se plasmaba en su imponente banda sonora.

“Si volviera a nacer, me dedicaría a la música, o sería tanto músico como director”, nos dijo el realizador. “Yo creo que algunas de mis películas se pueden definir como musicales. ‘Blancanieves’ tiene música de principio a fin. ‘Robot Dreams’ es un musical. Y en el resto de mis películas, la música está muy presente. Lo que pasa es que mi familia viene del mundo musical”.

En ese momento de la conversación, nos reveló algo que ignorábamos: su relación de sangre con los integrantes originales y fundamentales del legendario grupo de pop Mocedades, que son sus primos. “La mayor parte de mi familia se dedicó a la música y yo me dediqué al cine”, declaró. “Me gusta incluso escribir los guiones como si fueran partituras. Pienso que el ritmo es lo más importante en una película”.

Otro mundo

“Robot Dreams” llama también la atención porque, al ser un trabajo de época (se desarrolla en los '80), evita meterse en discusiones relacionadas a la Inteligencia Artificial, mientras que su puesta en escena se hizo de manera completamente tradicional, sin recurrir a las técnicas por computadora.

“Cuando empezamos esta película, la IA no era un ‘trending topic’; y nuestro robot está hecho con ruedas dentadas, casi como si fuera un mecano”, retomó Berger. “No tiene CPUs, no tiene microchips. El espectador tiene que verlo como una metáfora del amigo ideal. Tiene que olvidarse de que es una máquina para poder identificarse con él”.

La preproducción duró aproximadamente un año, lo que justifica también que el proceso entero se haya tardado tanto. “Fue un trabajo muy intenso, pero a la vez muy satisfactorio, porque al acabarlo, vimos que la película iba a funcionar y que tendría una carga emocional muy fuerte, que era al final lo que queríamos”, explicó el director.

“Después de eso, estuve trabajando durante dos años y medio en mi oficina, al lado de animadores con los que desarrollábamos escenas cortitas de 30 segundos o de un minuto”, agregó. “Hasta que yo no veía que la interpretación en la animación era sincera y que me provocaba emociones honestas, no paraba. Decía: ‘Mira estas pupilas; muévemelas un poquito más, para que mire hacia abajo’. ‘No, no abras tanto el ojo’. Era un proceso muy meticuloso y muy preciso en el que, obviamente, no estaba solo, porque esto se hizo de manera colectiva”.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.