La ciudad ausente homenajea a Gerardo Gandini, el políglota musical
Con el estreno de una nueva producción de la ópera La ciudad ausente, concluye en el Teatro Colón el ciclo de homenajes al compositor Gerardo Gandini a diez años de su muerte. Coincidiendo con el cierre de la temporada lírica, las dos funciones previstas —la del martes y el jueves—, con dirección escénica de Valentina Carrasco y dirección musical de Christian Baldini a cargo de la Orquesta Estable, darán cuenta de una de las creaciones más significativas del compositor, considerado una figura fundamental de la escena argentina, no solo por su gravitación como compositor y maestro de diversas casas de estudios, sino también por su trayectoria como pianista, integrante del último sexteto de Astor Piazzolla, y su labor al frente de los principales organismos locales: la dirección musical del primer coliseo porteño y de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, y su aporte trascendente para la vanguardia artística: la creación del Centro de Experimentación (CETC) del cual fue director-cofundador. “Era como un gigante que echaba sombras a su alrededor”, así lo describe Christian Baldini en este encuentro con LA NACION en el cual el director repasa algunos rasgos sobresalientes de la ópera basada en la novela homónima de Ricardo Piglia y de la personalidad artística y creadora de Gerardo Gandini.
Caleidoscopio de estilos
Si una persona se asomara a escuchar distintos momentos de esta ópera, pasajes orquestales o vocales de algunos personajes ¿cuál sería la impresión? ¿qué proyectaría el sonido y el color de La ciudad ausente? “Lo primero que podría pensar —comenta Baldini—, es que se trata de varios compositores. Pero, si escucha la obra completa, lograría apreciar la coherencia de un hilo conductor hilvanando esas ideas. Por ejemplo: en el personaje de “la mujer pájaro” se maneja un lenguaje pseudo mozartiano que por detrás nos deja escuchar a Gandini.”
La ciudad ausente es en realidad una ciudad desaparecida, es la visión de una Buenos Aires transformada en la que se produce una sucesión de encuentros extraños, donde confluyen historias de amor con ecos de la política y la literatura, y una variedad de personajes delirantes, máquinas y otros artificios llenos de fantasía que son la base para una estética de yuxtaposiciones, algo que con encanto Baldini describe como “un caleidoscopio musical” y que, más allá de la pieza literaria a la que suman elementos propios, Gandini le ha dado una forma nueva. “Gente cercana a él, me cuenta que, si bien la novela es de Piglia, el 90% del trabajo del libreto, es obra de Gandini —revela—, porque hizo cambios e introdujo las microóperas a partir de su interés en escribir a la manera Schönberg-Berg o la de Mozart. Lo que hizo — sintetiza el director— fue acomodar el argumento de la novela para satisfacer sus necesidades musicales.”
¿Qué logros compositivos destaca? “El equilibrio con dos actos de casi la misma duración, las microóperas y los films que forman parte del conjunto escénico. La capacidad de amalgamar y plasmar en la partitura lo que sucede conceptualmente en la obra con personajes que acaban por ser los alter egos de un mismo personaje”. ¿Mediante qué procedimientos? La utilización de los teclados que actúan como maquinitas en función del argumento y una orquestación refinada que suena como un caleidoscopio musical. Son efectos fascinantes logrados con procedimientos sencillos, la simpleza de los armónicos y los pedales, las polirritmias y algunos efectos tímbricos. Tiene texturas complejas y una percusión muy rica con irregularidades rítmicas —explica Baldini—: movimientos que parecen ir en una dirección y de pronto giran en la dirección contraria. Son efectos complejos que logra el compositor por medios simples provocando un extraordinario efecto de giro. La música de Gandini es la virtud de los contrastes: tiene virtuosismo, lirismo y crudeza.”
Lo que queda por hacer
Si bien tuvo un exitoso estreno mundial en 1995 también en el Colón, luego fue repuesta en 1997 y nuevamente producida en el Teatro Argentino de La Plata en 2011, La ciudad ausente no ha despertado, hasta el momento, un interés fuera de la Argentina que garantice su merecida trascendencia internacional. ¿Qué queda por hacer en pos de ese objetivo? “La primera observación que me surge es que hay un elenco de artistas comprometido con enaltecer a uno de nuestros grandes compositores, pero lamentablemente se han programado solo dos funciones. El otro punto es que, hecho este esfuerzo, no se haga un streaming, una producción multicámara de la mejor calidad posible que contribuiría notablemente a la difusión y la posibilidad de interesar a casas europeas y norteamericanas —lamenta el director argentino, radicado en California desde hace 15 años—. Si bien el teatro aduce el pago de un derecho extra, las hijas de Gandini estuvieron de acuerdo en no exigirlo y probablemente también la editorial Melos, interesada en la circulación de la partitura, de modo que tal imposibilidad se habría debido a una falta de comunicación. Por último, un aporte valioso sería el trabajo de edición y corrección. Muchas de las fallas que se encuentran en la edición de la partitura las hemos salvado gracias al trabajo responsable de los maestros internos —Eduviges Picone y Leonardo Marconi—, pero la partitura con la que trabajamos está plagada de discrepancias y errores increíbles, hay faltantes, líneas vocales que no aparecen, saltos de página que no van a ningún lado, acordes asignados a instrumentos que no forman parte de la orquesta y otros múltiples detalles de orquestación que dificultan el trabajo y deben repararse.”
Políglota musical
Son pocos los compositores que en la actualidad se dedican al género lírico. La enorme dificultad de realización es un obstáculo y en este caso, la obra de Gandini que vuelve a sonar a diez años de su muerte, podría alentar a creadores jóvenes. “Pero podríamos preguntarnos ¿a cuántos les han encargado una ópera? —propone Baldini—, porque La ciudad ausente nació gracias a la dirección artística de Sergio Renán y me gustaría que se siga promoviendo la cultura lírica apoyando la creación en ese campo. También habría que plantearse —destaca— la responsabilidad que les toca a quienes ocupan los cargos de dirección artística. En Gandini confluyeron varios factores porque un compositor puede hacer ejercicios musicales, copiar estilos (como en esta la ópera con un pseudo Mozart, Ligeti o Schönberg), pero si eso no se traslada al escenario, la idea no queda manifiesta. Gandini entendía eso profundamente porque era un músico de escenario, junto a Piazzolla, manejaba distintos niveles de la composición, usaba los estilos con virtuosismo, escribía con fluidez para la voz humana y poseía la riqueza del lenguaje musical y la flexibilidad necesaria para no hacer de eso un producto rígido. Gandini fue un músico genial, con una mente amplia y con el conocimiento del arte dramático que se requiere para abordar la ópera. Fue un compositor que pudo habitar muchos estilos y muchos mundos sonoros —concluye—, porque era un gran políglota de la música.”
Para agendar
La ciudad ausente, ópera en dos actos de Gerardo Gandini con libreto de Ricardo Piglia, basado en su novela. Dirección musical: Christian Baldini. Dirección escénica: Valentina Carrasco. Principales intérpretes: Oriana Favaro (Elena), Sebastián Sorarrain (Macedonio), Gustavo Gibert (Ruso), Alejandro Spies (Junior), Andrés Cofré (Fuyita), Mairin Rodríguez (Ana), María Castillo de Lima (Lucía Joyce), Constanza Díaz Falú (Mujer Pájaro), Mariano Fernández Busti (Hombre Viejo). Funciones: hoy y pasado mañana, a las 20, en el Teatro Colón. Entradas: desde 2600 pesos.