El color púrpura: una vibrante versión que combina hábilmente música, compromiso social y lágrimas

Fantasia Barrino y Halle Bailey en El color púrpura, estreno del jueves 8
Fantasia Barrino y Halle Bailey en El color púrpura, estreno del jueves 8

El color púrpura (The Color Purple, Estados Unidos/2023). Dirección: Blitz Bazawule. Guion: Marcus Gardley, Marsha Norman, Alice Walker. Fotografía: Dan Laustsen. Edición: Jon Poll. Elenco: Fantasia Barrino, Danielle Brooks, Taraji P. Henson, Colman Domingo, Corey Hawkins, Phylicia Pearl Mpasi, Halle Bailey, Ciara. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 147 minutos. Nuestra opinión: buena.

Hay algo estimulante en la estrategia que propone la nueva versión de El color púrpura. No es solo una relectura del célebre libro de Alice Walker, ya llevado al cine en los 80 por Steven Spielberg –hoy productor de esta película junto a Oprah Winfrey y Quincy Jones, actriz y músico de aquella primera versión-, sino de la obra de Broadway de 2005 que ha conseguido un revival coronado con dos Tony en 2015. El desafío mayor está justamente en esa combinatoria, un melodrama con aires políticos sobre mujeres afrodescendientes que vivieron las peores penurias imaginadas, y el ritmo celebratorio del musical, que suele maridar en el teatro con ese registro operístico pero a menudo termina fracasando en el cine. Basta comprobar las pobres versiones cinematográficas de la tragedia Los miserables en ese intento de conciliar música y lágrimas.

El director ghanés Blitz Bazawule decide no aminorar el dolor que exudan las páginas escritas por Walker, alimentadas por la memoria del segregacionismo, pero ofrece una mirada lúdica, llena de vida y fortaleza para sus personajes. La historia está ambientada en una región rural de Georgia y está narrada a través del destino de tres mujeres que se encuentran, se separan, se quieren, e intentan hacer de su pasión y resistencia la única forma de salvación posible. La principal es Celie (Phylicia Pearl Mpasi/ Fantasia Barrino), a quien conocemos como adolescente embarazada, cantando sobre una rama de árbol junto a su hermana Nettie (Halle Bailey). Si Nettie es avispada y decidida, Celie es sumisa y obediente, soportando en silencio los abusos de su padre y la renuncia a sus hijos recién nacidos. Casada por obligación con un lugareño viudo y pendenciero, cambia el maltrato paterno por el marital, sirviendo en silencio tal como fue educada. El dolor más grande de Celie no será el físico que le deparan los golpes y el trabajo duro, sino la separación de Nettie, de cuya vida pierde el rastro.

La historia avanza a lo largo de los años en elipsis bien delineadas, incorporando a las otras mujeres del relato. Primero a Sofía (Danielle Brooks), la esposa rebelde del hijastro de Celie, cuya personalidad arrolladora será incómoda para propios y ajenos; y luego a Shug Avery (Taraji P. Henson), cantante de blues e hija díscola del párroco, quien viaja con su voz y sus canciones, conquistando a quién se rinde a sus encantos. La película retrata un mundo de pesares e injusticias, modelado en la voz de sus protagonistas pero recogido por la escritora en plena efervescencia de los movimientos raciales y feministas de fines de los 70 (de hecho la novela se publicó en 1982). “Sos negra, pobre, fea y mujer”, le grita Míster (Colman Domingo) a su esposa Celie como perfecto resumen de su lugar en la sociedad.

Pese al acierto de tono y a la lograda planificación de los números musicales –que en la primera parte despliegan un concepto coreográfico y en la segunda se asimilan a los números de backstage sobre escenario-, la película pierde fuerza dramática en el tercer acto, dispersando la mirada de Celie en virtud de los contrapuntos de otros personajes, a menudo con menos matices. Los números finales resuenan a cantadas conclusiones, perdiendo en el montaje el esplendor visual del cuerpo en danza. La Celie de Fantasia Barrino es quien mejor consigue retener el corazón del conflicto y la potencia de su liberación.