Columna: Por qué la película 'Flamin Hot Cheetos' es tanto complaciente como dañina

Inicialmente no tenía planes de ver “’Flamin' Hot", la película dirigida por Eva Longoria que cuenta la historia de Richard Montañez, un jornalero convertido en ejecutivo de Frito-Lay.

Durante al menos 20 años, este mexicoamericano ha contado a todo el que se le acerque que él inventó la popular variedad de Cheetos del mismo nombre. El autoproclamado "padrino del marketing latino" enseñó a las empresas estadounidenses que podían ganar miles de millones de dólares a costa de su comunidad, y los latinos desembolsaron voluntariamente ese dinero porque por fin se sentían vistos.

Repitió esta historia hasta el punto de que los medios de comunicación -incluido yo mismo- la citaron sin chistar. Cuando mi colega Sam Dean publicó un artículo en 2021 en el que demostraba que Montañez era, en el mejor de los casos, un mentiroso, los amantes de los Hot Cheetos acusaron a Los Angeles Times de intentar acabar con su nombre.

Dos años después, Longoria -que ya estaba planeando "’Flamin' Hot" cuando apareció el artículo de Dean- sigue dolida por todo el asunto. En una entrevista que la superestrella concedió al periódico a principios de esta primavera, desestimó el reportaje de Dean diciendo entre risas: "[Parece] que L.A. Times podría dedicar sus recursos a cosas más importantes".

Así que, ¿por qué querría ver la película de Longoria?

Porque latinos mejores que yo dicen que debería hacerlo.

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La Coalición Nacional de Medios Hispanos, que lleva décadas denunciando con razón los prejuicios contra los latinos en Hollywood y en los medios de comunicación nacionales, envió un comunicado de prensa en el que instaba a la gente a ver "’Flamin' Hot". La Plaza de Cultura y Artes de Los Ángeles, en el centro de la ciudad, acogió a principios de mes una proyección al aire libre a la que asistieron Longoria, Montañez y Dolores Huerta. Amigos míos que creían en las conclusiones de Dean publicaron en las redes sociales que habían visto "’Flamin' Hot" y que les había gustado.

Recibo el llamado generalizado a apoyar la película, que se estrenó el viernes en Hulu y Disney+. No hay suficientes proyectos en Hollywood con latinos en papeles protagonistas delante y detrás de la cámara, así que al menos deberíamos pensar en aparecer en los pocos que surgen. Como escribí en una columna defendiendo los hallazgos de Dean, "[los latinos] se interesan por aquellos que llegan a niveles que nosotros sólo podemos esperar alcanzar. Después de todo, seguimos siendo forasteros en Estados Unidos a pesar de nuestros números, de nuestros siglos de vivir aquí".

Así que este fin de semana pasado me puse a ver "’Flamin' Hot". La película es como su homónima: para picar, aunque ni de lejos tan buena como dicen sus fans y mucho más problemática de lo que jamás admitirán.

Jesse García interpreta a Montañez como un buen tipo, trabajador de limpieza, que no deja que los obstáculos -un padre maltratador, un incidente con el tráfico de drogas, una sociedad racista, jefes escépticos- se interpongan en el camino de sus sueños. Los veteranos Dennis Haysbert y Tony Shalhoub encarnan a la perfección al ingeniero de la planta de Rancho Cucamonga que dio a Montañez las oportunidades que necesitaba y al director general de PepsiCo que supuestamente aprobó sus sueños de “’Flamin' Hot”.

Longoria hace un buen trabajo como directora novel. Sus personajes generan interés, la trama se desarrolla con facilidad a lo largo de 99 minutos y la fotografía es cálida y reconfortante. Sin embargo, echa por la borda todo lo bueno de la película al creerse ciegamente el discurso de Montañez: no sólo como el inventor de los Hot Cheetos, sino como alguien que debería ser aclamado como un héroe latino.

Desde los cantos de mariachi que puntúan la fanfarria de los estudios 20th Century antes de que empiece "’Flamin' Hot" hasta la camioneta antigua que el Montañez de García conduce al final, Longoria derrocha mexicanidad. Guitarras españolas, congas y trompetas de mariachi suenan durante toda la película. Los personajes blancos son en su mayoría bufones sin ningún valor redentor. Canciones chicanas tan queridas como "Cutie Pie", "No Tengo Dinero" y "Mexican Power" son sacadas a relucir como prueba de que Hollywood por fin entiende a los latinos. Líneas como "El mercado hispano no será ignorado" y "Vamos a llevar [Hot Cheetos] a nuestra gente" son lanzadas para garantizar aplausos y gritos de los espectadores.

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La película afirma que a Montañez se le ocurrió la idea de los Hot Cheetos en 1992, a pesar de que el artículo de Dean muestra que fue el año en que el snack hizo su debut a nivel nacional después de exitosas pruebas en Texas y el Medio Oeste.

La historia de Dean no descarta la parte vital de Montañez, que realmente abandonó los estudios en Ontario, ascendió en Frito-Lay y ahora viaja por todo el país para hablar de su improbable ascenso. Él no inventó los Flamin' Hot Cheetos, sino otros en Frito-Lay.

Pero a Longoria no le importan los detalles de la historia, sino el orgullo mexicano. "’Flamin' Hot" es el tipo de relato que los profesores de secundaria proyectaban a sus alumnos mexicoamericanos cuando yo estaba llegando a la mayoría de edad en la década de 1990 para hacernos sentir mejor con nosotros mismos. Sin duda, los profesores de hoy harán lo mismo con sus alumnos. Eso es lo que hace que "’Flamin’ Hot" no sólo sea complaciente, sino dañina.

Eva Longoria Academy awards
Eva Longoria asiste a la 95 edición de los Premios de la Academia en el Dolby Theatre el 12 de marzo de 2023 en Hollywood, California. (Allen J. Schaben/Los Angeles Times)

No dudo de la sinceridad de Longoria a la hora de llevar historias latinas matizadas a la pequeña y gran pantalla. Ha producido documentales sobre la explotación de los trabajadores agrícolas y protagoniza un programa de viajes de la CNN sobre México. En entrevistas ha citado con frecuencia "Occupied America", un texto fundacional de los estudios chicanos escrito por Rudy Acuña, leyenda de Cal State Northridge, que leyó mientras obtenía un máster en esa universidad.

Pero Eva, Montañez y los Hot Cheetos no son los hitos que crees. Revísalo en otro libro de Acuña, "Anything But Mexican: Chicanos in Contemporary Los Angeles".

En un capítulo sobre la comercialización de Olvera Street en la década de 1980, el profesor arremete contra las empresas cerveceras que invirtieron cientos de millones de dólares en publicidad del Cinco de Mayo, así como contra los grupos cívicos y empresariales mexicoamericanos, con el fin de captar el mercado latino. Se trataba de un ejemplo de reconocimiento de los latinos por parte de las empresas estadounidenses, una contrapartida que condujo a la "degeneración del Cinco de Mayo en una fiesta multicultural de la cerveza" y contribuyó a aumentar las tasas de alcoholismo entre los mexicoamericanos, argumentó Acuña.

La "herencia de fantasía" de las empresas que reconocen el orgullo latino, se quejó Acuña, "es a menudo más atractiva que la verdad, y sin duda más rentable".

Ante la disyuntiva de elegir entre la fantasía y la verdad, Longoria se decantó por la fantasía.

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Ni siquiera se plantea si debiéramos celebrar a Montañez y a los Hot Cheetos, un producto sin valor nutritivo adorado por una comunidad asolada por la diabetes y la obesidad que lucha por encontrar opciones de alimentación saludables. El hecho de que los mexicoamericanos reclamen el snack como propio y celebren a un hombre que afirma haber ayudado a introducirlo en su comunidad, es suficiente para ella. Eso recuerda a los músicos mexicanos que cantan sobre la narcocultura y eluden las críticas diciendo que sólo dan al público lo que quiere.

"Nunca nos propusimos contar la historia del Cheeto", dijo Longoria a mi colega Mark Olsen en su irritada entrevista con el Times. "Estamos contando la historia de Richard Montañez y estamos contando su verdad".

Esa "verdad" -apoyar a alguien por lo que representa, en lugar de por lo que realmente hizo- es el mismo tipo de revisionismo histórico que los activistas mexicoamericanos están tratando de desmantelar. ¿Y ahora se supone que debemos celebrarlo?

Pásame los Doritos, y pasa el 'flamin hot’ lio de Longoria.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.