La ‘comfort zone’ es tendencia: por qué en moda sí debes lucir la ropa con la que te sientas cómoda

Tan cómodas como unas zapatillas y tan versátiles como un tank top. Así son las tendencias por las que la mayoría de firmas de lujo llevan años apostando sobre las pasarelas para inspirar nuestros armarios. Cualquiera que ame la moda lo sabe, pero incluso cualquiera que no también, porque si algo queda claro es que, desde que la pandemia de la Covid-19 llegara a nuestras vidas, la comodidad se ha consagrado como el statement preferido a la hora de vestir. Ahora ya podemos decir en voz alta que sentirse bien con la ropa que llevamos tiene más que ver con destilar nuestra esencia que con cumplir con el dictado de las tendencias. Sin embargo, todos los astros se están alineando con nuestros deseos y resulta que, aún a pesar del revival masivo que viven las corrientes ‘Y2K’ en las calles, la mayoría de las prendas que encontramos en tiendas casi llevan la palabra ‘confort’ grabada en su etiqueta. Basta con repasar algunas para darse cuenta: bikinis o tops deportivos a modo de camiseta, pantalones parachute, calzado plano, siluetas XXL o gorras de béisbol que nos salvan de esos días en los que el pelo está sucio o rebelde.

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Si en otros terrenos la ambición es el arma definitiva para lograr el éxito, en moda nos está quedando claro que lo más correcto es, precisamente, hacer caso a lo que rechazamos desde tenemos uso de razón: quedarnos en nuestra zona de confort. Pudiera parecer conformista, pero lo cierto es que triunfar se acerca más a la idea de sentirse una misma, que a la de ir casi disfrazada, como si estuviéramos interpretando el papel de otra persona. Ni desprendemos autenticidad, ni, ni siquiera, la sentimos. Tampoco la comodidad. Que si el fleco de la falda que se engancha con la cremallera cada vez que nos movemos, el vestido de tubo palabra de honor que apenas nos impide sentarnos por lo ceñido que nos queda o las plataformas que pesan casi más que nosotras cada vez que intentamos dar un paso en la calle (en casa, no sabemos por qué, todo es cómodo y de nuestra talla). Las tendencias arriesgadas están muy bien, pero solo para quien de verdad encaje en ellas. Y, aunque te parezca exagerado, aceptar que no siempre podemos, o de verdad queremos, seguirlas puede ayudar enormemente a nuestro estado de salud.

Más allá de protegernos del frío o de tapar zonas del cuerpo que hemos decidido considerar como tabú, una de las grandes virtudes de la moda es su capacidad para ayudarnos a expresar quiénes somos. Dicen que es una de las mayores etiquetas de presentación, y aunque hablar de la relación entre la ropa y las clases sociales ya se trata de algo ambiguo, lo cierto es que la manera en la que vestimos es una poderosa forma de transmitir nuestra identidad y personalidad. Este fenómeno, además, desencadena beneficios tales como el de aumentar nuestra confianza y autoestima. Es fácil: cuando te sientes acorde y bien con lo que luces, aumenta proporcionalmente tu seguridad. Puede ser con un vestido de piel, pero también con unos pantalones vaqueros holgados y rotos a juego con la camiseta que le has cogido prestada a tu novio.

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La moda como motor de cambio social

Paralelamente a ese empoderamiento, la creatividad también florece. A lo largo de la vida transitamos muchas etapas diferentes, y con ella nuestro estilo evoluciona dándonos la oportunidad de experimentar con prendas y conjuntos que viajan en nuestro armario y maletas a la par de los cambios emocionales y de intereses que sentimos. Llevar falda por encima de un pantalón y gafas de sol de pantalla grande es tan legítimo como recurrir a unos pantalones de pinzas blancos y gafas marrones de aviador. De hecho, gracias a que cada vez más el abanico textil acepta y permite cualquier conjunto, la inclusión y la diversidad ganan terreno. Muchas propuestas estilísticas antes eran atribuidas solamente a un grupo o comunidad determinada, ahora ya no hay límites y, gracias a iniciativas como las marcas genderless, rompemos también muchos estereotipos y barreras de género.

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Comprar menos, pero comprar mejor

El hecho de no querer estar siempre a la última también ayuda al planeta. Al resistir la presión de comprar todas las novedades que llegan a tienda, ayudamos a reducir la demanda de moda rápida y el consumo excesivo -e innecesario- de moda. Es decir, cuanta menos ropa compremos y más reutilicemos la que ya tenemos, menor producción habrá y menor deshecho también. Claro que, llegados a este punto, resulta imprescindible mencionar que para poder reusar durante años las mismas prendas debemos realizar una primera inversión en tejidos de calidad. Y una buena idea para hacerlo es invertir en moda local e incluso sostenible ya que, aunque suele aumentar unos euros el precio, las firmas que apuestan por este enfoque consciente tienden a dedicar más horas a la confección de sus piezas, en lugar de buscar la rapidez y a la producción en masa. Todo será mejor: disminuye la huella de carbono y generamos al mismo tiempo menor impacto en los recursos naturales. La moda es la segunda industria más contaminante del planeta después de los combustibles fósiles. No es necesario que, por nuestro capricho, se mantenga en ese puesto del podio.

A pesar de que para construir un armario cápsula que podamos reutilizar y, al mismo tiempo, nos ayude a expresar quiénes realmente somos requiera un desembolso inicial notable, con el paso del tiempo no se tratará de un gasto, sino más bien de una inversión. Dicen que las mujeres usamos solo el 20% de nuestros armarios, y que tan solo 33 prendas serían suficientes para tener en nuestro armario y no repetir estilismos en demasiadas ocasiones. Si estás leyendo esto puede que la moda sea una parte relevante y grande en tu vida, por lo que desde aquí ampliamos un poco más el rango y nos guiamos por uno de los estudios más recientes del Hot Or Cool Institute de Berlín que sentencia que 74 prendas son suficientes. Con este número, según el análisis, tendríamos 20 conjuntos diferentes. Una cifra buena si tenemos en cuenta que no siempre salimos todos los días a la calle, hacemos algún plan interesante o nos reunimos con la misma gente. La durabilidad de la ropa, eso sí, dependerá mucho de su calidad, de los lavados y la temperatura que pongas en los mismos (30º es lo óptimo para que no se deteriore demasiado con el paso del tiempo).

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¿Significa todo esto que deberíamos dejar de comprar ropa nueva? En absoluto. Simplemente debemos cambiar nuestra manera de consumirla. Comprar menos, pero mejor. Buscar prendas que nos representen. Escoger piezas que nos acompañen, no solo en uno o dos eventos por año, sino también en varios. La confort zone aquí sí que nos vale.