Conquistó a todos con su look, reveló su amor en una revista y su muerte fue un shock: Rubén Green, el ídolo de barrio
Quienes lo recuerdan con pasión y cariño cuentan que las chicas de su barrio, en Ituzaingó, estaban enamoradas de él. Y que la mayoría de ellas estudiaba inglés con su mamá, que era profesora, para poder cruzarlo en el living de su casa. “Era humilde, hablaba con todos, jamás nos vamos a olvidar de Rubén Green y sus queridos padres”, coincidieron Silvia Fernández, Jorge Etcheverri Díaz y Daniel López cuando le rindieron homenaje por su muerte en las páginas de Facebook Películas, Actores, Series, Personajes de T.V y Radio y Grandes de la Escena Nacional. “¡Mi vecino, una persona muy agradable!”, agregó Patricia Caffaro.
En Villa Urquiza, donde también vivió durante años, la gente también tuvo las mejores palabras para él. Ni hablar de sus colegas, que lo adoraban y en algún que otro programa que hizo le decían Bigotes. Sonreía con su modestia y respeto de costumbre cuando parte del público en algún que otro caso le consultaba si él había sido “el rubio de Camel”, protagonista de aquella publicidad emblemática de cigarrillos. Es que así había empezado su carrera artística, como modelo de comerciales, aunque cabe aclarar que no fue ese personaje con el que lo confundían.
Sus vecinos lo adoraban, y comentan que ya de grande, cuando iba visitar a sus padres, se quedaba charlando con ellos y los hacía reír a carcajadas con sus cuentos, historias y anécdotas relatados en los tiempos en que la gente sacaba las sillas a la vereda mientras los chicos jugaban a la pelota en la cuadra, con la famosa Pulpo. Eran épocas de buzos apilados para hacer el arco y con la línea de gol proyectada sobre la mismísima brea que rellenaba las juntas del pavimento.
Su último trabajo en cine fue en 2001, en la conmovedora película El hijo de la novia, junto a Norma Aleandro, Héctor Alterio, Ricardo Darín y Eduardo Blanco, en la que interpretó a Osvaldo, portero del Edificio de Naty (Natalia Verbeke), pareja de Rafael (Ricardo Darín).
En televisión, en 2002, participó de la exitosa tira Rebelde Way, donde interpretaba a Mauricio Rossen, padre de Tatiana (Daniela Nirenberg) y suegro de Nico Provenza (Guillermo Santa Cruz), a quien puso a administrar el boliche donde la banda Erre Way empezó a realizar sus primeros conciertos. Al año siguiente pudo llegar a tener un pequeño papel en la telenovela Resistiré. Su complicado estado de salud ,debido a un cáncer que padecía, no le permitió ser parte de La peluquería de Don Mateo. Falleció el 7 de abril de 2003 a los 56 años.
Un amor llamado Cristina del Valle
Se había casado con su colega Cristina del Valle, viuda de otro exitoso, Claudio Levrino, que murió manipulando un arma cuando estaba junto a ella en su auto en Mar del Plata. “Rubén era consciente de su enfermedad, pero nunca supo que iba a morir”, explicó Cristina todas las veces que se lo consultaron. Y siempre dejó en claro lo que sentía por él. “Fue un ángel que me cayó del cielo, el gran amor de mi vida, el hombre más importante. Luego de que murió me aferré a mi vida y a mis hijos (Patricio Coutone y Federico Levrino, productor y mano derecha de Susana Giménez)”, le confió a la revista Pronto en un completo reportaje, donde agregó: “Todos lo adoraban. Mi papá se pasaba las tardes en casa para acompañarnos cuando él venía a verme. Rubén recién se quedó cuando nos casamos. Al año de la boda mi padre me dijo que ya no vendría todos los días: ‘Ya no me necesitás, ése es un buen hombre’. Siempre entendió que yo no quisiera tener otro hijo, él quería porque no había sido papá”.
En una simpática anécdota contó detalles de cómo lo conoció y otras intimidades: “Recuerdo que era socia de Pancho Guerrero en el teatro. Él eligió a Rubén como dupla para que me acompañara. Al segundo mes me enamoré cuando vi cómo trataba a mis hijos. Por ese entonces apareció en la tapa de una revista por una novela que hacía -como muy buen galán y actor que era- y le preguntaron qué mujeres del ambiente le gustaban y no esquivó la consulta: ‘Hay dos que son de mi estilo. Una es Cristina del Valle, pero es una señora con pinta de brava y creo que si me acerco me muerde. La otra es Solita Silveyra que también me gusta’”, respondió.
El multifacético que trabajó con Calabró, Sandrini y Niní Marshall
En cine debutó en un filme emblemático como El Santo de la espada, con Alfredo Alcón, Evangelina Salazar, Lautaro Murúa, Héctor Alterio y Ana María Picchio, entre tantos otros, con dirección de Leopoldo Torre Nilsson. También se destacó por su simpatía en ¡Qué linda es mi familia! junto a Luis Sandrini y Niní Marshall. Y los éxitos continuaron con: Mingo y Aníbal, dos pelotazos en contra, Seguridad personal, Tres alegres fugitivos, Las minas de Salomón Rey, Tres alegres fugitivos, La garganta del diablo, Delito de corrupción y Me sobra un marido, junto a Susana Giménez.
En lo que respecta a la televisión sus inicios fueron en una novela inolvidable como El amor tiene cara de mujer, en 1977. Y siguió trabajando incansablemente en El calor de tu piel, Manuela, Mamá por horas, Mancinelli y familia, Claudia Morán, La comedia del domingo, Clave de Sol, Mi viejo y yo, El árbol azul, ¡Grande, pa!, Esos que dicen amarse, Somos como somos o no somos, La mujer frente al amor, Montaña rusa, otra vuelta, Poliladron, Verdad consecuencia, Gasoleros, Calientes, Primicias y Yago, pasión morena.
El teatro lo vio brillar en La Cocina, Romeo y Julieta, Matrimonios y algo más, Ni Eva, ni Adán, y quizás la obra que más marcó su vida: Si tocan el timbre no abras, junto a Gilda Lousek, Gladys Mancini y Cristina del Valle, de quien en esa gira teatral por la costa atlántica se enamoró perdidamente tanto como ella, su compañera durante dos décadas de ilusiones y sueños compartidos.