Las corredoras consolida el original estilo de Néstor Montalbano, otra vez con Diego Capusotto como socio fundamental
Las corredoras (Argentina/2024). Dirección: Néstor Montalbano. Guion: Néstor Montalbano, Marcela Potente. Fotografía: Sebastián Pereyra Jofré. Edición: Alejandro Soler. Elenco: Carola Reyna, Diego Capusotto, Alejandra Flechner, Alejandro Müller, Norman Briski. Duración: 105 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
No caben dudas sobre la originalidad de la obra de Néstor Montalbano. Guionista de recordados programas televisivos como De la cabeza, Cha Cha Cha y Todo por dos pesos, supo cómo explotar ese humor teñido de absurdo también en el cine: Soy tu aventura, Pájaros volando, No llores por mí, Inglaterra… Con Diego Capusotto como socio habitual, Montalbano ha construido un estilo propio, reconocible y sin muchos precedentes en el cine nacional.
Esta vez, el punto de partida es el viaje de una empleada de un ministerio público que llega a un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires para firmar un convenio que en principio parece un trámite simple, pero muy pronto se transforma en un problema de ribetes insólitos. La historia se desarrolla en los años 50 y la película reconstruye la época con imaginación, recurriendo también a técnicas que remiten a un período del cine que probablemente despierten la nostalgia del cinéfilo avezado (la retroproyección, tan habitual en el cine de esos años, por ejemplo).
Montalbano consigue mantener a lo largo de todo el relato la tensión propia de los buenos thrillers apoyado en un argumento no muy tradicional y un tono que pendula entre la gravedad y la farsa sin perder nunca el rumbo. Los personajes con los que se cruza la protagonista (una Carola Reyna que resuelve con mucha solvencia el desafío de un papel para nada sencillo) son tan extravagantes como enigmáticos, pero lejos de amedrentarla parecen estimular su curiosidad y su determinación para cumplir una misión que, a medida que avanza la trama, empieza a tornarse casi imposible.
Pero más allá de la propia historia, la película juega con un abanico de referencias que le imprimen ese estilo singular que la caracteriza: la literatura de Manuel Puig, también atravesada por el fuego del melodrama y el filo de la ironía; la de Agatha Christie, apoyada en el misterio y el suspenso que también relucen en el cine de Alfred Hitchcock, otra presencia fantasmal en Las corredoras, y hasta el kitsch de Pedro Almodóvar.
Montalbano ha declarado que esta es su película más auténtica: nació como resultado de un recuerdo familiar (el reencuentro con un autito de carreras que su padre le regaló en los años de gloria de los hermanos Emiliozzi, héroes del Turismo Carretera); la escribió con su pareja, Marcela Potente, y refleja como nunca antes su íntima relación con toda una tradición del cine que evidentemente lo ha formado.
La definió como una “comedia melodramática con un conflicto moderno, distanciada deliberadamente del naturalismo”, y la apreciación es ajustada. Porque Las corredoras nos sumerge en un mundo de pura ficción, de aventuras excitantes y dilemas exóticos, acentuado por su artificiosa puesta en escena, elaborada en más de un pasaje con la herramienta de creación 3D Unreal Engine que usó profusamente la exitosa serie The Mandalorian, por citar un caso famoso. Y es, por sobre todas las cosas, una película que consolida el estatus de inclasificable que Montalbano se ha ganado en buena ley.