Crítica: El consultor es una errática serie protagonizada por un diabólico Christoph Waltz

Christoph Waltz, el consultor del título, con un papel creado a su medida
Christoph Waltz, el consultor del título, con un papel creado a su medida

El consultor (The Consultant, Estados Unidos/2023). Creador: Tony Basgallop. Elenco: Christoph Waltz, Nat Wolff, Brittany O’Grady, Aimee Carrero, Sydney Mae Diaz. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: regular.

¿Quién es en realidad Regus Patoff? Toda la primera temporada de esta serie basada en una novela publicada en 2015 por el estadounidense Bentley Little gira en torno a ese interrogante, que no queda respondido al término de sus ocho capítulos, aunque hay más de una pista que al menos nos permite delinear su perfil diabólico.

Stephen King recomendó en Twitter esta producción de Amazon que cruza el thriller, el terror y la ciencia ficción para elaborar una crítica bastante gruesa y superficial al capitalismo, sobre todo al de esta época de grandes corporaciones tecnológicas e individualismo extremo. Casi todos los personajes de la serie muestran la hilacha, hacen lo que sea necesario para salvar su propio pellejo y mantener su estatus, incluso los que son víctimas directas de la perversidad del inquietante personaje encarnado por Christoph Waltz, una especie de variación contemporánea de aquel con el que brilló -y por el que ganó un Oscar al mejor actor de reparto- en Bastardos sin gloria (2009), de Quentin Tarantino: el temible standartenführer Hans Landa.

El inicio es impactante: un niño ingresa a la oficina del CEO de una empresa dedicada a producir videojuegos, un joven llamado Sang Woo, y lo asesina a balazos. No sabemos las razones que lo motivan a llevar adelante el crimen, pero casi de inmediato se presenta en la empresa el “consultor” del título para tomar control de la situación. Nadie sabe quién lo envía ni de dónde viene, pero curiosamente todos asumen sin protestar su liderazgo, marcado por una política de persecución de muchos de los empleados por razones extravagantes (cómo huelen, por ejemplo) y por otras decisiones igual de exóticas. Las situaciones que se plantean a partir de su llegada son tan extrañas que muchas veces resultan más risueñas que ominosas.

Es que la sátira también tiñe varios pasajes de El consultor, y Waltz sabe cómo moverse en los dos terrenos, cómo explotar su capacidad actoral para causar repulsión cuando exhibe su faceta más oscura o gracia en algunos ligeros pasos de comedia. Se sabe que estuvo involucrado en una empresa rusa (lo que en las ficciones producidas en los Estados Unidos suele estar asociado a lo sospechoso o directamente delictivo) y que su nombre tan poco común es una invención inspirada en la abreviatura de la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos, una fuente de negocios y disputas que simboliza la frialdad y la deshumanización del capitalismo.

Hay una trama secundaria que animan una asistente ejecutiva que primero parece noble y empática pero de a poco va dejando traslucir su espíritu ambicioso (Brittany O’Grady) y un programador simpático y fumeta (Nat Wolff) que tuvo una affaire con ella pero ahora está a punto de casarse con una novia apegada a los rituales del catolicismo (Aimee Carrero). Ellos son los encargados de jugar el rol de detectives para descubrir quién es verdaderamente ese inesperado intruso. Pero su desarrollo se percibe más destinado a engordar un relato cuyo interés principal está centrado en la crueldad del enigmático Patoff, también aficionado a las intervenciones quirúrgicas para suplantar sus huesos por piezas de oro puro y a disfrutar de los placeres culinarios en su propia oficina.

Si bien la malicia del personaje de Waltz puede despertar el morbo (¿qué más se animará a hacer este tipo despreciable para torturar a sus empleados?), El consultor también pone el foco en los que son esclavos por decisión propia
Si bien la malicia del personaje de Waltz puede despertar el morbo (¿qué más se animará a hacer este tipo despreciable para torturar a sus empleados?), El consultor también pone el foco en los que son esclavos por decisión propia

Si bien la malicia del personaje de Waltz puede despertar el morbo con el que la serie evidemente pretende capturar a su público (¿qué más se animará a hacer este tipo despreciable para torturar a sus empleados?, nos preguntamos a medida que avanzan los capítulos), El consultor también pone el foco en el servilismo de los oprimidos, en aquellos que son esclavos por decisión propia, solo por “pertenecer” y no perder sus pocos privilegios. En ese sentido, es una ficción claramente misántropa, una crítica social instrumentada a través de la sátira, una pintura sombría de un universo superficial y despiadado que ya habían retratado bastante mejor Red social (2010), la película de David Fincher escrita por Aaron Sorkin a partir de una novela de Ben Mezrich (disponible en Netflix), y la serie Silicon Valley (HBO Max).

El guionista Tony Basgallop ya había mostrado su interés por los ambientes tóxicos y los personajes retorcidos en Servant, serie de Apple TV+. Pero en El consultor se esfuerza notoriamente por mantener una intriga que no queda del todo resuelta aunque el carácter mefistofélico de su protagonista no deje mucho espacio para la duda. Sabemos lo malo que puede ser Regus Patoff, pero no si responde a alguien más que a sí mismo ni cuál es su objetivo final, o hasta dónde es capaz de llegar. Queda entonces la puerta abierta para una segunda temporada, pero la expectativa debería ser moderada: aun cuando no todos los naipes están a la vista, habría que esperar un milagro, o algún otro evento sobrenatural, para que esta ficción diera un vuelco que la revitalice. Si solo dependerá de las maldades que va hilvanando el odioso e implacable Regus Patoff, las chances de sorprender son realmente pocas.