Crítica de Háblame: potente y efectivo debut como cineastas de dos estrellas de YouTube
Háblame (Talk to Me, Australia/2022). Dirección: Danny y Michael Philippou. Guion: Danny Philippou y Bill Hinzman. Fotografía: Aaron McLisky. Edición: Geoff Lam. Música: Cornel Wilczek. Elenco: Sophie Wilde, Alexandra Jensen, Joe Bird, Miranda Otto, Zoe Terakes, Chris Alosio. Duración: 95 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: muy buena.
Los mellizos Danny y Michael Philippou son dos youtubers australianos que en 2013 crearon el canal RackaRacka para el que realizan clips paródicos de humor muy negro y violencia hiperbólica. Sus recursos son modestos pero les sobra entusiasmo e ingenio, especialmente en la factura casera de efectos visuales. La saga del payaso Ronald McDonald convertido en un asesino de masas psicótico que dispone de modo brutal y sanguinario de franquicias competidoras es una de las más populares. Tras una década afilando sus habilidades en videos de YouTube, los Philippou llegaron a la realización de un largometraje adquirido nada menos que por la compañía A24, que se caracteriza por un catálogo de films de mediano presupuesto y alta calidad y que, además, contribuyó a redefinir el terror en la última década con títulos climáticos y alejados de los sustos fáciles con sobresaltos, como La bruja o Hereditario.
Háblame no es la película que se podía esperar de ellos. Lo previsible hubiera sido un film con el volumen puesto en 11, equivalente a las primeras Evil Dead de las que RackaRacka es claramente deudor. En cambio, este debut cinematográfico no desentona con otros títulos de art-horror de su compañía distribuidora, aunque se permite ser menos serio, solemne y necesitado de demostrar que el terror es también una de las bellas artes. Sí tienen en común que la inquietud proyectada sobre los espectadores no está tanto sostenida por la aparición de un monstruo como por el trauma con el que cargan los protagonistas.
Aquí, Mía (Sophie Wilde) acaba de perder a su madre en un aparente suicidio. Esta pérdida la aleja de su padre y la lleva a pasar casi todo su tiempo con su amiga Jade (Alexandre Jensen), quien vive con su hermano menor Riley (Joe Bird). En una fiesta, dos conocidos algo mayores afirman tener en su poder una mano momificada, que puede ser utilizada para entrar en contacto con espíritus. Las reglas son simples: hay que tomar la mano y decir “háblame”, acto seguido, un espíritu se manifestará, visible solo para quien haya enunciado esas palabras. Luego, si se dice “te invito a entrar”, el espíritu toma posesión del cuerpo de esa persona. Para romper el trance hay que retirar la mano, preferiblemente antes de los 90 segundos, porque tras ese lapso los muertos tienden a querer el cuerpo prestado como una residencia permanente. Insólitamente, todo sucede tal como es descripto. Para los adolescentes que participan de este ritual, nada de esto es una prueba que cambie nuestro entendimiento del universo y de la vida al demostrar que existe un mundo ultraterreno: es apenas una experiencia comparable a probar una nueva droga y también buen “contenido” para sus redes. El juego se convierte en otra cosa cuando uno de los espíritus invocados -en el cuerpo de Riley, además- aparenta ser la madre de Mía. La chica pretende saber más sobre la muerte de la mujer y no libera a su amigo antes del tiempo límite. Desde ese momento, todo se va literalmente al demonio.
Si bien la trama de la película no esta exenta de agujeros, el drama de Mía resulta tan convincente que quedan en segundo plano. En el último acto, la historia empieza a subvertir sus propias reglas pero tal cosa –más que una falla en la construcción– es la comprobación de que tanto los personajes como los espectadores fuimos engañados y en verdad desconocemos todo acerca del mundo de los muertos. Con recursos más sutiles que los de su canal de YouTube, los hermanos Philipou crearon una obra mucho más potente, con una premisa tan efectiva que, como anticipa la anunciada segunda parte, puede disparar una saga. Esperemos que, a diferencia de sus personajes, sepan detenerse a tiempo.