Crítica Punk | La Monja II: Desgaste y declive en el convento
Desde su estreno, la película La Monja (47%) supo insertarse hábilmente en el vasto universo cinematográfico de El Conjuro (86%), aportando una capa adicional de terror y misterio a la ya intrigante trama construida por la serie. En La La Monja II (46%), el enfoque se centra en el regreso de la malévola entidad conocida como Valak, quien de nuevo se cruzará en el camino de la hermana Irene. Pero a pesar que esta pueda tratarse de la mejor franquicia de horror de la actualidad, también ha comenzado a dar claras muestras de desgaste que simplemente convierten la experiencia del espectador en un aburrido paseo por conventos europeos.
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Sin inspiración divina
Fue así que, debido al éxito de la primera parte, esta cinta contó con cierta anticipación, en lo que representa el noveno capítulo de esta aterradora saga. A la par, el regreso de Taissa Farmiga como la Hermana Irene causaba expectativa a ser considerada una de las mejores interpretaciones de la franquicia, es especial si tenemos en cuenta que en conjunto, las entregas de El conjuro, han sabido dotar de una verosimilitud con un nivel de relativa seriedad que en su momento les significó diferenciar su narrativa del resto de las propuestas en el mercado.
Fue así como, a lo largo de la construcción de este universo, cada una de sus historias ha cobrado un valor agregado al estar ligadas a “hechos reales” relatados por los Ed Warren y Lorraine Warren de la vida real. Esto tuvo como consecuencia un gran impacto dentro de la cultura pop, que supo ir más allá del hecho de que las vivencias de la pareja dedicada al mundo paranormal pudieran ser fácilmente desmentidas, colocándolos como monarcas del horror.
En el centro de esta entrega, nos encontramos de nueva cuenta con el demonio Valak, una entidad aterradora que se manifiesta en la forma de una monja y que tiene su inspiración en Volac, Gran Presidente del Infierno de la demonología, comúnmente asociado a las serpientes. Con los encuentros previos del matrimonio Warren —interpretados por Patrick Wilson y Vera Farmiga— y la Hermana Irene con este demonio en El Conjuro 2 y La Monja, el público se encuentra familiarizado con su origen, que en esta ocasión se remontará a la Edad Media.
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Como muchos de los terribles actos que se dan lugar en “el multiverso Warren”, el origen de este mal viene de la mano con la perversión humana. Un antiguo duque obsesionado con el ocultismo invocó a este demonio en las catacumbas de un castillo que más tarde sería utilizado como abadía para monjas. Sin embargo, las tropas del Vaticano intervinieron, sellando la grieta con la sangre de Jesucristo, atrapando al demonio en su interior.
En La Monja II (46%), somos testigos de cómo la hermana Erin y Morís viven en Francia, la primera ejerciendo como maestra en un colegio religioso y el segundo como jardinero en el mismo lugar. Sin embargo, las consecuencias del final de la primera película comienzan a manifestarse, ya que Morís experimenta las secuelas de la posesión. La trama se complica después de la misteriosa muerte de un sacerdote, la reaparición de Valak, y los crueles actos de unas niñas en el colegio.
Cronológicamente, la cinta se sitúa después de La Monja (47%) (1952) y antes de El Conjuro 2: El Caso de Enfield (80%) (1977), lo que puede llegar a significar más de 20 años de diferencia. Además, se enlaza por momentos con eventos de El Conjuro (86%) (1968), en concreto con Lorraine Warren. Mediante declaraciones anteriores al estreno de esta película, el director ya familiarizado con la franquicia, Michael Chaves, llegó a insinuar en diferentes declaraciones que esta entrega podría superar en violencia a todas las anteriores, hecho que se confirmó en las salas de cine.
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Para intensificar la atmósfera, se rodó en una iglesia abandonada en Francia, rumoreada como embrujada. Es decir, todas las piezas del engranaje en su lugar para garantizar que la frontera difuminada entre la realidad y la ficción siga siendo el sello de la casa, o al menos para quien elija creerlo así.
Con el guión de Ian Goldberg y Richard Knight, basado en los personajes creados por James Wan y Gary Dauberman , la historia se preocupó por mostrarnos una conexión con la historia principal, prometiendo así una eventual colisión entre sus personajes. Pero lo cierto es que, a la larga, esta necesidad primordial de incluir a cada una de sus películas dentro de una narrativa “madre” cobra un gran precio a cada uno de estos proyectos.
Mientras la película tomó riesgos que dan pie a algunas de las muertes más sanguinarias y grotescas de la saga, lo cierto es que el factor miedo parece irse esfumando poco a poco. Mientras la validación de lo “real” en la historia ha significado historias cuidadas y con un cierto efecto verosímil que aún resguarda la integridad de estas cintas, el factor miedo impuesto por Wan en las primeras cintas se encuentra lejos de ser lo que era.
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El CGI me obligó
Como testimonio innegable de este hecho, La Monja 2 nos presenta una de las peores ejecuciones de CGI en todo su universo. Es así como muchos de los puntos más impactantes de la trama o los simples jump scares quedan reducidos al campo de la parodia, por lo que el público se sentirá mucho más cómodo gritando de risa que de miedo.
Y es verdad, la iglesia abandonada en Francia vista en esta entrega, evoca el escalofriante horror católico que convirtió a su predecesora en un éxito. Pero pese a ser parte de una metodología sólida y una serie de factores en presente de buena calidad dentro del género, el valor añadido de esta historia en particular ha sesgado significativamente su potencial.
En medio de la creciente insatisfacción de los fans y las críticas negativas que rodearon a la cinta, una película que únicamente intenta aprovechar el legado de su predecesora, queda claro que, al menos de momento, no pretende ir más allá. Pero este paso en falso puede traer consecuencias a mediano plazo, entre las que se encuentra el posible declive de la franquicia de horror más rentable del momento.
Ya desde muy temprano el filme nos va quedando claro que el director Michael Chaves no logra aportar nada nuevo a la narrativa, apoyando la mayoría de sus recursos en un deus ex machina en la forma de las visiones de su protagonista. En realidad, la producción deja el sabor amargo de las oportunidades desaprovechadas, una desafortunada práctica común cuando una franquicia llega a estas alturas de expansión.
Cuando dentro del género del terror, la tensión creada dentro de su historia pasa a un segundo o tercer plano, la esencia misma de esta se ve comprometida, dejando a los espectadores con una sensación de desconexión y desinterés. Y hay que decir que la curiosidad por los casos relacionados a los Warren siempre ha sido el mejor gancho de estos relatos cinematográficos.
Con un puñado de tibios componentes que no logran ir más allá de simples sustos superficiales, la construcción gradual de la ansiedad en la atmósfera, vital en las grandes cintas de horror, brilla por su ausencia. Este descuido entrega en cambio efectos visuales deficientes y giros de trama forzados, dando como resultado es una experiencia deslucida que no logra cumplir con las expectativas del público ávido de verdadero horror.
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Taissa Farmiga, la protagonista principal, se ve inmersa en clichés del género de terror, siendo limitada en cualquier tipo de intento para sobresalir. De similar manera, el elenco secundario en el que se encuentran interesantes nombres como Storm Reid y Anna Popplewell, no aporta lo necesario para producir una empatía con la audiencia. Inclusive, Bonnie Aarons, quien da vida a la monja demoníaca, se queda corta en sustos cuando el mal CGI la sustituye.
Ni que decir de la cabra, que lejos de ser un ente de oscuridad luce como criatura mágica de una novela de alta fantasía. En este sentido, las secuencias de persecución cambian a un tono de aventura cómica, en las que Popplewell tiene amplia experiencia. Con miras al futuro, la elección de abaratar costos, o bien acelerar procesos, puede terminar con la vida útil inmediata de una historia que bien podría continuar por muchos años más.
Cierto pasaje de la historia es un fiel reflejo del despropósito de una historia. Mientras una admisible construcción en torno a la búsqueda de Valak de un potente artefacto religioso conocido como los Ojos de Santa Lucía, la santa patrona de los ciegos, quien representa un probable vínculo entre la hermana Irena y Lorraine Warren, se encuentra en contraste franco con una débil figura de una monja que claramente ha visto mejores días en su laborar de aterrorizar a parroquianos. Incluso, su sádica manera de acabar con sus víctimas posee un toque de humor al resultar gratuitas y sin un verdadero shock para la trama.
A decir verdad, el productor Peter Safran reveló planes para futuros proyectos ligados a El conjuro, expresando su entusiasmo por continuar la colaboración con Patrick Wilson y Vera Farmiga, imaginando otros 40 años de narración posibles antes de agotar la rica historia de las investigaciones de Ed y Lorraine. Más le valdría a New Line Cinema y compañía entender pronto que este no es el camino para lograr tal longevidad en el mercado.
¿El posible adiós de los Warren?
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Al transformar el horror en un espectáculo carnavalesco involuntario, puntos concretos de destreza técnica —que habría que decir han sido un aspecto trascendental en muchas de los capítulos de El Conjuro—, quedan diluidos y son fácilmente olvidados. Si bien la devaluación de su producto aún no alcanza niveles críticos, este es un momento ideal para buscar dar un golpe de timón y no seguir este rumbo para sus siguientes producciones. Con una nueva cinta protagonizada por el matrimonio estelar en puerta, al que se le unirán una serie de televisión, así como un rumorado próximo capítulo de Annabell.
Se siente dirigida a un público de nicho que no busca ir más allá de los elementos genéricos dentro de una macrohistoria con las que ya están familiarizados. Pero desde luego esto no alcanza, salvo por contados guiños fugaces, para quienes buscan una expansión digna de un universo que ya celebra una década de existencia.
En una valoración minuciosa, la secuencia inicial de la película como la nota más alta que alcanza esta cinta, a manera de una contextualización que realmente embona con la esencia de estas películas. Hecho que muy desafortunado, al tiempo en el que se revela que el aburrimiento y el desgaste de una fórmula, son los verdaderos villanos de la historia.
Y como es bien sabido, el género de terror cuenta con una mágica inmunidad en taquilla, así como la benevolencia de un público pese a decepciones como esta, por lo que recaudó US$ 32.6 millones en su primer fin de semana, cubriendo casi en totalidad su presupuesto. Ya rebasando los US$ 230 millones a la fecha —y considerando las huelgas del Writer's Guild of America y el sindicato de actores SAG-AFTRA—, es obvio que mientras las ganancias continúen mostrándose pocas esperanzas quedan para quienes buscan una revitalización de El conjuro.
Pero no todo parece perdido, pues después de la confirmación de The Conjuring: Last Rites con guión, de David Leslie Johnson , vería el regreso de James Wan y Peter Safran como productores. El mismo Wan confirmó más tarde que Patrick Wilson y Vera Farmiga retomarían sus papeles. Para temor de sus fans, este podría llegar a ser la última aparición del matrimonio en pantalla grande, pues un fuerte rumor indica que el estudio buscará que la pantalla chica lleve el mayor peso narrativo del mismo en el futuro inmediato.
Sin que un posterior recast suene descabellado, lo que queda claro es un gran cambio aguarda los Warren y sus aventuras sobrenaturales en los próximos años. Esta metamorfosis, que será transmitida por MAX, obligaría a mantener o incrementar la calidad que le ha caracterizado en el contexto de una televisión actual más y más competitiva. Y desde luego, para lograr esto el abandono de sus personajes más icónicos en estos futuros proyectos no parece estar en el horizonte.
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