Crítica de Temas propios: una comedia de aprendizaje musical a la uruguaya, sensible pero sin sensiblería

Temas propios, estreno del jueves 14
Temas propios, estreno del jueves 14

Temas propios (Argentina-Uruguay/2022). Guion y dirección: Guillermo Rocamora. Fotografía: Julián Apezteguia. Edición: Fernando Epstein, Eliane Katz. Producción musical: Martín Rivero. Elenco: Franco Rizzaro, Diego Cremonesi, Valeria Lois, Ángela Torres, Vicente Luan. Calificación: apta para todo público. Distribuidora: Digicine. Duración: 91 minutos. Nuestra opinión: buena.

“Una historia de crecimiento” podría ser la definición más inmediata de Temas propios, la nueva película de Guillermo Rocamora, cineasta uruguayo que ya hace una década había estrenado Solo (2013) como prueba de su interés en el mundo de la música. Allí, el protagonista era un trompetista de una banda musical de la policía; aquí, un adolescente intentando dar cuerpo a su primera banda y hallando en esa búsqueda una posible vocación para el futuro. Es cierto que el crecimiento y el aprendizaje son hitos que Rocamora aborda con epicentro en la figura de Manuel (Franco Rizzaro), pero lo que parece nutrir de singularidad a la película es su exploración de la música como creación y destino, al igual que las inestabilidades que ofrece como profesión.

La historia no es novedosa. Manuel es un joven que abandona la carrera de ingeniería y decide darle una oportunidad a su banda, ahora que una puerta se abre en su presente: la mudanza a la casa de su padre, César (Diego Cremonesi), exbajista de sucesivas bandas en los 90 que conserva más de aquella bohemia que de la prometida fama. Por ello, el destino del nuevo hogar es un inmenso local en venta, habitado por estanterías vacías y paneles divisores, escombros de un pasado del que no queda demasiado. Allí Manuel armará su estancia de rebeldía, escapando de los mandatos de su madre, Virginia (Valeria Lois), quien combina las horas como profesora de inglés con la crianza de Agustín, todavía en la secundaria pero ya convertido en baterista de la banda de su hermano.

Rocamora diseña la dinámica familiar con humor y esa calidez y ligereza que define a la comedia uruguaya, algo presente en aquella tradición que concentró la exitosa Whisky (2004) de Rebella y Stoll, y de la que Rocamora se siente heredero: el uso inteligente de la música, el ritmo amable del montaje, los diálogos que escapan a la artificialidad del guion. Un mundo de jóvenes que quieren entrar en la lógica adulta y de adultos que quieren seguir sintiéndose jóvenes. Por ello en la historia de César, perseguido por la falta de dinero, los negocios demorados con su cuñado y el intento de regreso a la escena musical apropiándose del entusiasmo y el talento de su hijo, es un retrato nada concesivo de ese otro lado del aprendizaje.

Franco Rizzaro y Valeria Lois, madre e hijo
Franco Rizzaro y Valeria Lois, madre e hijo

Y es Manuel quien nos conduce en su búsqueda, en su intento de aunar la condición de buen hijo con las merecidas ambiciones personales, la exigencia de una profesión con futuro y la convicción de su vocación musical. Con la patineta y los auriculares recorre las amplias avenidas de Montevideo, camina con pose cansina y cierto ensimismamiento, pero al mismo tiempo -y con el espectador como testigo- las canciones cobran forman en su interior, expresando en letras y melodías esas mismas sensaciones que alimentan su insatisfacción.

Rocamora entrega una película sensible sin sensiblería, honesta y amorosa con sus personajes, capaz de darle aire fresco a esa historia ya contada otras veces. Equilibra con buen tino los diversos estilos de sus actores, aprovecha el humor de la interpretación de Valeria Lois, la gesta nostálgica de la banda “Los Autómatas” (con la divertida participación de Alejandro Tort) y el micromundo del under musical uruguayo, donde Manuel aspira a encontrar un lugar propio.