CRÍTICAS. Almodóvar en inglés, punks cubanos en rebeldía y más estrenos en los cines
El 2024 se acaba ya, pero, por fortuna, sus últimos días llegan cargados de estrenos relevantes que incluyen a dos de las mejores películas del año, una interesante propuesta vinculada a un sufrido territorio latinoamericano y una vistosa adaptación de un clásico literario que no tiene nada que ver con Gabo.
THE ROOM NEXT DOOR
Director: Pedro Almodóvar
Reparto: Tilda Swinton, Julianne Moore, John Turturro
Género: Drama
No es lo primero que hace en inglés. En los últimos años, ha presentado dos cortometrajes (“The Human Voice”, del 2020, y “Strange Way of Life”, del 2023) interpretados en esa lengua y protagonizados por estrellas hollywoodenses. Pero “The Room Next Door”, que se estrena este fin de semana en L.A. y Nueva York antes de su expansión nacional de enero, es su primer largometraje en el mismo idioma, así como la prueba de fuego definitiva para demostrar que es capaz de liderar un proyecto de amplia magnitud que no se encuentre hablado en la lengua con la que ha convivido todo el tiempo.
Desde esa perspectiva, la nueva cinta de Pedro Almodóvar es ya un éxito, porque lo encuentra moviéndose con comodidad total en un entorno ajeno (la película toma lugar en Estados Unidos) para lograr un drama con pinceladas de ‘thriller’ que no alcanza realmente la excelencia, pero que además de ser conmovedor y propositivo en términos narrativos, se encuentra estupendamente filmado y da nuevamente cuenta de la gran habilidad que posee para la elaboración de una estética propia.
El traslado lingüístico y espacial nos priva de la pasión y de los excesos propios de los personajes más emblemáticos de su carrera -que han sido evidentemente ibéricos-, pero plantea a cambio una aproximación legítima al universo de dos mujeres de entornos similares que se han distanciado por motivos ajenos a sus voluntades, pero que se reencuentran en medio de situaciones penosas. A partir de ahí, ambas empiezan a establecer lazos afectivos particularmente poderosos, aunque el desarrollo de los mismos sea presentado con una moderación inexistente en las creaciones más alocadas del mismo cineasta.
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Estas mujeres son Ingrid Parker (Julianne Moore), una exitosa novelista de autoficción, y Martha Hunt (Tilda Swinton), una ex corresponsal de guerra cuya enfermedad terminal se convierte justamente en el motor de una reunión que se inicia en un hospital, pero que se traslada pronto a una moderna casa ubicada en medio de una locación hermosa (supuestamente en las afueras de Nueva York, aunque estas escenas se realizaron en la periferia de Madrid). Es allí donde las dos amigas empiezan progresivamente a revelar aspectos cada vez más íntimos sobre sus vidas y a ofrecer sus perspectivas sobre la inevitabilidad de la muerte, mientras comparten sus elevados gustos literarios.
La interacción entre estos personajes, y la que se produce simultáneamente entre las actrices que los encarnan, es siempre fascinante; pero lo de Swinton (que acaba de ser nominada a un Globo de Oro por este mismo rol) es simplemente excepcional, y se presta naturalmente para su peculiar sensibilidad.
En realidad, en lo que respecta al lado histriónico, “The Room Next Door” no necesitaba de nada más, por lo que la intromisión de Damian Cunningham (un amigo en común de las dos mujeres que es interpretado por el gran John Turturro) resulta incluso innecesaria, sobre todo cuando Almodóvar lo involucra en ciertos diálogos de carácter político con los que podemos estar de acuerdo, pero que se sienten fuera de lugar en un relato que trasciende sin duda la coyuntura, pese a que el mismo personaje se encuentra basado en uno que aparecía en “What Are You Going Through” (2020), la novela de Sigrid Nunez que Almodóvar tomó como inspiración para escribir su propio guión.
THE BRUTALIST
Director: Brady Corbet
Reparto: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce
Género: Drama histórico
Con sus siete nominaciones a los Globos de Oro, su aspecto decididamente épico y el respaldo de los numerosos críticos que lo han calificado ya como uno de los mejores estrenos del año, “The Brutalist” -que debuta este viernes de manera limitada en Nueva York y Los Ángeles antes de su lanzamiento nacional en salas IMAX- es un trabajo de visión indispensable para cualquier cinéfilo que se respete, aunque esto no garantice que vaya a ser celebrado por las grandes audiencias.
Menos aún cuando se considera que, con sus tres horas y media de duración (minutos más, minutos menos), debidamente interrumpidas por un intermedio de 15 minutos, se trata de una propuesta particularmente exigente para una historia en la que no hay superhéroes, persecuciones automovilísticas ni grandes travesías internacionales, sino una representación cruda y ambiciosa de la experiencia inmigrante en los Estados Unidos durante la posguerra.
Aquí, László Tóth (Adrien Brody) es un judío de origen húngaro que, tras sobrevivir al Holocausto, llega a Filadelfia, empeñado no solo en conseguir seguridad para sí mismo y para su esposa Erzsébet (Felicity Jones) y su sobrina Zsófia (Raffey Cassidy), quienes se encuentran todavía en Budapest, sino en retomar su brillante carrera como arquitecto, celebrada a lo largo y ancho en Europa del Este antes del triunfo de los nazis.
Acogido inicialmente por su primo Attila (Alessandro Nivola), y recomendado por este para la construcción de la biblioteca privada del multimillonario Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), Tóth empieza a vivir el “sueño americano” casi de inmediato; pero una serie de traiciones y de injusticias lo devuelven súbitamente a la realidad (y a la miseria).
Sin embargo, su suerte empieza a cambiar luego de que Van Buren se da cuenta del inmenso talento que posee y decide contratarlo para ponerlo al frente de la monumental obra que planea construir en honor a su madre fallecida. En ese momento, todo parece indicar que su ascenso será incontenible, sobre todo por la grandeza y la originalidad de sus diseños; pero, además de su propia adicción a la heroína, el protagonista empezará a darse cuenta, con una intensidad cada vez mayor, de que confiar en la buena fe de los capitalistas estadounidenses es un error igualmente monumental.
Por ese lado, la intención básica de “The Brutalist” en lo que respecta a la explotación de la fuerza laboral inmigrante y el maltrato histórico que han sufrido los judíos queda clara desde el inicio, hasta el punto de que lo que sucede en las postrimerías del filme -y cuya revelación sería un ‘spoiler’- resulta tan excesivo como innecesario.
Sobre todo porque afecta la credibilidad de una historia que, pese a haber surgido de la imaginación de Corbet, resultaba hasta entonces tan realista que parecía ser un relato biográfico, como ha sucedido con sus dos largometrajes anteriores, “The Childhood of a Leader” (2015) -sobre los orígenes de un dirigente fascista ficticio a inicios del siglo 20- y “Vox Lux” (2028) -sobre una estrella del pop inventada, surgida tras una masacre en una escuela secundaria-. De hecho, el desenlace de “The Brutalist” se inclina hacia un tono miserabilista (o en todo caso fatalista) que no convencerá tampoco a todos los integrantes de la comunidad judía, más allá de las motivaciones encomiables de su creador.
Pese a ello, nos encontramos ante una obra rodada en 35 mm que luce magníficamente en la pantalla grande; que cuenta con un soberbio uso del espacio y metáforas visuales brillantes; que maneja un diseño de sonido superlativo; que tiene inesperadas dosis de sensualidad; que no aburre nunca en desmedro de su exorbitante duración; que provocará toda clase de discusiones interesantes y que, por si fuera poco, se encuentra coronada por las excepcionales actuaciones de Brody y Pearce, quienes han sido nominados a los Globos de Oro y recibirán probablemente un trato similar en el Oscar.
LOS FRIKIS
Directores: Tyler Nilson y Michael Schwartz
Reparto: Héctor Medina, Eros de la Puente, Adria Arjona
Género: Drama social
A estas alturas, hasta el idealista más empeñoso debería reconocer que la situación de Cuba en términos económicos y sociales es desastrosa, más allá de las intenciones originales que puedan haber tenido los líderes revolucionarios. Y debería también saber que lo que pasa ahora por allá no es algo nuevo.
“Los Frikis”, que se estrena este viernes en salas selectas de Nueva York y Los Ángeles antes de su estreno nacional del 25 de diciembre, nos traslada a la isla caribeña a inicios de los ‘90, es decir, durante el estallido del ‘Periodo Especial’, que se produjo tras la caída del Muro de Berlín y que puso a los habitantes comunes y corrientes del lugar en condiciones realmente precarias.
Lo que muchos no saben, o no pueden llegar ni siquiera a imaginar, es que, en esos mismos momentos, existía por allá una bulliciosa y casi clandestina escena de punk rock encabezada por bandas que, como era de esperarse, se oponían al sistema, y que eran naturalmente reprimidas por el régimen, como lo era el rock en general.
Lo que se cuenta en la cinta parece irreal, pero sucedió realmente: al enterarse de que las condiciones de alimentación y de libertad eran considerablemente superiores al interior de los campos de internamiento para enfermos de VIH que había creado el gobierno, muchos de estos inconformes decidieron inyectarse el virus, guiados tanto por un desconocimiento de lo irremediable que podía resultar el mal como por la desesperación total que experimentaban.
Tomando como base estos sucesos y filmando por completo en un idioma que no dominan, los directores y guionistas estadounidenses Tyler Nilson y Michael Schwartz (“The Peanut Butter Falcon”, del 2019) presentan la historia ficticia de Paco (Héctor Medina) y Gustavo (Eros de la Puente), dos hermanos vinculados a dicho movimiento musical que, una vez internados, descubren un universo de tolerancia y de solidaridad en el que se encuentran también muchos integrantes de la comunidad LGBTQ, igualmente estigmatizados por el castrismo.
Pese que el filme se rodó en Santo Domingo, su sentido del realismo no deja de ser poderoso, bajo el amparo de actuaciones provenientes de intérpretes cubanos que, en muchos casos, se encontraban viviendo todavía en la isla antes de que se efectuara la filmación, y que tuvieron que someterse a cambios físicos y a entrenamientos diversos para lograr que sus papeles fueran creíbles y, en algunos casos, notables, como sucede con Medina y De la Puente. La única que desentona en el conjunto es Adria Arjona, quien se ha convertido en una excelente actriz con el paso del tiempo y que funge también de productora ejecutiva, pero que tiene el único papel forzado de la trama.
THE COUNT OF MONTE CRISTO
Directores: Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière
Reparto: Pierre Niney, Bastien Bouillon, Anaïs Demoustier
Género: Drama histórico
A diferencia de lo que ha sucedido con “Cien años de soledad” -por mencionar el tema de moda-, la novela “El Conde de Monte Cristo” ha sido adaptada tantas veces a la pantalla grande y a la chica que resulta complicado saber cuántas versiones de esta clase ha tenido. Existe incluso una recreación mexicana reciente para la televisión, que fue exhibida en ViX y protagonizada por William Levy.
En ese sentido, la película que se estrena este fin de semana, y que respeta en gran medida los textos de Alexander Dumas, se encuentra completamente libre de cualquier sentido de novedad, lo que no le quita el mérito de ser una producción de excelente manufactura que, además de haber sido producida en Francia (es decir, el país de origen del célebre literato), funciona tanto como un colosal relato de época que como un eficaz producto de entretenimiento, en consonancias con las intenciones comerciales del libro original.
Cuando se pone una historia de venganza, de supervivencia y de redención tan fascinante como esta en manos de cineastas realmente competentes, no se debería esperar resultados mediocres; y eso es lo que sucede con los directores y guionistas Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, quienes debutan en la silla principal del set pero que, anteriormente, escribieron los guiones de las dos adaptaciones cinematográficas de “The Three Musketeers” que se estrenaron a lo largo del 2023.
Eso quiere decir que nos encontramos antes dos admiradores auténticos de Dumas que habían tenido ya la oportunidad de probar su talento para el trabajo y que, al convertirse en realizadores, contaron con el presupuesto necesario para darle vida de manera convincente a una aventura que incluye un naufragio y un rescate en altamar, un encierro prolongado en una inmensa y tétrica prisión de alta seguridad, una fuga carcelaria impresionante, un vistoso duelo de espadas y una cantidad generosa de locaciones fastuosas.
Y que también incluye, por supuesto, a Pierre Niney, un joven y talentoso actor que logra transmitir con convicción el drama de un sujeto de buen corazón que, luego de sufrir traiciones e injusticias imperdonables, se transforma en un vengador multimillonario al que le resulta difícil recuperar el sentido de humanidad que le sobraba antes de ser encarcelado injustamente y de haberlo perdido todo.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.