CRÍTICAS. Angelina Jolie en la ópera, peruanos en la encrucijada y más estrenos de cine

Aunque la propuesta más comercial y familiar de esta semana (¿alguien dijo “Moana 2”?) se estrenó por adelantado, todavía quedan películas (probablemente más interesantes, definitivamente más artísticas) por lanzarse en las salas estadounidenses durante los días que rodean a la celebración del pavo. Y dos de ellas representarán a sus respectivos países en los Premios de la Academia.

MARIA

Director: Pablo Larraín

Reparto: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher

Género: Drama biográfico

Han pasado 25 años desde su primera (y hasta ahora única) victoria individual en el Oscar, que se produjo en la categoría de Mejor Actriz de Reparto por su papel en “Girl, Interrupted” (1999). Ahora, Angelina Jolie tiene la oportunidad de competir en el rubro principal de interpretación de los mismos Premios de la Academia, que deberían sin duda considerarla debido a su excelente labor en “Maria”.

La nueva cinta, que se estrena este fin de semana en salas selectas antes de su lanzamiento del 11 de diciembre en Netflix, compañía que la produjo, reconstruye los últimos años de Maria Callas, la legendaria cantante greco-estadounidense de ópera que falleció en París apenas pasada la cincuentena. Pero no se limita mostrarla en esos momentos, sino que recurre a numerosos flashbacks con la finalidad de hacer que el espectador comprenda la peculiar conducta del presente que se muestra.

Eso es al menos lo que la plantea la película de Pablo Larraín, el aclamado director chileno que, luego de darse a conocer como autor de películas tan logradas y con tanta carga política como “No” (2021), “El Club” (2015) y “Neruda” (2016), expandió sus horizontes geográficos para posicionarse como un eficiente creador de relatos fílmicos vinculados a mujeres relevantes del siglo 20, como lo demostraron previamente “Jackie” (2016) -basada en las experiencias de la esposa de John F. Kennedy- y “Spencer” (2021) -inspirada en la tirante relación entre la Princesa Diana y la monarquía británica-.

Evitando nuevamente las trampas y los excesos de los ‘biopics’ convencionales, y trabajando una vez más con un guión escrito por el británico Steven Knight, quien colaboró con él en “Spencer”, Larraín pinta un retrato devastador de una artista a la que la felicidad le parece haber sido esquiva y que, en la mayor parte del filme, luce seriamente afectada por la incapacidad de su garganta para alcanzar las impresionantes notas de sus mejores tiempos.

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Esto la ha colocado en una situación de semi retiro con la que lidia mediante el refuerzo de una fragilidad física que no era evidentemente saludable y el abuso de unas drogas medicadas que, al menos aquí, aparecen como responsables de las alucinaciones que supuestamente la afectaban.

Para el trabajador común y corriente, ver a esta mujer privilegiada que parece tenerlo todo, y que pese a que ello se encuentra permanentemente insatisfecha, puede sentirse inicialmente como un simple acto de egoísmo. Sin embargo, más allá del empleo de una circunstancia traumática de su adolescencia que, según varios estudiosos, no ha sido probada, el dolor de la insuperable soprano ante el irremediable declive de su don más preciado resulta plenamente justificado.

Y eso queda claro no solamente durante las escenas en las que el personaje aparece ofreciendo sus mejores ‘performances’ ante audiencias evidentemente deslumbradas, haciendo gala de una voz portentosa y de un innegable talento para la actuación, sino también en las escenas que la muestran en sus momentos de mayor debilidad, mientras trata de recuperar la forma perdida ante un pianista solitario, y que fueron creadas con el uso parcial de la voz de Jolie, quien tuvo que someterse a un estricto entrenamiento de garganta.

Fuera de estas demandas técnicas, Jolie le da cuerpo y alma a las emociones de la diva con un nivel de convicción que no deja nunca de maravillar, incluso cuando la película entera se encuentra marcada por una gelidez que se rompe ocasionalmente durante las intervenciones de los empleados de servicio de la cantante, Ferruccio (Pierfrancesco Favino) y Bruna (Alba Rohrwacher), quienes luchan constantemente para que la solitaria estrella apagada ponga nuevamente los pies sobre la tierra.

THE SEED OF THE SACRED FIG

Director: Mohammad Rasoulof

Reparto: Soheila Golestani, Missagh Zareh, Mahsa Rostami

Género: Drama

El simple hecho de haber sido filmada en secreto dentro de un país que se encuentra dominado por una teocracia brutalmente opresiva para contar una historia de denuncia y rebelión hace que esta producción posea de antemano un enorme interés histórico y que sea una muestra evidente de una insólita osadía.

Pero lo más interesante en términos artísticos es que, además de sus méritos coyunturales y propositivos, “The Seed of the Sacred Fig” -que representará a Alemania en el Oscar, y que se verá en salas de L.A. desde este fin de semana- es una de las mejores películas de este año que se termina.

El realizador citado es Mohammad Rasoulof, uno de los representantes más renombrados del cine iraní y uno de los blancos principales del régimen islámico, hasta el punto de que el anuncio de la proyección de este filme no autorizado en el Festival de Cannes le valió una condena de prisión de 8 años que él mismo evadió escapando a Alemania al lado de dos de sus actrices.

El contenido de la cinta se gana merecidamente la ira de la tiranía al presentar una historia supuestamente ficticia que se conecta directamente con la realidad, ya que nos presenta a Iman (Missagh Zareh), un veterano empleado de la Corte de la República Islámica que acaba de acceder a un puesto de investigador que mejorará sin duda la condición económica de su familia, pero que lo obligará a firmar sin revisión alguna alguna las caprichosas condenas de muerte que afectan a detenidos cuya culpabilidad se encuentra seriamente en duda.

Pese a contar con el aval de su esposa Najmeh (Soheila Golestani), quien defiende el sistema y cree que este se encuentra cimentado en la voluntad divina, Iman empieza a sufrir un rechazo cada vez más intenso por parte de sus jóvenes hijas Rezvan (Mahsa Rostami) y Sana (Setareh Maleki), quienes asisten a la universidad y que son testigos de primera mano de las atrocidades cometidas por agentes afines al poder contra los estudiantes que se atreven a participar (o que se involucran por accidente) en una serie de protestas generadas tras la sospechosa muerte de una muchacha en Teherán (en clara alusión a lo que paso con Mahsa Amini en septiembre del 2022).

La película comienza con Iman, lo que hace pensar que veremos todo lo que sucederá a través de sus ojos; pero el punto de vista pasa casi de inmediato a Najmeh, Rezvan y Sana, lo que le permite a Rasoulof demostrar la habilidad y la sensibilidad que tiene para construir universos femeninos pertenecientes a una cultura que se debate entre la sumisión a las normas y la búsqueda de libertad. De hecho, el transcurso de la historia parece probar que las víctimas principales de la represión en Irán son las mujeres, pero que ellas mismas son, a la vez, las personas más combativas y valientes en medio de la desastrosa situación.

En ese sentido, las mejores actuaciones provienen de Golestani, Rostami y Maleki, aunque Zareh hace muy bien lo que le corresponde al desarrollar a un personaje que se muestra inicialmente empático y cariñoso, pero que se va volviendo poco a poco paranoico y peligroso. Más allá del interesante tono feminista y antipatriarcal que tiene la cinta, es necesario destacar la comprensión que exhibe Rasoulof sobre el papel decisivo de las redes sociales en el develamiento de injusticias y en la concientización de la población, plasmada muchas veces en la integración de videos reales al relato.

Pese a las complicadas condiciones del rodaje, “The Seed of the Sacred Fig” no luce como si hubiera sido hecha a la carrera, sino que posee una puesta en escena esmerada y sugestiva; y si bien su última parte se mete de lleno en unos terrenos del ‘thriller’ que tienen indudable sabor hollywoodense, ya para entonces, Rasoulof nos tiene en la palma de su mano, incluso cuando los trámites se extienden más de lo necesario (esto dura cerca de tres horas, y pudo ser definitivamente más corto).

REINAS (QUEENS)

Directora: Klaudia Reynicke

Reparto: Gonzalo Molina, Abril Gjurinovic, Luana Vega

Género: Drama

A veces, ver las cosas desde fuera ofrece una perspectiva mucho más poderosa que cuando uno se encuentra inmerso en la situación que quiere tratar. Y eso es lo que sucede en “Reinas” (“Queens”), el notable filme en español que se estrena este viernes en el Laemmle Royal y que, a pesar de haber sido creado por una cineasta que dejó Perú a los 10 años de edad y de ser la película elegida por Suiza para tentar suerte en el Oscar, posee un sentido de autenticidad del que puede dar plenamente fe un nativo de la nación andina como lo soy yo.

La directora y coguionista Klaudia Reynicke emplea experiencias tanto de su niñez (cuando abandonó el país al lado de su madre) como de su adolescencia (cuando volvía a este de visita) para crear a dos personajes: Lucía (Abril Gjurinovic), de 10 años, y Aurora (Luana Vega), de 15. Las dos están a punto de irse de la nación andina con su madre Elena (Jimena Lindo), quien ha conseguido un trabajo en el extranjero.

El problema por aquí es que ha reaparecido su padre Carlos (Gonzalo Molina), un tipo que ha estado tan alejado de sus vidas que ellas lo llaman Carlos y que, a pesar de ser aparentemente incapaz de mantener a sus hijas y de no ser precisamente responsable, no es una mala persona, sino un sujeto enfrentado a la desastrosa situación social y económica que atraviesa su país, así como a su propia incapacidad para cumplir con el estricto rol de proveedor que le ha adjudicado la sociedad.

El hecho de que Carlos no sea un miserable en términos morales (aunque lo es a veces en lo financiero) es un mérito mayor dentro de una película en la que no hay villanos, al menos en lo que respecta a los personajes principales, porque la historia se desarrolla a inicios de los ‘90, cuando Lima sufría los estragos de un conflicto interno que sacudió sobre todo a las provincias, pero que afectaba ya a la población capitalina a través de apagones, coches bomba y detenciones potencialmente peligrosas por parte de las autoridades.

Reynicke acierta también en lo que respecta al tono de la película. Pese a que el conjunto se encuentra naturalmente inclinado hacia el drama, no faltan esos momentos de distensión y de humor que existen en la vida real, plasmados en unas referencias a la famosa gastronomía peruana que no lucen como artilugios publicitarios, y en referencias cinéfilas, culturales y musicales que serán disfrutadas por los espectadores de la misma procedencia, sin que esto afecte la comprensión de la historia y la identificación que puede sentir cualquiera con lo que le sucede a estos personajes.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.