Crisis de los opioides: ¿Puede ocurrir en España?
Tras la epidemia en Estados Unidos, crece la preocupación por las sobredosis mortales relacionadas con analgésicos opioides. Una reciente sentencia judicial pone el foco en las farmacéuticas
Los avances en la medicina han permitido, en las últimas décadas, calmar dolores insoportables que causaban estragos en la calidad de vida de las personas. Esto, según los profesionales de adicciones, “era algo necesario”. Sin embargo, desde la sociedad científica Socidrogalcohol advierten que el uso de este tipo de medicamento conlleva riesgos mayores como abuso, adicción y sobredosis.
De hecho, Estados Unidos sufre una epidemia de adicción a los analgésicos opioides (prescritos por los médicos) y también de sobredosis mortales por opioides, asociados a tranquilizantes o pastillas para dormir.
En España y Europa también ha aumentado progresivamente el consumo de sustancias opioides, aquellas que inhiben la percepción que una persona tiene del dolor y que, en cualquier caso, requiere de una receta médica.
“Podemos estar ante la punta de un iceberg de un problema de salud pública que nos atañe a todos”, explica Ana Isabel Henche, responsable de la unidad de conductas adictivas en el Hospital de Toledo y miembro de Socidrogalcohol.
El problema ha adquirido tal envergadura que en Estados Unidos un juez ha condenado a la multinacional Johnson & Johnson (J&J) a pagar más de 572 millones de dólares (515 millones de euros) por su papel en la crisis de los opiáceos en el estado de Oklahoma que, según el Gobierno estatal, ha causado más de 6.000 muertes en las últimas dos décadas.
No es un caso aislado ni afecta solo a estrellas del rock y de Hollywood como Prince y Tom Petty (fallecidos por una sobredosis accidental de opiáceos), o como Demi Lovato y Brad Pitt, cuyo talento ha sido devorado por el consumo de alcohol y drogas o por adicciones comportamentales que lejos de lo que socialmente se cree “no buscan un efecto euforizante y desinhibidor, sino tranquilizante, apaciguador o bien para evadirse de una realidad que les resulta abrumadora”, matiza el doctor Josep Guardia Serecigni, vicepresidente de Socidrogalcohol.
Es decir, que le puede pasar a cualquiera, como a Matthew Serra, al que un médico recetó opioides cuando sufrió una lesión en la columna vertebral; un caso que ha causado alarma social y levantado ampollas al tratarse de un joven deportista de 28 años que murió por sobredosis de fármacos adquiridos legalmente con receta médica, según publica El Mundo.
Los últimos avances en investigación del National Institute On Drug Abuse (NIDA) de EE.UU. estiman que la cifra asciende a 165.000 muertes por sobredosis y más de 400.000 visitas a servicios de urgencias, desde 1999.
Además, “el número de sobredosis se ha multiplicado por 4, y el riesgo de que sean mortales se potencia cuando la persona toma bebidas alcohólicas y/o medicamentos tranquilizantes o para dormir junto con analgésicos opioides”, apunta el doctor Ivan Montoya, director clínico de la División de Farmacoterapias y Consecuencias Médicas del Abuso de Drogas del NIDA en Bethesda, EE.UU.
Prescripción descontrolada
La situación allí se ha catalogado de ‘catástrofe sanitaria’ causada por las cantidades formidables de analgésicos opiáceos que recetan los facultativos estadounidenses (si un médico europeo recetaría dos dosis por, por ejemplo, extraer una muela del juicio, un estadounidense prescribe diez) que han producido adicción y sobredosis en muchas personas y ha hecho que se incremente también el consumo de heroína.
“Las personas que desarrollaron una adicción a algún medicamento opioide, cuando se paró su suministro, se lanzaron a buscar otra sustancia que les calmara el síndrome de abstinencia, por lo que ha aumentado el consumo de heroína, cuenta Montoya De todos modos, sigue habiendo un mayor número de sobredosis relacionadas con analgésicos opioides, fentanilo y derivados, que con heroína o metadona. Y el consumo simultáneo de opioides con benzodiacepinas ha contribuido tanto al aumento de sobredosis como a su mayor letalidad”, explica Montoya, gran conocedor de la situación sobre el consumo de opiáceos y las muertes por sobredosis en aquel país, así como de los esfuerzos en investigación para paliar un problema que en la actualidad provoca más muertos que los accidentes de tráfico.
¿Posible efecto contagio?
En España y Europa, como en el resto del mundo, la prescripción de analgésicos opioides ha aumentado de forma sustancial en los últimos 10 años.
No es descabellado pensar que, a la larga, la tendencia actual pueda desembocar en una situación similar a la de EE.UU. Según el informe ‘Utilización de medicamentos opioides en España durante el periodo 2008-2015’ de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), el consumo de opioides en España se ha visto incrementado en un 83’59 por ciento.
En concreto, según datos de este organismo dependiente del Ministerio de Sanidad, en España, el consumo extrahospitalario de opioides pasó de 7,25 dosis diarias por cada mil habitantes en 2008 a 13,31 dosis en 2015.
“Aunque en nuestro país no disponemos de datos fiables sobre la morbimortalidad relacionada con el abuso de estos fármacos, si nos atenemos a las cifras de EE.UU. (a lo largo de la última década, las tasas de mortalidad por sobredosis de opioide se han triplicado, las urgencias relacionadas con opioides se incrementaron en un 153 por ciento y los inicios de tratamiento por consumo de opioides distintos a la heroína aumentaron en un 236 por ciento), y salvando las distancias que suponen dos sistemas sanitarios tan diferentes, consideramos que el riesgo es importante”, argumenta la doctora Henche en un artículo en la revista Medicina Clínica.
“Calmantes del dolor” parecidos a la morfina
Los opioides son medicamentos que alivian el dolor. Reducen la intensidad de las señales de dolor que llegan al cerebro y afectan las áreas que controlan las emociones, lo que disminuye los efectos de un estímulo doloroso.
Sin embargo, las personas que sufren dolor suelen presentar también ansiedad e insomnio. Por ello es probable que además tomen pastillas tranquilizantes o para dormir, las cuales aumentan el riesgo de parada respiratoria y de que esta resulte mortal.
Y como estos analgésicos producen tolerancia, se produce un aumento progresivo de las dosis, hasta llegar a niveles peligrosamente elevados, o pasar a analgésicos de mayor potencia, incrementando su riesgo de sobredosis.
En nuestro país los opioides se han dispensado para el tratamiento del dolor crónico no oncológico, “a veces justificable, otras veces no tan justificado”, señalan desde el Consejo General para el Trabajo Social y Socidrogalcohol (CGTS).
El tramadol o el tapentadol (a medio camino entre el primero y la morfina) son algunos de los fármacos que más se han incrementado en la prescripción, y se utilizan para tratar dolores de intensidad moderada a grave, como el caso de las lumbalgias.También se encuentra el fentanilo, muy potente, de efecto muy rápido, altamente adictivo y disponible en un gran abanico de presentaciones para su administración.
Consecuencias de un consumo continuado
“Puede producir efectos de rebote del dolor -cuando finaliza el efecto de la toma anterior-, adicción, de manera que su interrupción brusca puede desencadenar un síndrome de abstinencia, que cursa con dolor más intenso y también un efecto de tolerancia que induce al aumento progresivo de las dosis necesarias para calmar el dolor”, apunta el Dr. Guardia.
Las dosis elevadas de analgésicos opioides interfieren el funcionamiento de los centros respiratorios del cerebro, los cuales controlan la frecuencia y la profundidad de la respiración, causando un peligroso enlentecimiento que puede llegar a la parada respiratoria, es decir, que la persona deje de respirar, además de perder el conocimiento.
Guardia ha explicado además que “las personas que sufren dolor suelen presentar también insomnio y ansiedad. Por este motivo, con frecuencia reciben además prescripciones de pastillas tranquilizantes o para dormir, que suelen ser del tipo benzodiazepinas. Otras personas que toman calmantes del dolor recurren a tomar bebidas alcohólicas para tranquilizarse o para poder conciliar el sueño. Tanto el alcohol como las benzodiazepinas potencian el efecto de parada respiratoria de los analgésicos opioides, aumentando el riesgo de muerte inesperada por sobredosis, que se suele producir como accidente, es decir, de manera no deseada por la persona que la sufre. La co-prescripción de opioides y benzodiazepinas (BZD) aumenta el riesgo de sobredosis y también de muertes por sobredosis”.
Cuando una persona ha desarrollado una adicción a opioides presenta un estado de necesidad biológica de auto-administrarse dichas sustancias, que puede llegar a manifestarse subjetivamente como dolor, asociado a deseo intenso o necesidad imperiosa de opioides.
Abordar el dolor desde otro prisma
Por todo esto, los expertos consideran que “hay unos elevados índices de fracaso del tratamiento con opioides y probablemente, la selección actual de estos fármacos en el dolor crónico no es la más adecuada”, apunta Francisco Pascual, presidente de Socidrogalcohol.
Para revertir esta tendencia y ofrecer un tratamiento sustitutivo, la sociedad ha editado una guía para un buen uso de analgésicos opioides.
“No buscamos “demonizar” a estos fármacos eficaces para el dolor, que han aliviado el sufrimiento de muchos pacientes”, explica Henche. “Pero no son una solución sencilla y eficaz en todos los tipos de dolor ni en todos los pacientes, y no están exentos de complicaciones. Consideramos que muy posiblemente, la selección actual de estos fármacos en el dolor crónico no es la más adecuada, las dosis que se utilizan son demasiado altas y la duración de los tratamientos, demasiado larga”.
Los resultados descartan la necesidad de utilizar dosis altas si el paciente no las precisa y de contar con otras intervenciones psicosociales que favorezcan la recuperación frente a la cronificación que supone el uso de dosis altas.
Entonces, ¿cómo debe tratarse?
La adicción a opioides es un trastorno persistente que tiene un trasfondo neurobiológico y que requiere un tratamiento especializado. Sin embargo, la mayoría de personas que sufren una adicción a opioides no han recibido nunca un tratamiento especializado de su adicción.
Ante ello, los especialistas consideran que la mejor opción sería evitar la prescripción de opioides, siempre que existan tratamientos alternativos para el dolor, y también en aquellas situaciones de dolor crónico no oncológico, para las cuales no son eficaces.
“Las personas que ya han desarrollado una adicción a los analgésicos opioides y sobretodo, las que ya han tenido una primera sobredosis, deberían incorporarse a un tratamiento especializado en un Centro de Tratamiento de Adicciones”, indica el doctor Guardia.
Por su parte la doctora Rocío Molina, médico del Centro de Atención a las Adicciones (CAD) de Arganzuela (Madrid) considera que aunque “ya nadie discute la eficacia de los programas de mantenimiento con metadona para el tratamiento de la dependencia de opioides ilegales” , sí es necesario “pararse a pensar sobre las indicaciones, dosis y formas de tratamiento, las nuevas opciones terapeúticas como la buprenorfina, y ajustar los tratamiento de forma más adecuada a los perfiles de los pacientes, con la medicina basada en la evidencia."
Consenso médico
De hecho, ante el aumento de casos de pacientes con adicción a medicamentos derivados del opio, los profesionales españoles han llegado a un consenso a la hora de prescribir fármacos para el dolor y tranquilizantes, cuyos principios han quedado plasmado en la Guía para el Buen Uso de Analgésicos Opioides.
La idea empezó a fraguarse desde las Unidades de Conductas Adictivas, donde en los últimos años han atendiendo a un nuevo perfil de pacientes: aquellos que acuden con criterios de abuso o adicción a analgésicos opioides de prescripción, y que presentan varias características comunes:
Dolor crónico de difícil manejo y una importante limitación de la funcionalidad.
Elevados índices de comorbilidad psiquiátrica, sobre todo depresión y ansiedad.
Y por último, una necesidad compulsiva de tomar los opioides, “sin que sepamos precisar muy bien si lo que buscan es aliviar el dolor, la abstinencia o el malestar psicológico”, apunta la doctora Henche.
Con este manual, en el que han participado profesionales de distintas disciplinas que incluyen Atención Primaria, Oncología y Cuidados Paliativos, Unidades del Dolor y Unidades de Conductas Adictivas, se pretende conseguir un uso más equilibrado de los opioides, que permita su disponibilidad para aquellos pacientes que puedan beneficiarse de ellos y limite un uso inapropiado que suponga un mayor riesgo de las consecuencias negativas asociadas, como la sobredosis o la adicción.
Solución global
Dejando atrás intervenciones farmacológicas y psicológicas más eficaces, aunque es cierto que la situación en España está lejos de tener matices de epidemia, como sí ocurre en EE.UU., el aumento en la prescripción preocupa a los profesionales ya que a nivel social, las consecuencias afectan especialmente, aunque no de forma aislada, a la familia, a la escuela o trabajo y en muchos casos también a la economía. “Se requiere, por lo tanto, de una atención social que intervenga en esos aspectos que se olvidan en muchas ocasiones”, explica Ana Lima, expresidenta del CGTS.
Por último, los expertos remarcan que a las personas con trastorno adictivo “tengan o no un trastorno mental asociado no se las puede catalogar de ‘viciosas’, apartándolas de su entorno o excluyéndolas de ciertos círculos sociales”.
¿Qué opinas del consumo de este tipo de fármacos? ¿Crees que hay una sobre-medicalización para combatir el dolor?
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