¿Cuándo nos obsesionamos tanto con ser 'simétricos'?

Aplicación del kintsugi sobre una flor de loto de cerámica agrietada en Los Ángeles, el 4 de mayo de 2021. (Rozette Rago/The New York Times)
Aplicación del kintsugi sobre una flor de loto de cerámica agrietada en Los Ángeles, el 4 de mayo de 2021. (Rozette Rago/The New York Times)

Los espejos mienten. Lo invierten todo. Esa cara que ves en el baño todas las mañanas, en el espejito de tu polvo compacto es “tu yo opuesto”, el reverso del rostro que ven todos los demás. En teoría, todos lo sabemos.

Y, sin embargo, desde hace unos dos años, este simple hecho ha fascinado y a veces molestado sobremanera a muchas personas (sobre todo a los jóvenes) que prueban los filtros de simetría facial en las redes sociales. Algunos de estos filtros invierten el reflejo del espejo y con ello revelan imágenes de nuestro rostro como lo perciben los demás, lo que desconcierta a muchos usuarios al arrojar una nueva luz sobre todas las imperfecciones a las que nuestro reflejo familiar del espejo nos tiene acostumbrados o que incluso nos oculta: una línea del cabello desigual, la boca torcida, los ojos que no están exactamente a la misma altura.

Todo ello se pone de manifiesto cuando se invierte la imagen. Por estas razones, enfrentarse a la propia cara “invertida” puede resultar un poco extraño (no muy diferente a escuchar la grabación de tu propia voz).

Otros filtros nos sorprenden por motivos distintos, al crear simetría, alinear nuestros rasgos o suavizar las irregularidades o por presentar imágenes perfeccionadas, aunque muy poco familiares, mediante una especie de Photoshop en tiempo real o cirugía plástica virtual.

Estos filtros se han vuelto muy populares. Cada cierto tiempo, parece popularizarse en TikTok una nueva tendencia centrada en la simetría del rostro, al ritmo de música (como “Deja Vu” de Olivia Rodrigo) o de películas. Al recorrer página tras página de usuarios que probaron esos filtros verás toda una gama de reacciones: algunos se ríen ante lo que parece el reflejo deformado de una casa de la risa; otros quedan pasmados y se desesperan ante ese rostro ajeno en la pantalla de su teléfono.

Un efecto de simetría muy utilizado, que aparece en la aplicación como uno de los efectos creativos propios de TikTok es “Invertido”. Según los recuentos públicos de TikTok, el efecto Invertido se ha utilizado en casi 10 millones de videos. En la página de la etiqueta #Inverted (o #Invertido), una descripción pregunta a los usuarios: “¿Eres #Invertido? Usa nuestro efecto creativo y descúbrelo”.

También es posible que el algoritmo favorezca el uso del filtro de simetría. Ya sea que el filtro se use por el algoritmo, mero interés humano o una mezcla de ambos, los videos con la etiqueta #Invertido han alcanzado la sorprendente cifra de 23.000 millones de vistas en la aplicación.

Una serie de filtros en las redes sociales permite a los usuarios evaluar sus rasgos, lo que reaviva la antigua obsesión por la perfección y la belleza. (Miki Kim/The New York Times)
Una serie de filtros en las redes sociales permite a los usuarios evaluar sus rasgos, lo que reaviva la antigua obsesión por la perfección y la belleza. (Miki Kim/The New York Times)

¿Qué motiva esta moda en este momento? Es probable que lo extraordinario de los tiempos de pandemia tenga algo que ver. En los últimos dos años, hemos pasado demasiado tiempo virtual viéndonos la cara y muy poco tiempo normal en presencia de otros. En privado, hemos mirado durante horas nuestros rostros y los de otras personas, con todos nuestros defectos, en pantallas de videoconferencia (el aumento en la cirugía plástica durante la pandemia se ha llamada el “boom de Zoom”). Y en público los cubrebocas no nos permiten disfrutar de la saludable experiencia humana de interactuar con los rostros que nos rodean. Esto podría explicar por sí solo el creciente interés por las aplicaciones de escrutinio facial.

Pero puede que las motivaciones no solo tengan que ver con la pandemia. Está la diversión moderna de hacerse viral en las redes sociales; la antigua y eterna fascinación por la belleza y cómo evaluarla; la diversión desenfadada y carnavalesca de jugar con las imágenes del espejo y el profundo deseo de vernos a nosotros mismos como nos ven los demás.

Leslie Lizette Cartier, estudiante de 20 años de Colorado, se sacó la lotería mediática con su TikTok de simetría facial, que tiene alrededor de 11 millones de vistas. ¿Qué música eligió para acompañar su video? El tema de Quasimodo de la versión de Disney de “El jorobado de Notre Dame”. La canción ya había sido emparejada con los filtros de simetría antes y Cartier se sumó a la tendencia. La letra dice: “Estás deforme / y eres muy feo / por esos crímenes el mundo no perdona”. A pesar del mensaje de la canción, Cartier dijo que no le preocupaban las irregularidades que el filtro revelaba en su rostro.

“Siempre me he burlado del hecho de que un lado de mi cara está muy definido y el otro es un poco más suave. Cuando probé el filtro de simetría, esperaba que fuera así. Hice el video con la intención de hacer la broma”, explicó la joven.

A pesar de ello, cuando el video se viralizó, muchos espectadores se molestaron, tanto por las imágenes como por el audio y sugirieron que fomentaba la burla hacia las personas con desfiguraciones. “Decían que este filtro, toda esta tendencia, es muy perjudicial”, dijo. “Decían: ‘Te estás burlando. Imagina a la gente que en verdad se ve mal, esto podría lastimarlos’”.

Los periodistas han documentado este fenómeno abordando los efectos nocivos para la salud mental de verse a uno mismo como lo ven los demás y ofrecer maneras de lidiar con este nuevo conocimiento de uno mismo. Muchos artículos tratan el tema como una especie de trauma, otro ejemplo de la inseguridad corporal que provoca el internet y que algunos denominan “dismorfia del filtro”.

Dicho esto, tal vez la actual obsesión con la simetría provenga de algo más antiguo y profundo que estos desencadenantes. La fascinación humana con la simetría es un fenómeno antiguo, que tiene vastas implicaciones culturales y biológicas, lo cual ayuda a explicar las fuertes emociones expresadas en las redes sociales.

La belleza siempre ha invitado a la cuantificación y la evaluación. Aristóteles creía que “las principales formas de belleza son el orden y la simetría”. Vitruvio, arquitecto del antiguo mundo romano, comparó la belleza de un templo simétrico con la belleza de una persona simétrica. Leonardo da Vinci creó su famoso dibujo del “Hombre de Vitruvio” en 1490, que representa una figura humana desnuda de proporciones ideales y simétricas y que demuestra las restricciones matemáticas planteadas por Vitruvio, conocidas como la “proporción áurea”.

El concepto de simetría nos ayuda a ver las conexiones entre el diseño de nuestras vidas humanas y todo el resto de la creación, un vínculo entre la belleza humana y el complejo funcionamiento de la naturaleza, la biología, las matemáticas y la física. Los científicos han descubierto que los animales buscan la simetría en sus posibles parejas. Las aves necesitan alas simétricas para volar. Las piernas simétricas ayudan a los seres humanos a caminar.

La simetría también es fundamental para la física moderna. Como explicó Mordecai-Mark Mac Low, titular de Astrofísica del Museo Estadounidense de Historia Natural, en un correo electrónico: “Incluso las teorías de Einstein sobre la relatividad especial y general se basan en la simetría, con respecto a la velocidad relativa o a la propia curvatura del espacio-tiempo”.

Y así, parte de la obsesión de las redes sociales por la simetría quizá haya surgido en realidad de un antiguo imperativo que en su día privilegió la simetría (y quizá todavía lo hace).

Algunos científicos que estudian la belleza lo sostienen desde hace tiempo. En su libro de 1999, “La supervivencia de los más guapos” la profesora de Psicología de la Universidad de Harvard Nancy Etcoff argumenta que, sin importar la cultura o la etnicidad, todos los seres humanos aman la belleza y se sienten atraídos hacia ella. “Cuanta más simetría tiene un cuerpo, más atractivo resulta”, dijo en una entrevista. “Hasta la más leve de las asimetrías nos parece ‘mala’”. Aunque los cánones de la belleza cambian con el tiempo, comentó, muchas personas “quieren ver algo cercano a la perfección o sin defectos evidentes”.

¿Es injusto o erróneo diseccionar la belleza de este modo? ¿Es poco feminista (teniendo en cuenta que las mujeres suelen dedicar mucho más tiempo y energía a su aspecto)? Tal vez. Pero para Etcoff, las interpretaciones culturales no vienen al caso. “Algunas cosas”, dice, son instintivas. “Somos capaces de superar nuestro instinto, pero forma parte de la naturaleza humana”. El ADN, señaló, fue “el productor original de simetría”.

Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que quienes trabajan en la cultura de la belleza estén a menudo tan interesados en la simetría como lo estuvieron Aristóteles y Vitruvio. Según Stafford Broumand, cirujano plástico de Nueva York “la mayoría de la gente es asimétrica. Hay algunas modelos que tienen una simetría facial increíble, y cuando las ves, te dejan sin aliento. ¿Por qué son tan sorprendentemente bellas? Eso es parte de ello, esa simetría asombrosa” (¿qué modelos en particular? Broumand se muestra reticente a decirlo, “incluso podrían ser mis pacientes”).

¿Pero acaso no es un tanto desalmado reducir nuestros singulares y preciosos rostros a ecuaciones y proporciones? ¿Y el encanto de la imperfección? ¿La adorable sonrisa torcida de Drew Barrymore? ¿Los sexys rasgos dispares de Ellen Barkin? ¿El lunar de Cindy Crawford? “Todo es, de verdad, mejor, más bonito y más querido por las imperfecciones que Dios le ha asignado”, escribió el pensador británico del siglo XIX John Ruskin en “Las piedras de Venecia”. Como reconoció Etcoff, “la rareza, la unicidad de una persona puede ser extremadamente atractiva”.

Podemos corroborar lo anterior en una forma de arte que data del Japón del siglo XV. Si bien los griegos valoraban la perfección, la antigua tradición japonesa del kintsugi (que significa “unión con oro”) buscaba unos ideales muy distintos. El kintsugi, que se popularizó en el siglo XVII, es el oficio de reparar piezas de cerámica rotas rellenando la grieta con barniz de resina espolvoreado con polvo de oro, platino o plata, lo cual realza la “cicatriz”.

“El kintsugi es un principio estético que celebra la rotura y la imperfección en lugar de ocultarlas o rechazarlas”, explica Petya Andreeva, profesora de Historia del arte asiático en la Escuela de Diseño Parsons. “Se deriva de la doctrina budista del wabi-sabi, que enfatiza la impermanencia del mundo material, así como la fugacidad de la experiencia humana. La estética wabi-sabi se inclina por los acabados rústicos o desiguales y la asimetría.

Contemplar el kintsugi quizá no ofrezca un consuelo inmediato a los jóvenes angustiados de las redes sociales o a cualquiera de nosotros que ya esté harto de ver su rostro en las videoconferencias. Pero sí ofrece una perspectiva valiosa, en especial si se considera a la luz de las filosofías que afirman que tenemos necesidades “naturales” o instintivas de simetría. En el fondo, no se trata tanto de puntos de vista divergentes como de dos formas de ver un mismo fenómeno.

Ya sea que uno ame la simetría y la busque (llamémosle el lado vitruviano) o reverencie y celebre su ausencia (el lado kintsugi), se está buscando algún tipo de armonía frente a la ruptura o el conflicto. Y tratar de encontrarle sentido al mundo y a sus imágenes es, de hecho, una noble búsqueda con una larga historia.

© 2022 The New York Times Company