¿Desde cuándo nuestra vida personal se volvió tan profesional?

La ubicuidad de las herramientas organizacionales corporativas significa que nuestra manera de gestionar nuestro tiempo laboral y privado con frecuencia no luce tan diferente. (Jo Minor/The New York Times).
La ubicuidad de las herramientas organizacionales corporativas significa que nuestra manera de gestionar nuestro tiempo laboral y privado con frecuencia no luce tan diferente. (Jo Minor/The New York Times).

Hay un meme popular de alrededor del periodo Cretácico Tardío (antes de 2020) que dice: “Cansado de ver la PANTALLA MALA. No puedo esperar a ir a casa a ver la PANTALLA BUENA”.

La “pantalla mala”, en este caso, es la computadora de la oficina en la que uno hace cosas monótonas como programar reuniones, llenar hojas de cálculo y responder correos electrónicos más de una vez.

La “pantalla buena” es la computadora personal, en la que uno hace cosas divertidas como programar reuniones (con amigos, en bares, restaurantes o en las casas de otras personas), llenar hojas de cálculo (para la logística de una despedida de soltera o comidas donde cada quien lleva un platillo), así como responder correos electrónicos más de una vez (sobre la logística de una despedida de soltera, sobre cómo nadie pensó en llevar una ensalada para la comida donde cada quien lleva un platillo).

Además, puedes ver emisiones en continuo de programas de televisión y otras cosas.

El punto del meme es que nuestras vidas profesional y personal a menudo no se ven tan diferentes. Las herramientas corporativas que usamos en la oficina se han infiltrado en nuestra vida personal. Lo cual es comprensible, porque aunque es probable que una corporación nunca se convierta en una familia (sin importar lo que diga cualquier representante de recursos humanos muy animado), nuestra vida personal puede ser un trabajo en el sentido de que los individuos tienen metas personales que desean lograr, tareas mundanas que necesitan completar y chismes con fuentes escasas que quieren compartir mientras toman café.

Las herramientas utilizadas para lograr estas cosas con frecuencia son las mismas en ambos entornos, porque llevar un registro de varios sistemas organizacionales diferentes es demasiado pedir a criaturas que, en el contexto general de la historia de nuestro planeta, apenas hace poco aprendieron a caminar en dos extremidades.

Todo eso tiene sentido, pero también se puede sentir estéril y poco romántico, como un correo electrónico en el Día de San Valentín del consultorio de tu dentista. ¿En qué punto profesionalizar nuestra vida personal le quita espíritu o espontaneidad? ¿En qué momento un nivel saludable de organización se va al extremo? ¿Y cómo pueden las relaciones construidas con base en el respeto, la confianza y la admiración mutuos recuperarse luego de que alguien envía un enlace de Calendly no solicitado?

Diversión programada

En diciembre pasado, Kenzi Enright, una estratega digital de 29 años de Milwaukee, publicó una fotografía en Twitter de la agenda de su padre para su reunión semanal con amigos en un bar. Los temas incluían: “Copa del Mundo” y “China y Rusia”, con algo de tiempo restante para “plática general”. La publicación se volvió viral y Enright tuvo que explicar en Twitter que su padre y sus amigos llamaban a estos encuentros “juntas de consejo” y que él manda mensajes de texto a los otros “miembros del consejo” con antelación para ver si ellos tienen algún tema que les gustaría agregar a la agenda.

Laura Vanderkam, de 44 años, una experta en el manejo del tiempo que vive en las afueras de Filadelfia, argumentó que la planeación del padre de Enright “demuestra un nivel de inteligencia social y emocional del cual muchos grupos sociales se beneficiarían”.

Vanderkam señaló que con demasiada frecuencia las personas no estructuran su tiempo personal con suficiente premeditación. Añadió: “Hay tantas cosas negativas en el lugar de trabajo, pero, en general, la gente intenta lograr cosas y, por ello, son más conscientes de su tiempo en el trabajo”.

Tras jornadas laborales largas y saturadas, planear el tiempo libre quizá no suene tan atractivo. Sin embargo, por tentador que pueda ser creer que nuestro tiempo libre sin estructurar se dedicará de manera automática a profundizar nuestras relaciones, recargar nuestra batería o a holgazanear en campos bañados de sol en una lánguida indolencia, Vanderkam afirma que ese no es normalmente el caso.

La experta aseguró: “Lo que pasa cuando la gente no maneja su tiempo con propósito es que siente como si no hubiera ocurrido. En un mundo con muchas distracciones, no vas a elegir en automático la actividad más rejuvenecedora y relajante. Vas a hacer cualquier cosa que esté frente a ti”.

El mito de la espontaneidad

Cuando Jayne Drost Johnson, de 39 años, comenzó en JDJ, un programa de arte contemporáneo con galerías en Garrison, Nueva York, y el vecindario de Tribeca en Manhattan en 2018, quería encontrar una manera de hacer crecer su carrera mientras recalibraba el equilibrio entre sus vidas personal y laboral para tener más tiempo con su hija. Johnson comentó: “Pensé, no quiero perderme estos años de su vida por estar siempre en la galería el sábado”.

Aquí intervino el Calendario de Google. La recalibración de Johnson ha dependido mucho de este (para ella misma, para las galerías, para su familia). Johnson mencionó: “Trato de poner todo en mi calendario. A veces son proyectos que están relacionados con el trabajo y en ocasiones es como: ‘Hoy es día de arrancar las hierbas del jardín’”.

Jessica Stern, una psicóloga clínica en el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York afirma que las herramientas corporativas también pueden ser útiles en las relaciones interpersonales. Stern sugiere que las parejas tengan reuniones mensuales para hablar de asuntos administrativos como las finanzas y los estilos de comunicación. También recomienda que las parejas agenden el sexo.

Stern indica: “La gente a menudo comenta: ‘Eso es muy extraño, el sexo debe ser espontáneo’, pero si tú y tu pareja no están encontrando tiempo para conectarse entre ustedes, no hay nada más sexi que decir: ‘Quiero ponerte en mi calendario como mi principal prioridad’”.

Pero cuidado, cuando uses herramientas para conectar con amigos y seres queridos, asegúrate de que los amigos y los seres queridos no sientan aversión a ellas. Stern puntualizó: “Tal vez descubres que eres el tipo de persona que es muy organizada en términos de enviar invitaciones de Google o usar Documentos de Google para planear un viaje o una noche de karaoke. Tus amigos podrían agradecerlo o podrían sentirse abrumados por ese tipo de cosas”.

Los cerebros son malas oficinas

El consenso científico general es que la memoria de trabajo (un tipo de memoria de corto plazo que nos permite retener información mientras estamos enfocados en otra cosa) de nuestro cerebro solo puede contener alrededor de cuatro elementos a la vez. Eso significa que depender solo de nuestros cerebros para recordar lo que es importante es un plan infalible... durante un máximo de dos segundos, hasta que de manera inevitable piensas en una quinta cosa que necesitas recordar.

David Allen, un consultor de productividad que creó el sistema de administración de vida personal y profesional Getting Things Done, opinó: “La mayoría de las personas intentan usar su cabeza como oficina, pero es una pésima oficina”, para lo cual usó un término más florido que “pésimo”. “Tu cabeza no es para administrar, recordar, priorizar. Necesitas externalizar todo eso”.

No obstante, incluso si fijas un propósito para tu tiempo libre, mantienes un Calendario de Google perfecto, nunca dejas un correo electrónico sin contestar y externas cada pensamiento que cruza tu cerebro gris y con arrugas, la verdad es que el tiempo es un recurso finito e intentar lograr todas las cosas que te propones tanto en lo profesional como en lo personal es una tarea de Sísifo que seguramente no conseguirás.

Allen concluyó: “Descubrirás que puedes hacer cualquier cosa, pero no todas las cosas. Así que tendrás que estar cómodo con las decisiones que tomes sobre qué haces y qué no vas a hacer”.

En otras palabras, eso es algo con lo que uno tiene que hacer las paces, tal vez puedes programar tiempo en el calendario para reflexionar sobre la belleza y la futilidad de la vida.

c.2023 The New York Times Company