Cuéntame lo que no quiero saber

En una fotografía proporcionada a The New York Times se muestran mensajes enviados a Haras Shirley, quien dijo haberse sentido decepcionado por la frivolidad de las preguntas que recibió. (vía The New York Times).
En una fotografía proporcionada a The New York Times se muestran mensajes enviados a Haras Shirley, quien dijo haberse sentido decepcionado por la frivolidad de las preguntas que recibió. (vía The New York Times).

Parece que cada cierta cantidad de años, una nueva plataforma de mensajes anónimos entra al mercado y en poco tiempo obtiene una base de seguidores, inversiones y atención de los medios… y luego culmina en un fracaso rotundo. Por lo regular, la causa es una combinación de intimidación, acoso o desinformación sin restricciones que florece dentro de la plataforma.

Pero, a pesar de todo eso, no dejan de aparecer nuevas aplicaciones. Una de las recién llegadas es NGL, la cual invita a sus usuarios a pedirles a sus seguidores de Instagram, Twitter, Facebook u otras plataformas que les hagan preguntas y comentarios anónimos. Según lo explica el sitio web de la aplicación, NGL “significa ‘no te voy a mentir’ (‘not gonna lie’, en inglés)”.

Durante junio y la primera mitad de julio, NGL se descargó unos 3,2 millones de veces en Estados Unidos, según Sensor Tower, una firma que analiza datos de aplicaciones. Fue la décima aplicación más descargada en las tiendas de Apple y Google Play en junio, según la firma.

“El anonimato siempre ha sido el ingrediente secreto”, opinó Sherry Turkle, profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts que estudia las relaciones de las personas con la tecnología. Turkle mencionó que el deseo intenso de expresarse de manera anónima no era nada nuevo y señaló los confesionarios en algunas iglesias como ejemplo.

Sin embargo, Turkle agregó que el deseo de anonimato nunca ha estado relacionado con el anonimato en sí mismo. Después de todo, en muchos casos, la promesa de anonimato es falsa o, como mucho, limitada: el cura a menudo sabe quién es el confeso y las aplicaciones que recopilan y distribuyen secretos al mismo tiempo están recolectando la información privada de sus usuarios. De hecho, NGL, la cual fue lanzada en noviembre, va un paso más lejos, pues por 9,99 dólares a la semana les ofrece a los usuarios pistas sobre la gente que les responde.

“El anonimato es un mecanismo para abrirle la puerta a una sensación de espacio y permiso, un espacio liminal entre ámbitos donde puedes expresar algo auténtico o decir algo auténtico que no puedes externar en el resto de tu vida”, comentó Turkle, autora del libro “The Empathy Diaries: A Memoir”.

Harold David, de 34 años, administrador de una empresa de entrenamiento físico en Nueva York, hace poco probó NGL. “Es divertido ver qué dirán las personas cuando son anónimas”, opinó. “¿Quién no querría saber lo que alguien piensa en secreto sobre uno?”.

En una fotografía proporcionada a The New York Times se muestran mensajes enviados a Reggie Baril quien dijo que la mayoría de las respuestas que recibió en NGL fueron malintencionadas. (vía The New York Times).
En una fotografía proporcionada a The New York Times se muestran mensajes enviados a Reggie Baril quien dijo que la mayoría de las respuestas que recibió en NGL fueron malintencionadas. (vía The New York Times).

David mencionó que había visto que unos amigos usaban la aplicación y que esperaba ver comentarios “más vulgares o más lascivos”. Sin embargo, señaló que “en realidad fue una afluencia cálida de respuestas sobre las experiencias que la gente ha tenido conmigo, así que fue una sorpresa muy agradable”.

La experiencia de Haras Shirley, un policía de 26 años encargado de una escuela en Indianápolis, no fue tan positiva. Shirley recibió cerca una docena de respuestas después de publicar en Facebook e Instagram un enlace para NGL.

“Pensé que habría más preguntas sobre mi transición y que iba a poder dar más detalles sobre cómo hacer esas preguntas de una manera apropiada”, comentó. En cambio, Shirley mencionó que la mayoría de las preguntas fueron triviales, pues le preguntaron cuál era su color favorito o qué había sido lo último que había comido.

Shirley entiende el atractivo de la aplicación. “Estas aplicaciones te dan la idea de que la gente está interesada en quién eres y quiere saber más sobre ti”, señaló. Sin embargo, no le llama la atención. “En realidad, esto va dirigido a chicos de secundaria y bachillerato”, comentó.

Con la misma velocidad que se ha popularizado la aplicación, esta se ha topado con críticas.

Las plataformas de mensajes anónimos como ASKfm, Yik Yak, Yolo y LMK han tenido problemas desde hace tiempo para contener la intimidación, el acoso y las amenazas de violencia. Unos mensajes en Yik Yak provocaron que varias escuelas evacuaran a los estudiantes en respuesta a amenazas de bomba o tiroteos. A Yolo y LMK, aplicaciones de mensajes anónimos, las está demandando la madre de un adolescente que se suicidó (las aplicaciones estaban integradas en Snapchat, cuya empresa matriz, Snap, en un inicio era una de las entidades acusadas en la demanda, pero ya no lo es).

Secret, otra aplicación de mensajes anónimos, cerró en 2015 a pesar de contar con inversiones de actores importantes de Silicon Valley. En una publicación de Medium en la que se anunció el cierre de la empresa, David Byttow, uno de sus fundadores, escribió que el anonimato es “la máxima espada de doble filo”.

Mitch Prinstein, director de ciencias en la Asociación Estadounidense de Psicología, comentó que en el internet la gente supone que las opiniones de unos pocos representan una gran subsección de la población.

“El anonimato lo empeora”, opinó. El resultado es que, si alguien deja un comentario anónimo en el que dice que tu corte de pelo es feo, por ejemplo, empiezas a pensar que todo el mundo cree que tu corte de pelo es feo.

Cuando Reggie Baril, un músico de 28 años en Los Ángeles, publicó un enlace de NGL para sus 12.000 seguidores de Instagram, esperaba preguntas sobre su carrera. “Estaba muy equivocado”, comentó. De las 130 respuestas que obtuvo, “había más odio que otra cosa”.

Leyó un par de comentarios en voz alta durante una entrevista telefónica. “Podrías ser muy exitoso, pero tu actitud es terrible y no lo vas a lograr”, dijo. “No estoy seguro de que al Reggie de 2015 le caiga bien el Reggie de 2022”. En otro, lo llamaron “un arribista”.

Le sorprendió la acidez. “No soy una persona beligerante en lo más mínimo”, opinó. “Me encanta hacer bromas, ser bobalicón y decir tonterías”. Decidió no tomarse los comentarios como algo personal. “Leo mucha inseguridad en el subtexto”, mencionó.

Cuando Clayton Wong, un asistente editorial de 29 años en Los Ángeles, probó NGL, recibió una “confesión” inesperada que le dijo que buscara en línea una canción de amor específica. Las sospechas de Wong se activaron de inmediato. “No me pareció que la canción fuera muy buena”, opinó. “Si esta persona me hubiera conocido, habría sabido que no es el tipo de música que me gusta”.

Después de leer los comentarios sobre la canción en YouTube, se dio cuenta de que decenas de personas habían recibido una “confesión” anónima de sentimientos románticos que las había dirigido al mismo video.

Johan Lenox, un amigo músico de Baril, esperaba una experiencia “caótica” en NGL, pero percibió lo contrario. Le sorprendió que hubiera gente que quisiera proteger su identidad al momento de hacer preguntas como: ¿qué hace después de una presentación? o ¿qué se siente ser músico? Se quedó con la duda sobre el objetivo de la aplicación.

“Si quieres platicar con alguien, ¿cómo vas a lograrlo si envías notas anónimas?”, comentó. Lenox cree que NGL tendrá el mismo destino de otras aplicaciones que desaparecieron tan rápido como aparecieron. “Nadie hablará de esto en un mes”.

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