¿Cuán peligroso es el estereotipo de la “latina caliente”?

Tras la publicación de mi reciente ensayo titulado “Está bien que me pregunten ‘¿Qué eres?’”, recibí muchísimos comentarios, buenos y malos, como era de esperar. Sin embargo, un comentario en especial me hizo reflexionar. Un latino me escribió directamente a través de mi cuenta de Instagram, Nueva Yorka, expresando su decepción con mi artículo. Admitió que no había leído el texto completo, pero estaba convencido de su opinión sobre mí: “Sí, eres morena pero por dentro eres blanca. Gracias”.

Me fascinó el “gracias”, así que no puedo dejar de mencionarlo en este artículo.

Inmediatamente me puse a la defensiva, me enojé y, para ser honesta, me sentí herida. Lo sé, soy muy sensible, ¿verdad? Soy de la generación copo de nieve. Cuando logré “sobreponerme”, empecé a preguntarme qué esperan de mí como latina, tanto dentro como fuera de la comunidad Latinx. ¿Cómo podemos definir los conceptos “comportarse como un blanco” y “ser moreno”? ¿En qué consisten estos estereotipos y cuán peligrosos pueden llegar a ser?

La idea dominante es que existe una homogeneidad dentro de la comunidad Latinx, a pesar de que está compuesta por muchos países e identidades culturales diferentes. Una de las ideas preconcebidas se refiere a los mitos de género, como el “hombre malo” y la “latina caliente”. De hecho, es fácil resumir algunos de los estereotipos más comunes sobre las latinas. Una encuesta rápida a hombres y mujeres que conozco, de diversos orígenes étnicos, reveló que los atributos principales son: criada, ruidosa, con curvas, emocional, que habla inglés con acento, apasionada, sensual; es decir, características relacionadas fundamentalmente con el sexo y ser sexy o sensual.

Por lo general, estos estereotipos metafóricos se suelen representar y perpetuar en los medios convencionales, a través de los cuales todos nos familiarizamos con ellos. Arlene Davila, profesora en la Universidad de Nueva York y autora del libro “Latinos, Inc.: El marketing y la creación de un pueblo”, describe la maquinaria del marketing estadounidense como “una industria que solo funciona porque el sector publicitario dirigido a los blancos sigue marginando a las latinas y a las personas de color en sus rankings y publicidad. Tienen un gran impacto porque existe una escasa representación de las latinas en la sociedad dominante”.

Salma Hayek on the set of
Salma Hayek en el set de la película “Del crepúsculo al amanecer”. (Foto de Dimension Films/Miramax/Sunset Boulevard/Corbis vía Getty Images)

Debo reconocer que durante mi infancia vi a muy pocas latinas en el cine, la televisión y la publicidad en Estados Unidos. Alcancé la mayoría de edad en los años 80 y 90. Los íconos de aquellas décadas eran Alicia Silverstone, Drew Barrymore, Winona Ryder, Gwyneth Paltrow y todo el elenco de la serie “90210”. Veíamos “Friends”, “El mundo de Ángela” y “Seinfeld”. La mayoría de los actores en la pantalla grande y chica eran blancos. Por eso, cuando aparecieron las latinas, causaron una gran impresión. De hecho, recuerdo la primera vez que vi a Salma Hayek, uno de mis ídolos, en “Del crepúsculo al amanecer”. Me percaté de su cabello: unos rizos salvajes y oscuros, como los míos. Me percaté de las curvas de sus caderas: unas curvas acentuadas, como las mías. Me sentí bien al verla, una latina deslumbrante en la gran pantalla. Por primera vez me sentí “parte” del canon de belleza socialmente aceptado, sentí que mi peculiar “sello” de “exótica” estaba siendo representado y aceptado como atractivo. Sin embargo, ese mensaje estaba estrechamente relacionado con un estereotipo sexual.

Esto también influyó en los programas que veía en la televisión hispana y latinoamericana de Estados Unidos. Mis padres miraban Univision todas las noches, así como un popular programa de concursos semanal llamado “Sábado Gigante”. Era escandalosamente común ver a muchas mujeres vestidas con poca ropa sobre el escenario como si fueran plantas, cosificadas y utilizadas como objetos, valoradas por su atractivo sexual. Lo peor es que esa imagen se consumía de forma divertida, sin pensar en sus implicaciones.

Décadas más tarde, ese estereotipo social no parece haber cambiado. Yo también experimenté esos efectos cuando mi cuerpo empezó a cambiar y el sexo opuesto lo notó. “Sexy” fue el primer adjetivo, y también el más común, con el que me describían. Me llamaban “sexy” constantemente, desde que era muy joven, y lo odiaba. Además, poco después de que Salma Hayek hiciera su debut principal, sobre todo luego de “Solo los tontos se enamoran”, me comparaban constantemente con ella. Y con esta relación surgió una expectativa sobre mi destreza sexual. Sin embargo, no estaba preparada ni deseaba estar a la altura de las suposiciones que los demás hacían sobre mi sexualidad. De hecho, en mi casa se imponían reglas casi militares sobre los chicos, de manera que las chicas Hoppe éramos bastante tímidas, y cuando digo tímidas, me refiero a que estábamos aterrorizadas sobre el sexo en general (lo siento, hermanas).

Sin embargo, yo también era joven y rebelde. Obviamente, me daba miedo la imagen que pudieran formarse de mí, pero dado que también quería satisfacer mi necesidad de autoexpresión, recurrí a la moda. Mi mejor amiga durante el primer año de instituto, Tara, era una rubia esbelta y hermosa. Compartíamos un apasionado interés por la moda y, a menudo, íbamos juntas de compras. Vestíamos lo mismo, o casi, ¡pero la reacción que provocábamos era muy diferente! A ella la llamaban “linda” y “bonita”, además de catalogarla como “la mejor vestida”, yo usaba la misma ropa y me llamaban “zorra”, acusándome de querer llamar la atención. Nada de eso pasaba por mi mente, simplemente prefería usar unas botas hasta la rodilla que unas Birkenstocks y, ¡me encantaban los tops! ¡Eran los años 90!

Jennifer Lopez posa para los fotógrafos en la 42 edición de los Premios Grammy, el 23 de febrero de 2000. (Foto: Vince Bucci/AFP/Getty Images)
Jennifer Lopez posa para los fotógrafos en la 42 edición de los Premios Grammy, el 23 de febrero de 2000. (Foto: Vince Bucci/AFP/Getty Images)

Entendí que no era tan aceptada como mis amigas blancas, y si no quería que me percibieran de cierta manera, tenía que moderar mi deseo de autoexpresión. Obviamente, eso influyó en mis decisiones sobre mi apariencia, sobre todo a la hora de escoger la ropa y dirigirme a los chicos. En una ocasión, antes de ir a una fiesta de la escuela, mi novio me pidió que me cambiara el vestido porque “no iba a llevar a J. Lo al baile”. Eso sucedió justo después de que Jennifer Lopez usara el ahora famoso e infame Versace verde con el gran escote en los Premios Grammy 2000. Estaba claro que mi latinidad influía en mi forma de vestir, lo que se tradujo en una conclusión negativa: promiscua. Nunca hubo evidencias que fundamentaran esa idea, tan solo una imagen, una imagen reforzada por los medios convencionales que la gente acepta y proyecta sobre los demás, ya sea de manera consciente o inconsciente.

Ana Flores, experta en medios de comunicación y ferviente defensora de la diversidad de género, ha abordado este tema en dos ocasiones en la Casa Blanca. Hace poco me senté con la creadora del sitio We All Grow Latina Network para analizar estos estereotipos y sus efectos sobre las jóvenes. Flores explicó: “No estoy segura de que exista una cultura en las principales cadenas en América Latina y Estados Unidos que quiera cambiar la difusión de los estereotipos que afectan a las latinas. Muchos de los mejores programas de las cadenas de habla hispana, tanto aquí como en el extranjero, siguen cosificando a las mujeres. No solo eso, sino que la cultura de las telenovelas, los reality shows desvergonzados y los programas de chismorreos siguen predominando y en ellos se cataloga a las mujeres como víctimas, dramáticas y emocionales”.

En 2015, Vanity Fair analizó este tema en un artículo de portada sobre Sofía Vergara y luego, en 2017 volvió a publicar otro artículo más corto. El artículo destacó la voluntad ingeniosa y “sin complejos” con la cual Vergara ha asumido su satírico volumen de trabajo, algo que en el pasado ya habían hecho mujeres blancas como Audrey Hepburn, Marilyn Monroe y muchas más, que también fueron estereotipadas. Si bien estoy totalmente de acuerdo, existe una notable diferencia, y es que a lo largo de la historia hemos visto a muchas mujeres blancas en la pantalla pero también hemos sido testigos de la evolución y la variedad de esas imágenes. No se puede decir lo mismo de las mujeres de color. Por tanto, cuando la actriz mejor pagada de la televisión, del programa más popular del país, pasa a encarnar el estereotipo de “latina caliente”, esto tiene un gran impacto.

Sofia Vergara on the May 2015 cover of Vanity Fair. (Photo: Vanity Fair)
Sofía Vergara en la portada de Vanity Fair, en mayo de 2015. (Foto: Vanity Fair)

Flores, quien ha trabajado durante más de 15 años como productora creando contenido para las cadenas de América Latina y el público hispano de Estados Unidos, confirma que los estereotipos tienen un efecto contundente en las mujeres jóvenes, y los medios de comunicación tienen gran parte de la responsabilidad. “Por supuesto, los estereotipos existen, pero se amplifican y se propagan debido a las imágenes y los medios que las niñas y los niños consumen constantemente”, afirmó. “Si esa es la imagen que representa a la joven latina, esta cree que debe encajar en ese patrón, que es lo que se espera de ella. Nuestro trabajo como creadores de contenido consiste en divulgar las historias de latinas exitosas de orígenes diversos”.

A medida que representemos imágenes más auténticas de las mujeres de color, sin omitir nuestras diferencias culturales, estos estereotipos perderán su atractivo masivo. De esta manera no atribuirán mis cualidades positivas como latina a los efectos de la asimilación cultural y no me etiquetarán como “blanca artificial”. De hecho, lo más inquietante de no ajustarse a los estereotipos de la latinidad en Estados Unidos, es que cuando muestro características que no reflejan los mitos comunes, me acusan de no ser yo misma. Me acusan de “parecer blanca”.

Hace unos meses tuve una cita con un joven muy agradable que me gustaba mucho. Era medio caucásico y medio coreano. Estábamos sentados con las piernas entrecruzadas en el mismo lado de la mesa, lo que me parecía particularmente romántico, cuando le comenté un desafío al que me estaba enfrentando en el ámbito profesional. Bryan me tomó de la mano y me respondió sin pensarlo dos veces: “Oh, no te preocupes por eso, te comportas como una blanca”. Cuando le pedí que me explicara qué significaba “comportarse como una blanca”, asumió una actitud defensiva: “¡Oh, Dios! ¿Vas a tener esa impertinente actitud latina conmigo?”, y reforzó su insulto moviendo el cuello y apuntándome con un dedo.

Sobra decir que la conversación degradó rápidamente y nunca más lo volví a ver. Me sorprendió su lenguaje porque la mayoría de las personas intenta no recurrir a la retórica racista en su tercera cita, sobre todo si ese discurso se dirige directamente a la persona con la que estás saliendo, pero lo cierto es que sus prejuicios no me conmocionaron. Lamentablemente, ya los había escuchado muchas otras veces. Y no creo que la solución sea intentar cambiar las mentes cerradas como la suya, aunque para mí era importante al menos intentarlo amablemente, con la esperanza de que en el futuro se muestre más compasivo y desarrolle una mentalidad más abierta.

Hoy mi enfoque, sobre todo después de haber conversado con Flores, consiste en ser proactiva. En vez de culpar ciegamente al sistema, tenemos que entender nuestro papel como audiencia y los medios de entretenimiento deben ofrecer historias más substanciosas y complejas desde la perspectiva de las personas de color. Aunque puedo dar fe de lo difícil que es publicar contenido en los medios convencionales sobre las personas de color, Flores tiene una sugerencia maravillosa: “El problema es que los medios de comunicación siguen el juego de la oferta y la demanda. Por tanto, para que los ejecutivos de las cadenas realmente quieran invertir en historias que empoderen e inspiren a las latinas, debemos consumir y aclamar esas historias como sociedad. Por eso considero que los creadores de contenido online son tan importantes para inclinar la balanza, porque no tenemos límites para compartir nuestras historias y empezar a crear realmente una cultura que nos empodere”.

Cardi B durante Tidal X: en el Barclays Center de Brooklyn, el 17 de octubre. (Foto de Theo Wargo/Getty Images para TIDAL)
Cardi B durante Tidal X: en el Barclays Center de Brooklyn, el 17 de octubre. (Foto de Theo Wargo/Getty Images para TIDAL)

Soy una gran defensora de esta estrategia. Sumemos a más personas a la mesa. No me identifico con las celebridades latinas más populares de la actualidad, como Cardi B y Sofía Vergara, pero eso no significa que su imagen pública no tenga repercusiones en mí, simplemente porque se basan en la premisa de que todas somos latinas. Por tanto, es importante ofrecerle a la audiencia mucho más que entretenimiento barato: existe la responsabilidad de contar una historia verdadera. Porque cuanto más alimentemos a la gente con risas fáciles, más bajo será el común denominador y más difícil será abrir la puerta al progreso y promover una mentalidad abierta.

Jessica Hoppe