Cuando los hombres nos embarazamos

Los hombres y las mujeres perciben el embarazo de una manera muy distinta. Para las mujeres, el embarazo a ciertamente es una etapa sublime, celestial, dulce y tierna. Los hombres, ese hermoso ciclo lleva consigo una sensación de gran responsabilidad. Sobre todo, nos concentramos mucho en analizar la situación económica familiar y en la planeación del futuro para asegurar el bienestar de sus parejas y de sus bebés.

Pero también nos suceden otras cosas…

Durante la primera etapa gravidez, las mujeres comienzan a exhibir extrañas pulsiones, caprichillos que deben ser saciados de inmediato. Así pues, el futuro papá sale corriendo a las 2 de la madrugada con el objetivo de conseguir 1 kilo de helado de menta. En ocasiones, no bien nos acomodamos en nuestro sillón favorito para ver un partido de fútbol, suena la “alarma de antojo” y salimos disparados en busca de un bocadillo de chocolate. Gajes del oficio.

Es posible que a los padres primerizos les resulte complejo manejar los lógicos cambios de humor repentinos, producidos por la fluctuación de las hormonas de la gestante. Lo que pasa es que no sabemos cómo reaccionar y así como a veces salimos corriendo a cumplir el deseo de la embarazada, también en algunos casos preferimos tomar distancia, en lugar de actuar y responder de manera incorrecta.

Así de impredecible es la labor: repentina, precipitada, asombrosa. Los hombres vivimos esa etapa con gran vértigo, sabiendo que en cualquier momento debemos cumplir con alguna necesidad de la embarazada. Tenemos la ineludible tarea de cuidar no a una, sino a dos personas: principalmente a la madre y sus aconteceres, y al retoño que está en su vientre, en su vulnerabilidad constante.

Es imposible que aquella circunstancia no genere ansiedad, como una indiscutible respuesta del organismo ante una situación que nos afecta. Los hombres solemos ser poco expresivos. No tenemos la misma facilidad de palabra que las mujeres y eso contribuye a que no expresemos bien nuestros sentimientos y padecimientos.

Los científicos han descubierto un nuevo síndrome: el síndrome de Couvade, que afecta a algunos padres primerizos durante la gestación y que se manifiesta con la aparición de síntomas muy similares a los del embarazo. En contra de lo que se consideraba hasta hace unos años, no se trata de un efecto psicosomático sino real, ya que puede producir alteraciones en los niveles de testosterona del hombre, así como altos niveles de prolactina (la hormona que incide en la producción de leche en las glándulas mamarias).

El síndrome de Couvade, cuyo nombre proviene de la palabra “couver” que en francés significa incubar o criar, puede aparecer en los hombres alrededor del tercer mes de embarazo o próximo al parto. Estos hombres “sienten” el embarazo de su pareja y se mimetizan con los síntomas habituales de la mujer embarazada: náuseas, vómitos, cambios de humor, antojos, aumento de peso, cansancio, tensión baja, calambres en las piernas e incluso dolores abdominales. Según algunos estudios, se calcula que entre el 10 % y el 65 % de los hombres que van a tener un hijo, sobrelleva estos síntomas.

Hace poco, una marca internacional de pañales para bebés y una agencia de publicidad argentina, llevaron a cabo un experimento sorprendente. En conjunto idearon un dispositivo que emula la panza de la futura mamá y le permite a quien lo lleve sentir las patadas del bebé. Es un ingenioso sistema a través del cual los futuros padres sienten las típicas complicaciones de las madres con sus hijos, como los movimientos y las patadas de los bebés de una manera prácticamente exacta y en tiempo real.

Un desarrollo tecnológico creó una faja inteligente para el hombre, que recibe al mismo tiempo los estímulos generados por otra faja con sensores que están conectados al vientre de la mujer.

Aun así, estamos lejos de percibir la complejidad de lo que la mujer siente en cuerpo y alma mientras está embarazada. Aunque nuestra función sea bien distinta en muchos aspectos, jamás delegaría mi deber de esposo asistente y futuro padre atento y solícito; incluso asumiéndolo sin la preparación ni entrenamiento necesarios para transitar por la zona incierta y misteriosa del embarazo.