Los días afuera: un álbum de historias imprevisibles, con el sello potente de Lola Arias
Autora y directora: Lola Arias. Intérpretes: Yoseli Arias, Paulita Asturayme, Carla Canteros, Estefanía Hardcastle, Noelia Pérez e Ignacio Rodríguez. Vestuario: Andy Piffer. Escenografía: Mariana Tirantte. Iluminación: David Seldes. Música: Ulises Conti, Inés Copertino. Coreografía: Andrea Servera. Sala: Teatro Alvear (Corrientes 1659). Funciones: miércoles a domingos a las 20 h. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: Muy buena
En un momento del espectáculo Los días afuera, una de las intérpretes mira al público y dice: “Este es mi primer trabajo en blanco. Nunca imaginé que iba a ser como actriz”. Esta frase funciona como síntesis de la descomunal provocación y potencia que tienen las obras de Lola Arias y que, una vez más, demuestran que el teatro es un espacio clave para tensar los límites entre realidad y ficción. Sobre un escenario con puesta de luces, escenografía que incluye un auto, una estructura de dos pisos, pantallas, un croma y música en vivo; alguien se presenta y dice que vive en una pensión con otras 12 personas y que no tiene documentos. Lo real irrumpe y genera una nueva forma de percepción.
Los días afuera es una obra documental musical protagonizada por mujeres cis y personas trans que pasaron años en la cárcel de mujeres y ahora están en libertad. Es la segunda parte de un proyecto que comenzó con la película Reas, filmada en la ex cárcel de Caseros y estrenada en la Berlinale. La obra narra la vida de seis personas desde el momento en que salen de la cárcel y cruza las biografías en un álbum de historias imprevisibles.
Desde que, en 2009, Lola Arias irrumpió en la escena de Buenos Aires con Mi vida después, una pieza en la que seis actores nacidos en la década del setenta reconstruían la juventud de sus padres a partir de fotos, cartas, ropa usada, relatos y recuerdos borrados, su obra comenzó un avance exponencial en el desarrollo del teatro documental, donde las historias reales de otras personas se despliegan en el espacio ficcional y estético del escenario. Esta tarea le valió este año el premio internacional Ibsen 2024, un reconocimiento que es considerado como “el Nobel del teatro”.
Odiseas personales
Así que hasta el 16 de junio hay tiempo para ver en Buenos Aires su última creación y, según dijo la propia directora, “la más difícil de todas”. Durante el espectáculo, los y las intérpretes (en este género se usa esta palabra, en vez de actores, ya que no lo son) repasan fragmentos de sus vidas en la cárcel y cómo fue la transición hacia la libertad. Aparecen sus infancias, marcadas por la carencia y el desamparo: desde crecer en un barrio sin luz y cloacas, o criarse en un hogar de menores, hasta los motivos que las llevaron a estar presas. Cada una de estas escenas (imágenes de cómo es dormir en la cárcel y fuera de ella, la odisea de buscar trabajo para una persona con antecedentes penales, el reencuentro con la familia) tendrán un gran hilo conductor, que es la música.
Creada por Ulises Conti y con interpretación en vivo de Inés Copertino, las canciones originales relatan estas historias de vulnerabilidad y vitalidad al mismo tiempo, por ejemplo, la posibilidad que tuvieron “estas reas” de formar una banda en la cárcel. La música es la gran pulsión de vida y, así, Los días afuera reinventa el género bajo la forma documental, al mezclar escenas de sus vidas con canciones y coreografías, que transitan desde un pop electrónico hasta la cumbia más romántica y kitsch. Los hechos de violencia y exclusión pueden convivir con escenas de solidaridad, hermandad y compañía entre ellas. Se le canta y se le baila al pasado, se mezcla lo real con la ficción, se genera un desarrollo estético en torno a los hechos reales.
Para que todo este universo tenga ritmo y vitalidad, la puesta en escena funciona como un gran dispositivo para la ficción. La escenografía de Mariana Tirantte es una estructura de caños de dos pisos, con unas cortinas de tul blancas (siempre es un bello recurso para referir al velo de la ficción) que se utilizan como pantallas en vivo. Hay un auto en escena con un croma de fondo sobre el que se proyectan rutas, caminos y charlas, luego de salir de prisión. También otro gran momento con celulares para contar cómo es tener un amor a la distancia y vivir las 24 hs en una eterna videollamada. Los días afuera incluye un gran despliegue técnico, todo a favor de enaltecer estos relatos y llenar de belleza vidas que, en general, solo se cuentan desde la óptica de la violencia cruda y sin matices.
Para el final queda la parte más importante de esta obra, que son sus protagonistas. Desde el comienzo del espectáculo, se establece casi enseguida un código con el público que es el de comprender que sus historias son reales, que no son actores ni actrices y que lo que vemos en el escenario son cuerpos no entrenados ni formados para la actuación. Esa no profesionalidad genera un vínculo emocional, se entiende y transmite la frescura e inocencia y, al mismo tiempo, la imprevisibilidad, los errores, el no saber cómo manejarse arriba de un escenario forma parte de la misma experiencia afectiva.
El público aplaude el espectáculo y a sus intérpretes, en un doble sentido: por lo que hicieron en escena y por sus propias vidas, por el relato de supervivencia, porque existen matices en las historias de la criminalidad, porque presenció un recorrido sensible y humano en estos microrrelatos que son átomos de resistencia en un contexto dominado por los discursos de odio.