Daniel Veronese: por qué “debería haber una Ana Katz en todos los elencos” y la impresión que le causó Sofía Gala
El prolífero director Daniel Veronese volvió al ruedo en la sala Caras y Caretas para presentar su versión de Los padres terribles, una de las obras claves del poeta, novelista, dramaturgo y realizador cinematográfico francés Jean Cocteau. La gran cantante Edith Piaf, para quien Cocteau había escrito una obra de teatro, había muerto dos horas antes. Cuando el creador de obras como La voz humana o Los monstruos sagrados se enteró de la muerte de su gran amiga, dijo: “El barco se acaba de hundir. Este es mi último día en esta tierra”. Cuando el genial creador estrenó la obra despertó reacciones extremas hasta convertirse con el tiempo en un éxito de público.
Para la versión que dirige, Veronese se reunió con actores que suelen trabajar con él como con algunos con los cuales es la primera vez que comparte un experiencia creativa. El quinteto de esta familia disfuncional lo integran Luis Ziembrowski, Ana Katz, Sofia Gala Castiglione, Ana Garibaldi y Max Suen. Son ellos los que dan vida este matrimonio con su hijo, su novia y una tía que ronda por ahí como circulan todo el tiempo por la casa los deseos ocultos, los mandatos, los celos y una sobreprotección salvaje.
Sentado en un amplio sillón de su casa en Colegiales, el exintegrante del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín y uno de los miembros del mítico grupo El Periférico de Objetos, que fundó y dirigió junto a Ana Alvarado y Emilio García Whebi, comienza la charla justamente refiriéndose a sus comienzos. Habla de cuando hacía teatro para diez personas y, tal vez, ni imaginaba hacer teatro en el circuito comercial o dirigir a Alfredo Alcón y Guillermo Francella, como cuando montó Los reyes de la risa.
“Lo de teatro para diez era así. Me acuerdo cuando hicimos una función de El hombre de arena, en Babilonia, a la que fueron 22 personas. Esa noche Paula Nátoli había tenido un inconveniente, yo tuve que hacer el reemplazo y no operar la cabina y lo tuvieron que hacer dos amigos que hicieron un desastre, pero parece ser que nadie se dio cuenta -se ríe recordando esa noche olvidable-. ¡Pero había 22 personas! Babilonia [sitio clave de la modernidad de los noventa] nos posibilita hacer esas cosas. Ahora eso sería imposible, hay contratos de temporada mas cortos, todo es más vertiginoso. Nosotros éramos más de largo aliento. Con Máquina Hamlet hacíamos dos funciones semanales, pero fueron durante cinco años seguidos. Justamente el otro día hablaba con un amigo de lo disruptiva que fue esa obra. Con el correr de los años comenzó a vernos gente que no era del palo. El público se quedaba atónito después de ver la obra, había discusiones luego de la función. En perspectiva, fue un fenómeno exitoso de una obra que no tenía los condimentos para ser exitosa”.
— Pero entiendo que sos consciente de que Máquina Hamlet marcó a determinada generación de creadores como de público.
— En su momento muchos decían que no era un texto para llevar al teatro y fijate que hoy siento que esa obra seguiría siendo potente. Cuando nos creímos que éramos medio los Rolling Stones del teatro alternativo, en el 2000 rompimos todos los muñecos para no seguir haciendo Máquina Hamlet. Fue como quemar las naves, estuvo bien. Después empezamos a tener producciones de afuera y vinieron grandes montajes. En el camino personal me fui alejando del teatro de objetos y empecé a dirigir espectáculos con actores muy especiales. En ese proceso, algo tuvo que ver el nacimiento de mi hija. Tuve necesidad de conectarme con otro tipo de tensiones, de hablar de otras cosas porque con El Periférico no podíamos salir de lo siniestro. Ya había tanta carga acumulada que, aunque no lo buscáramos, lo oscuro siempre estaba ahí.
— Hablás de lo siniestro, de la manipulación y de haber sido padre. Ahora estás haciendo Los padres terribles y pareciera ser que algunos signos, que esas palabras que mencionás son claves para entender la obra.
— En mi propio camino me alejé mucho de aquello que era más formal, más visual. Creo que empecé a dirigir actores para no ser un padre terrible [se ríe]. Sentía que mi casa estaba rodeada de objetos con los que mi primera hija, Valentina, se la pasaba jugando; pero yo necesitaba algo más blanco. Igual mis obras siempre trataron sobre relaciones interpersonales y lo que me interesa en eso es lo roto, lo sucio aunque se trate de una comedia como es el caso de Los padres terribles. En el texto de Cocteau hay manipulación, hay egoísmo, hay mucha mentira y hay mucha necesidad de ser querido sin saber cómo. En verdad yo quiero a los cinco personajes de la obra porque creo que necesitan amor y no pueden llegar al amor. Había visto la obra en 2007, el 9 de julio, el día que nevó en Buenos Aires. La dirigía Alejandra Ciurlanti con Mirta Busnelli, Luis Machín y compañía. La tuve en la compu durante muchos años sin leerla hasta que la gente de Caras y Caretas me propuso hacerla hace cosa de dos o tres años. Por diferentes motivos, se fue frustrando. Íbamos a hacer Sin testigos, el texto que llevó al cine Nikita Mikhalkov, con María Onetto y Luis Ziembrowski pero no se dio. A fin del año pasado nos pusimos a buscar materiales y nos quedarnos con Los padres terribles.
— Ahora bien, es tu versión con modificaciones en relación al texto original pero no sé hasta dónde querés hablar...
— Tampoco lo sé [se ríe un tanto desconcertado]. Yo necesité hacer unos cambios porque es una obra de 1938 que ya en su versión original fue censurada. Desconozco los motivos, no entiendo el miedo que le tiene la censura al humor, a las situaciones extrapoladas de la realidad con estos personajes fantasmagóricos. En mi versión subrayé lugares en donde se distingue el egoísmo en los adultos, como si el estar cerca de la muerte los hiciera aferrarse de una manera idiota a cuestiones que les son significativas, como los seres queridos. Y en los dos personajes jóvenes de la obra que están aprendiendo a crecer yo decidí que al final se fueran de la casa de esos padres, algo que no está en la obra. Ella, la novia [Sofía Gala], está incómoda en ese hogar en el que vive su novio con sus padres [Ana Katz y Luis Ziembrowski]. En el original eso no pasa y yo necesitaba que alguien pare el delirio, que decidiera irse de ahí.
— ¿Ese giro de ese personaje estuvo influenciado por la personalidad de Sofía Gala, una mujer de opiniones fuertes?
— No. Yo sentía que había alguien que tenía que frenar ese delirio. Si hubiera sido otra actriz le habría pedido lo mismo. Por otra parte, ella tiene eso que vos decís pero al mismo tiempo es una dulce. En el plano de la obra es el personaje que no pertenece a esa familia mientras que su novio está a punto de repetir el tipo de conductas de sus padres. Yo no la conocía a Sofía, pero es muy buena actriz y buena amiga. Tampoco había trabajado con Ana Katz. Debería haber en todos los elencos una Ana Katz, porque siempre ve el lado positivo de cualquier situación. Es necesaria más allá de su enorme talento. Y a Max Suen tampoco lo conocía, pero en mi última conversación con María Onetto antes de morir (quien iba a pensarlo, en todas las notas termino hablando de María), le pregunté por Max, porque habían trabajado juntos en Bodas de sangre y ella me lo recomendó.
Inevitablemente se produce un largo silencio cargado de emociones cuando recuerda a la hermosa actriz que Veronese dirigió en La persona deprimida. Durante la charla en su casa aparecen también los nombres de Julieta Vallina y de Claudio Da Passano, otros dos actores que trabajaron con él y que partieron en este último año. Toma aire, acaricia al gato blanco y continúa.
Veronese asegura estar contento con el material. Apenas leyó Los padres terribles se dio cuenta que tenía que hacer su propia versión. “Yo necesito comprender a los personajes, saber por qué funcionan como funcionan y ahí había un montón de cosas que se me escapaban, que no comprendía. Recién cuando escucho el texto en la boca de los actores siento que entiendo más”, reconoce.
— ¡O sea que los ensayos también son un proceso de reescritura?
— Si, vuelvo a escribir todo el tiempo. Los actores me aman porque les pido que estudien la letra y cuando vienen yo ya se las cambié, me quieren matar. Pero si no la saben no puedo entender lo que tengo que cambiar. No sé por qué me pasa eso. Si leo el texto solo, no llego a comprenderlo. Sí me quedaba claro que la obra respondía a otra época, a otro tipo de teatro, a otro espíritu.
En su cuenta de Instagram publicó algo: una parte de un reportaje que le hicieron al creador francés con fama de niño terrible como de ángel. “Señor Cocteau, ¿si alguna vez se quemara el Museo del Louvre, usted a qué salvaría?”. Y él respondió: “al fuego”. “Es maravillosa esa respuesta: es política, es poética”, asegura.
— Y vos, ¿qué salvarías?
— Me gustaría responder como él, pero no podría. Entiendo que salvar al fuego es salvar a la vida y no a los objetos. El fuego es la naturaleza y yo tengo más ganas de conectarme con la naturaleza que con la cultura. El Louvre es una maravilla, pero si se incendia nacerá otra cosa. Sin fuego no podemos vivir.
La naturaleza creativa de Daniel Veronese, su fuego interno, parece dar señales de cambios. De, tal vez, volver a quemar naves. Está escribiendo un guión de cine sobre Mujeres soñaron caballo, una creación suya que estuvo años en cartel y que se ofreció en diversos festivales internacionales. La hipótesis de dirigir una película es algo absolutamente nuevo para él. “Cuando presenté esa obra en México el productor teatral estaba asociado con un productor de cine al que le encantó la obra. En su momento me dijo de llevarla al cine, pero en ese período yo estaba haciendo ocho puestas al año y ni tenía tiempo para respirar. La pandemia me hizo sacar el pie del acelerador, de hecho ya me había alejado un poco del teatro comercial, y como el mexicano todos los años me decía de retomar aquello, lo llamé yo. Como es una gran productora, seguramente se llamen a actores reconocidos”, apunta con su nuevo chiche.
Paralelamente, para fin de año llevará a España Encuentros breves con hombres repulsivos, con Marcelo Subiotto y Luis Ziembrowski y presentará con Malena Alterio Los amigos de ellos dos, que aquí estrenó a finales de 2021. Y tiene otro trabajo que vislumbra como una instalación o tal vez un documental, o crear una “maquina para descubrir cuál es el sistema del actor”. Para ese nuevo chiche se compró la camarita. Si lo del cine le sale bien, promete filmar todo lo que haga.
Para agendar
Los padres terribles, de Jean Coteau. Elenco: Sofía Gala Castiglione, Ana Garibaldi, Ana Katz, Max Suen y Luis Ziembrowski. Teatro: Caras y Caretas, Sarmiento 2037. Funciones: viernes, sábado y domingos, a las 20.