Darío Barassi: su vuelta a la ficción, cómo está de salud luego de la operación y el emotivo recuerdo de su mamá
“Fue un año movidito, en el que me sentí dividido. Y cuando todo terminó el cuerpo me pasó factura, necesité parar un mes y ahora estoy de vuelta, con muchas ganas”, le confiesa Darío Barassi a LA NACIÓN. En noviembre pasado murió su mamá y hace apenas un mes lo operaron de un pólipo en las cuerdas vocales. En estos días retoma la conducción de Ahora caigo, el exitoso ciclo de entretenimientos que conduce en eltrece y este miércoles estrena la segunda temporada de C.H.U.E.C.O. la serie de Disney +.
Durante la entrevista, Barassi se emociona cuando habla de su mamá, a quien acompañó durante todo el proceso de su enfermedad. También se conmueve cuando habla de su esposa, Lucía Gómez Centurión y de sus hijas Emilia e Inés, y cuenta cómo está su salud luego de la intervención quirúrgica. Además, revela por qué tiene un gran ego y cómo hizo para aprender a quererse.
La charla transcurre en los estudios de la productorta Non Stop, donde se grabaron las dos temporadas de la serie que recreó una coqueta casa mexicana y que fue su segundo hogar durante muchas semanas. “Es una serie de mucha calidad que encabezamos con Consuelo Duval. Hice fiesta mexicana en las dos temporadas, para agasajarlos un poco. Tengo un hermano que vive en México y me ayudó con la logística. Cada capítulo es un delirio y hay viajes al futuro, cambios de roles. Fue puro disfrute”, cuenta.
–¿Qué pensaste cuando te convocaron para protagonizar una serie con un mono de fantasía?
–El simio es el protagonista absoluto. Yo acompaño y lo tengo claro, aunque soy un gordo divo con el ego muy alimentado. La serie tiene mucha magia. Entré totalmente en el código y me siento a verla con mis hijas y también con las hijas de mis amigos, que son fanáticas. Ellas compraron y a mí me pasó lo mismo. Mi hija de 4 se enganchó y la otra tiene un año y medio y está todo el día con el Chueco que tenemos en casa, lo chupa, le da de comer, no lo suelta. Un día las traje con sus compañeras del jardín a ver los estudios y la gente que maneja al muñeco estuvo muy bien porque no cortaron la fantasía y armaron toda una situación para que no vean la realidad que hay detrás.
–¿Cómo es el manejo del muñeco?
–Es un equipazo: uno le mueve las manos, otro las piernas, otro los hombros, otro maneja la gesticulación de la cara. Un actor mexicano hace la voz cuando estoy grabando y después Agustín Aristarán (Soy Rada) lo dobla. Las chicas estaban fascinadas y que se presten al código te alimenta como actor. Y Chueco es adorable. En la calle me gritan “Chuecooo”, como yo le grito a él. Es un disfrute. De verdad, no tuve dudas y simplemente, acomodé la agenda. Los guiones son espectaculares, me contaron cómo iba a trabajar con un muñeco, cómo hacía para hablar y entré en el código de inmediato. Todos esos temores que tenía sobre cómo hacerlo, se resolvieron con la magia de la ficción. Haría trescientas temporadas sin ningún problema.
–Muchas veces contaste que te gusta actuar más que cualquier otra cosa. Sin embargo, en los últimos años explotaste como conductor y tenés un sello único.
–Fue en paralelo. Le tenía bastante reparo a la conducción porque inconscientemente sabía que había algo de ese color que me quedaba accesible. Pero superó todas mis expectativas. Nunca pensé que iba a tener la carrera que tengo como conductor. Y jamás creí que me iba a generar tanto disfrute. Es un universo que pretendo transitar por largo rato, porque la paso muy bien. Pero mi esencia, mi naturaleza, mi vocación tiene que ver con lo actoral y voy a tratar de permitirme ir y venir. Me gusta la actuación desde lo lúdico y hacer esta serie es como un recreo. Claro que cumplo horarios y hay días en que estoy más cansado, pero es muy lindo de hacer y de ver. Un disfrute total.
–¿Piensan en una tercera temporada?
–Estamos expectantes. La primera temporada fue muy bien recibida, fue gratificante la respuesta de la gente. Y la segunda es una bomba, superadora de la primera. Así que puede ser porque siento que es un lindo producto y un personaje que llega para quedarse. Hay que ver cómo se acomodan las cosas. Tengo el parámetro de mi hija, y además le genera confusión que yo actúe, pero no lo para de ver y lo pone en loop. Hay un capítulo en el que tengo mucha barba y mucho pelo y es el hitazo de los amigos de mi hija, que creen que de verdad tengo esa barba y ese pelo y juego con eso.
–¿Qué te pregunta cuando te ve en la serie y al lado suyo al mismo tiempo?
–Vimos varios capítulos juntos y se enoja. Me dice: “esos no son tus hijos, yo soy tu hija. Por qué yo no estoy ahí”. Le expliqué cómo funciona y también la traje a las grabaciones para que vea cómo es el trabajo de papá. La dejo que piense lo que le parezca y de a poco le voy contando. Es lindo ser protagonista de un producto que invita a la familia a sentarse frente al televisor y disfrutar todos juntos. Desde que soy papá, y aunque somos un poco estrictos con mi mujer sobre las pantallas, hay un horario cuando ya están bañadas y en pijama, que nos sentamos a mirar Disney. Cierra por todos lados.
–Cuando se estrenó la primera temporada decían que era una copia de Alf, ¿qué pensás vos?
–El ruido siempre es bueno. Me acuerdo que llevaron a Alf a Intrusos y me pareció una genialidad. Yo estaba convencido del producto, la calidad es muy buena y es difícil que algo no funcione cuando está tan cuidado. Crecí viendo Alf pero cuando entré a la historia de Chueco me di cuenta que es una historia más familiar, más amigable y el personaje es pícaro. Noté más diferencias que cercanías. La gente ya compró. No soy de los que sufren las críticas. Son opiniones.
–¿Cómo sigue este año?
–Ahora expectante con este lanzamiento porque tengo muchas fichas puestas. Dentro de la misma empresa hay una propuesta para otra serie y hay que ver si se termina de cerrar. Y Ahora caigo, en eltrece, entiendo que sigue todo el año porque funciona bárbaro; me gusta hacerlo y el canal y la productora están contentos y satisfechos.
–Tenés mucha aceptación en la gente, ¿cómo fue ese primer paso que te animó a conducir?
–Me sorprende que pase a un nivel tan amplio. Lo digo con satisfacción y me ocupo también, pero siempre fui una persona que se sintió querida por mis compañeros de colegio, mis amigos, mi mujer, mi familia, los papis del colegio. Me siento muy abrazado por mi ámbito más íntimo, pero no pensé que eso podía replicarse a un nivel tan grande.
–Pero se replica...
–Voy por la calle y me saludan, voy por la Panamericana y me tocan bocina. Sé que soy gigante, también (risas). A veces pienso que no sé si estoy capacitado para recibir tanto amor y no sé cómo devolverlo. Pero la verdad es que pongo todo el cuerpo, el alma, la cabeza, la voz en todos los productos que hago para devolver todo ese afecto. Me acuerdo de ese primer casting en plena pandemia para 100 argentinos dicen. Salí pensando que era pésimo, como sale cualquier artista de cualquier casting. Y al ratito me llamaron para decirme que estaba entre los candidatos. Le puse el cuerpo y aprendí un nuevo oficio que hoy siento muy propio. Me siento muy cómodo en el rol de conductor, lo disfruto, lo transito con calma, voy patinando. Me desafía, pero no me inhibe. Hay algo que me pasa a la hora de actuar y es como si se me prendiera fuego el cuerpo. Y tampoco puedo andar con el cuerpo incendiado dos veces por día en cada uno de los programas que grabo. Es una nueva vocación que abrazo y siento propia, que no fue natural, pero es una elección y con la que pretendo laburar un rato largo.
–Decís que alimentás mucho tu ego, ¿cómo?
-Es toda una decisión. Hay algo que entrego y genera algún tipo de atracción. Por algo la gente elige verlo y alguna cuota tiene que ver conmigo. Prefiero ser consciente de eso y no decir: “¡Ay! no sé por qué funciona”. Rápidamente pude identificar mis virtudes para potenciarlas y sé cuáles son mis defectos para aminorarlos. Pongo eso en la bandeja para que el público la elija. Valoro reconocer en qué uno es bueno y en qué no. Es algo que respeto y no lo siento omnipotente. Ni creído. Soy un tipo rápido, empático y toda la carne la pongo ahí. También tengo mil fallas e intento que no se noten. Me veo y me gusto, esa es una realidad.
–En general los actores no dicen que se ven y se gustan, más bien se critican, ¿es difícil quererse y aceptarse?
–Sé que suena soberbio. No es gratuito, no es que nací y me gusté sino que fue un proceso. Hay mucha terapia encima. Soy un tipo muy analítico, muy sensible y es un proceso que está buenísimo y lo recomiendo. Hay cosas de uno que están bien siempre.
–¿Cuál podría ser un ejercicio para lograrlo?
–Como conductor trato de identificar qué me diferencia. Soy un tipo que habla y piensa rápido, tiene empatía y lo potencio al cien. Trato de dormir, estar descansado, fresco. Esos son mis potenciales y si voy matado y con sueño no voy a estar rápido ni voy a estar simpático tampoco. Valoro mis armas. Lo mismo a la hora de actuar. Defiendo mis caballos de batalla.
–Hace un mes te operaron de las cuerdas vocales, ¿cómo estás de salud?
–Fue movidito. Tenía un pólipo en las cuerdas vocales y ya me dolía hablar. Y para mí que trabajo como comunicador, era un suplicio. La estaba pasando realmente mal y aparte tenía que cortar y parar para descansar la voz. En un momento se hizo imposible así que paré un mes porque el cuerpo habla. Y vengo también de un año complicado por un tema de salud de mi vieja. Fueron varios golpes, el cuerpo necesitaba un respiro y había que dárselo. Me cuesta un montón en ese sentido, porque así como me amo y me digo “qué capo”, me cuesta priorizarme. Fue un aprendizaje. Paró el mundo un mes y no poder hablar fue letal, así que me fui diez días a Cariló solo. Estoy terminando de recuperarme y volví con muchas ganas.
–Tuviste un año difícil, tu mamá falleció y como contraste tuviste mucho éxito en tu trabajo, ¿cómo convivías con todo eso?
–No tengo idea (risas). Fue muy complejo. Estaba muy dividido. Acompañé a mi mamá en ese universo médico muy tedioso, y después iba a grabar. Fue difícil, como le pasaría a cualquier hijo en esa situación que trabaja y tiene que ser hijo. Me costó un montón y creo que el cuerpo me pasó factura. Era como un soldado y cumplía muy bien en ambos lados. Por ahí faltaba un poco en mi casa y me aniquilaba no estar tanto con mi mujer y mis hijas. Me perturbaba. Pero se acomodó, las enanas entendían, mi mujer siempre me bancó. El proceso duró casi un año, nos tomamos vacaciones después y cuando quise volver no estaba al cien y tuve que parar. Ahora estoy a pleno, disfrutando.
–Sos abogado y ejerciste durante algunos años, ¿colgaste el título?
–Si, no sé qué es eso (risas). Ejercí durante bastante tiempo. Era notero en AM, en Telefe, por la mañana y a la tarde iba al estudio y me ponía el traje de abogado. Tenía muy en claro que había algo de este universo que me gustaba mucho y fue un proceso natural. Sabía que no era por el lado de notero. Fue la típica historia que acompañé a un amigo a un casting y quedé yo. Fue la manera de entrar al medio y todo se dio muy rápido. Enseguida me invitaron al piso de AM a hacer personajes que tampoco era lo que quería, pero era una oportunidad. Vero (Lozano) y Leo (Montero) fueron muy generosos. Después me gané una beca de canto y estuve tres meses estudiando en Nueva York, volví y salió una ficción y las cosas se fueron dando muy rápido.
–¿Ya estabas de novio con Lucia en ese momento?
-Estuve de novio antes, estudiando Derecho, y cuando empezó todo este quilombo ella me dijo: “Andá, resolvelo, vivilo y después vemos”. Y acá estamos, dos hijas, una carrera, ella también es una psicóloga prestigiosa en lo suyo, así que contento con los logros. Agradezco mi presente.
–¿Volvés a seguido a San Juan?
–Si, cuando puedo. Para mí San Juan era volver a la casa de mi mamá. Aunque ella vivió acá en los últimos años, pero tenía su casa allá y pasamos las Fiestas y las vacaciones. Ahora quedó mi familia política y también tíos y primos. Elijo vivir acá, mi familia esta acá y mi trabajo también, me siento porteño, pero tengo una raíz sanjuanina muy marcada. Me hace bien volver a San Juan. Lo necesito una vez por año para resetearme.