David Schwimmer: su increíble amor por las plantas, la nueva etapa en una “ficción científica” y su vida con Ross a cuestas
La saga literaria Goosebumps, creada por el escritor estadounidense Robert Lawrence Stine en 1992 y convertida de inmediato en best seller, se transformó en un fenómeno desde su aparición: dio lugar a un total de 62 libros, publicados en Hispanoamérica bajo el título de Escalofríos, también a una serie de audiolibros, a varios juegos de mesa, a videojuegos interactivos, cortos televisivos, algunos telefilms, una comedia con Jack Black dirigida por Rob Letterman en 2015 -que tuvo una secuela no tan celebrada en 2018- y una serie televisiva creada por el propio Stine, que duró cuatro temporadas entre 1995 y 1998. Pero aquella historia de antología regresó en 2023 de la mano de Disney+, creada por el mismo Rob Letterman (El espantatiburones, Monstruos vs. Aliens) y por Nicholas Stoller (Los Muppets, Dora y la ciudad perdida), e inspirada en el universo imaginado por Stine, sus monstruos y pesadillas, sus jóvenes héroes enfrentados a los misterios de lo sobrenatural.
Ahora llega una segunda temporada, titulada La desaparición y protagonizada por un elenco de jóvenes integrado por Sam McCarthy, Jayden Bartels, Galilea La Salvia, Elijah M. Cooper y Francesca Noel, y con el regreso a la pantalla chica de David Schwimmer, el Ross de Friends, un actor que supo reinventarse en series de comedia como Feed The Beast (2016) e Inteligence (2020), y que ahora incursiona por primera vez en el terror. “Me encanta el terror como género -contaba en una entrevista exclusiva con La Nación a propósito del estreno de la serie este 10 de enero por Disney+-, de hecho, Halloween fue siempre mi fecha favorita y la que más disfruto. Me gusta que me asusten y me gusta mucho asustar a los demás. Y me gusta el género especialmente cuando se entrecruza con elementos del misterio y el humor propio de la comedia”.
Una misteriosa desaparición
Bajo la tutela de la showrunner Hilary Winston, la historia de esta segunda temporada comienza con un prólogo: en 1994, un grupo de adolescentes ingresa a escondidas en un caserón abandonado, y una extraña presencia sobrenatural asoma desde las profundidades para llevarse a Matty (Christopher Paul Richards) y ensombrecer a la ciudad de Gravesand para siempre. Treinta años después, los mellizos Devi (Sam McCarthy) y Cece (Jayden Bartels) pasan su último verano antes de entrar a la universidad en la casa de su padre en Gravesend, barrio ubicado en Brooklyn, como regreso y despedida de la infancia. Anthony (David Schwimmer) es un padre atípico, un botánico algo excéntrico, dedicado al cuidado de la casa de su madre ahora que ella está ingresada en una residencia con signos evidentes de demencia. Pero Anthony es también el hermano menor de Matty y el eslabón principal que une aquella desaparición del pasado con la que parece anunciarse en el presente.
“Conocía la serie de libros, pero como yo era mayor cuando salieron -tenía ya 25 años- me perdí ese maravilloso descubrimiento como lector adolescente”, revela Schwimmer sobre su primer vínculo con el universo de R. L. Stine. “Cuando me convocaron para interpretar a Anthony leí No bajes al sótano [publicado en 1992], que es justamente el libro en el que está basado mi personaje, y me pareció fascinante. Creo que es un milagro que un autor como Stine haya podido combinar acción, comedia y horror en una misma historia que, paradójicamente, está afirmada en lo ‘ordinario’, en lo más mundano. El universo que subyace a su literatura es el familiar, el que todos conocemos, y por ello distintas generaciones han podido relacionarse con los libros”.
De la comedia al horror de la ficción científica
El cruce entre la comedia y el fantástico se produce de entrada, en el primer episodio. Mientras Devi y Cece reconectan con algunos de sus amigos de infancia, Anthony recibe las pertenencias de su hermano, alojadas en el juzgado de la ciudad desde hace tantos años. Ahora que ha regresado a la casa de su madre, los recuerdos reaparecen y el laboratorio instalado en el sótano se convierte en un extraño portal para llegar a la verdad. Una serie de partículas impregnadas en las vestimentas que llevaba Matty el día de su desaparición germinan otros componentes vegetales del laboratorio y ocurre lo inesperado: un enorme espécimen surge del microscopio para expandirse por el laboratorio, la casa, y las profundidades de la ciudad, tomando posesión de todo lo que se presenta a su alrededor. Como un científico desesperado por las dimensiones inesperadas de su creación, bajo la estela del doctor Frankenstein, Anthony sigue la pista de la extraña planta e intenta evitar los estragos que ese hallazgo puede ocasionar en su familia.
La serie pone en juego algunas claves de la ciencia ficción en su derrotero de desastres científicos. Hubo una importante tradición en el cine de los años 50, durante aquel primer apogeo del género, que junto con el pavor por las invasiones extraterrestres imaginó a los excesos de la ciencia como una de las principales catástrofes para la humanidad. Hombres que encogían, hormigas que se multiplicaban, arañas gigantes que se volvían asesinas. Clásicos como El mundo en peligro (1954), de Gordon Douglas, Tarántula (1955) y El increíble hombre menguante (1957), ambas de Jack Arnold, o La mosca (1958), la pionera de Kurt Neumann que luego dio origen a la reversión gore de David Cronenberg, sentaron las bases de esa tradición que denunció los desvíos de la ciencia y la tecnología en plena Guerra Fría, y que luego alimentó los coletazos literarios de los 80 en los albores de la globalización, influencias que asume Stine y exploran Letterman y Stroll en su serie. Incluso también aparecen ecos de La mancha voraz (1958), un cruce espeluznante entre el horror corporal y la vida alienígena que resulta fundamento estético de algunos de los episodios finales de Goosebumps: la desaparición.
Los confines de la ciencia
El acercamiento de Schwimmer a la figura de Anthony tuvo un anclaje esencial en ese costado excéntrico del personaje, algo que podía relacionarse con la figura de Ross, su personaje de Friends, su fascinación por la paleontología, y ese sustrato de académico que ahora parece nutrir el carácter de Anthony. “Creo que hay una parte de mí que se relaciona con la pasión por la ciencia, una especie de nerd poco ortodoxo que me conecta con el mundo de Anthony como personaje. Siempre tuve un interés especial por las clases de ciencia, tanto en la escuela secundaria como en mi educación superior. Y dentro del universo científico siempre me sentí atraído por la botánica y el vasto universo de plantas que nos rodean y aún desconocemos. Hay una amplia variedad de plantas que no hemos descubierto, sobre todo en lugares como el Amazonas, cuya existencia resulta misteriosa y fascinante”, explica el actor en la entrevista.
Mientras tanto, Dev y Cece se meten en problemas. Ante el desafío de reconquistar a Frankie (Galilea La Salvia), un amor de infancia, Dev acepta el desafío de su contrincante, el despechado Trey (Stony Blyden), para ingresar al Fuerte Jerome donde años atrás desapareció su tío Matty. Aquella historia aún persiste en la memoria de la comunidad, y la extraña desaparición convirtió al fuerte en un lugar prohibido, una especie de caserón encantado en el que los adolescentes ponen en juego su temeridad. Apenas ingresan en la propiedad, de las profundidades del fuerte asoma un destello y una extraña sustancia viscosa comienza a supurar de los ojos de Dev. La historia de Matty parece repetirse. Así, el contrapunto entre el derrotero de los adolescentes, motivados por conflictos amorosos y rencillas barriales, y el de Anthony y su antigua novia, ahora policía e interpretada por la actriz Ana Ortiz, permite abrir el relato a múltiples entradas, desde la perspectiva adulta, temerosa de las consecuencias de sus propios errores, y la de los adolescentes, ávidos de develar ese enigma, aunque implique un juego demasiado peligroso.
¿Un juego adolescente?
“Siempre tuve en claro que el eje de la serie eran los chicos y por suerte contamos con un elenco extraordinario de actores jóvenes”, señala Schwimmer. “Pero además, disfruté de la dinámica del rodaje en compañía de Ana Ortiz: cuando teníamos alguna escena compartida éramos solo nosotros y resultaba poderoso, porque nuestros personajes tenían una historia pasada en común, se conocían desde que eran chicos y había cuentas no saldadas en ese vínculo. Trabajar con ella fue un placer y conocerla fuera del set una alegría enorme”. Por otro lado, si el pasado de Anthony estuvo marcado por la trágica desaparición de su hermano y el desencuentro con su antigua novia, su presente está signado por la enfermedad de su madre y el regreso a Gravesand. Recluida en un geriátrico, la madre de Anthony insiste en el rescate de Matty como una extraña premonición de lo que se avecina, y será la conexión con su nieto Dev la que quizás tenga las respuestas.
“Hay muchas zonas del personaje que se conectan con mi vida presente”, concluye David Schwimmer, con el entusiasmo intacto por este regreso a la televisión. “Hay una parte de mí que se relaciona con esa curiosidad que define a Anthony, su pasión por las plantas, su condición de científico, y luego en la vida real yo también soy un padre divorciado con un hijo adolescente, con lo cual también puedo conectarme con esa vida familiar que tiene el personaje. Además, estoy en una etapa de mi vida en la que debo hacerme cargo de mis padres, que ya son mayores, conexión aún más fuerte para la vida de Anthony”.
Goosebumps: La desaparición recoge la impronta del fantástico desde un prisma juvenil que combina los destellos del horror clásico con las risas de la comedia. R. L. Stine fue un maestro en idear un universo atractivo y compacto, cuyas recreaciones siempre buscaron ser fieles a su espíritu sin traicionarlo. En la estela de la ingeniosa serie de los 90, los creadores Letterman y Stroll actualizan la mirada, sintonizan con un presente en el que la ciencia y sus desvíos ofrece nuevas inquietudes, y construyen un entretenimiento sumamente disfrutable. La madurez que Schwimmer aporta a Anthony dibuja un nuevo horizonte para su carrera, con la memoria de Ross a cuestas, pero con nuevas puertas que se abren hacia el futuro.
Goosebumps: la desaparición se estrena este viernes 10 de enero por Disney+