Dedos montados: a qué se debe esta desviación en los pies y cómo corregirla

La '<strong>clinodactilia'</strong> produce una desviación del <strong>dedo</strong> de forma lateral (pudiendo <strong>montarse encima o debajo del dedo próximo)</strong> y los dedos en garra, mazo o martillo son una deformación de la articulación que afecta únicamente a dicho dedo de forma frontal, es decir, no se sube encima de otros dedos.(Foto: Getty)

 

Los problemas es los pies son difíciles de llevar porque además de causar dolor nos impididen caminar. A cierta edad se lleva aún peor. Tener los dedos montados es uno de los trastornos más incómodos y frecuentes en los mayores. Se trata de una malformación que puede ser congénita o que surge con los años debido a traumatismos o fracturas.

Otras veces, los dedos montados o encorvados son el resultado de una lesión neurológica como un accidente cerebrovascular que deteriora la capacidad del cerebro para enviar señales motoras a los dedos de los pies y los músculos del pie. Como consecuencia de ese fallo, los dedos del pie pueden contraerse en exceso para protegerse, lo que da como resultado dedos montados, encorvados y retorcidos unos sobre otros.

Ese fenómeno se conoce como 'clinodactilias', el término médico que hace referencia a los dedos montados, que suele afectar a los segundos dedos del pie que parecen cabalgar sobre el dedo gordo o el siguiente.

Cuando el dedo se curva y se monta sobre otro dedo por la parte superior, el fenómeno se denomina 'dedos supraductus o clinodactilia supraductus', y cuando se desvía y se monta por la parte inferior, se llama 'dedos infraductus o clinodactilia infraductus'.

Este tipo de malformación se da de manera muy frecuente entre la población adulta. Sin embargo, en la actualidad se detectan más casos en niños debido a que la concienciación por la salud de los pies es mayor. Aunque no se trata de una afección grave, en ciertos casos la clinodactilia en los pies puede reducir la movilidad y funcionalidad de los pies, y terminar causando dolor y muchas otras molestias

De hecho, esta deformidad de dedos interpuestos o situados unos debajo de otros puede alterar la pisada dando lugar a trastornos de tipo postural. Y es que al existir una desviación en algunos dedos del pie, la biomecánica puede verse afectada al caminar. Esto puede hacer que otras partes del cuerpo se vean afectadas, como la cadera, las rodillas o la espalda.

La artritis y los desequilibrios óseos y musculares, como huesos del pie demasiado cortos o músculos especialmente débiles, también pueden contribuir a la aparición de este tipo de malformaciones en los pies, aunque en estos casos estaríamos hablando de dedos en martillo o en garra, que no deben confundirse.

La 'clinodactilia' en los pies es una malformación hereditaria, por lo que es importante saber detectar los síntomas lo antes posible. Entre los signos que indican un posible caso de dedos montados destacan:

  • Desviación de uno o dos dedos del pie. Un dedo desviado puede apreciarse a simple vista.

  • Inflamación o enrojecimiento.

  • Dolor al rozar el dedo con el calzado, produciendo irritaciones, rozaduras, ampollas e incluso la incapacidad de realizar ciertos movimientos.

  • Irritación en las puntas de las falanges.

  • Callos que, en casos graves o de personas con pie diabético, pueden abrirse o formar heridas que no curan o úlceras abiertas.

Pero existen otros motivos que pueden provocar la aparición de 'clinodactilias' en menores como enfermedades cromosómicas (síndrome de Down, síndrome de Edwards o síndrome de Klinefelter) y otras patologías asociadas como la sindactilia (unión de dedos) o polidactilia (tener más dedos de lo habitual), asociadas a anomalías genéticas.

En los niños, las 'clinodactilias' se resuelven espontáneamente sin tratamiento alguno. Conforme el niño va creciendo y ensanchándose el pie, los dedos se colocan solos en su sitio.

En los adultos la cosa cambia. En función de la gravedad de la deformidad, el tratamiento puede ser tradicional o quirúrgico. Cuando los dedos todavía son flexibles se puede apostar por tratamientos no quirúrgicos como almohadillas, aplicación de frío local, analgésicos o antiinflamatorios. Aunque antes de todo esto se recomienda el ejercicio terapéutico, el tratamiento no invasivo más efectivo disponible.

Hacer ejercicio ayuda a evitar la progresión en los dedos deformados porque sirven para reentrenar el cerebro e intentar que vuelva a enviar señales a los pies y a los dedos de los pies. Funcionan activando la neuroplasticidad, la capacidad natural del cerebro para reconectarse a sí mismo, a través de la repetición de ejercicios para dedos deformados.

Cuanto más se practique el uso de los músculos de pies y dedos, más se ayudará al cerebro a controlar y relajar esos músculos. Por tanto, los ejercicios de rehabilitación son el mejor punto de arranque. Luego ya vendrán el resto de medidas.

Por otro lado, si ya están completamente montados, el tratamiento consistirá en posicionar los dedos en su situación anatómica más normal mediante separadores de dedos de silicona; esto unido a un calzado adecuado para tener espacio suficiente sin presión en los dedos.

Las plantillas personalizadas evitarán que dicha deformidad se vaya acentuando con el paso del tiempo por el exceso de carga que produce en la zona de conflicto.

Cuando la rigidez es importante y el dolor incapacita al paciente, se requiere cirugía correctora. Esta se realiza a través de diversos procedimientos en función del grado de deformación; osteotomía (extirpación del hueso), artroplastia (devolver movilidad a la articulación), artrodesis (fusión de la articulación) o transferencia tendinosa. El podólogo será el encargado de elegir el tratamiento adecuado según la edad del paciente, el tipo de deformidad y el grado de flexibilidad.

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