Debemos dejar de opinar sobre los cuerpos de los demás, ¡ya!

Una cuarta parte de los adultos jóvenes han recibido comentarios hirientes sobre su peso provenientes de su entorno familiar. [Foto: Getty Images]
Una cuarta parte de los adultos jóvenes han recibido comentarios hirientes sobre su peso provenientes de su entorno familiar. [Foto: Getty Images]

Hace poco el actor Jonah Hill compartió una publicación en Instagram en la que pedía a sus seguidores que no opinaran sobre su cuerpo, ni para bien ni para mal. Decía “sé que tienes buenas intenciones […] pero quiero que sepas que no es útil ni agradable”. Y pidió “mucho respeto”. Unos años antes había hablado públicamente sobre su lucha interior cuando lo llamaban “gordo”.

Su caso no es aislado. Las personas se adjudican el derecho de comentar – muchas veces de manera bastante tóxica - el cuerpo de las celebridades. Algunos fans de Kim Kardashian, por ejemplo, no quieren que adelgace porque la prefieren “con más curvas”. En España, el peso de la reina Letizia es tema de debate permanente y los músculos de Cristina Pedroche objeto de ataque.

Sin embargo, nadie escapa a ese escrutinio público. En el pueblo donde crecí, por ejemplo, casi nadie te saluda tras meses sin verte con un normalísimo: “Hola, ¿cómo estás?”. Lo más habitual es: “hola, ¡qué delgada estás!” o un “hola, ¡cuánto has engordado!”. Los términos medios suelen brillar por su ausencia, como si al cuerpo le estuviera negado alcanzar el ideal.

La situación en casa no siempre mejora. Una cuarta parte de los adultos jóvenes han recibido comentarios hirientes relacionados con su peso provenientes de su pareja y/o sus familiares.

Te acostumbras. Claro. Pero para algunas personas ese escrutinio constante sobre su aspecto es demoledor.

En un mundo de apariencias, juzgar a los demás por su aspecto es la norma

Las redes sociales generan la idea de que existe una “barra libre” para opinar sobre el cuerpo de los demás. [Foto: Getty Images]
Las redes sociales generan la idea de que existe una “barra libre” para opinar sobre el cuerpo de los demás. [Foto: Getty Images]

No te preocupes por lo que piensen los demás”, es el consejo habitual que nos dan para que intentemos aislarnos del cacareo tóxico que nos rodea. Pero a menudo es más fácil decirlo que hacerlo. Cuanto más hablamos sobre los cuerpos de otras personas, más normalizamos el hecho de que el cuerpo es un asunto público sobre el que cualquiera puede opinar, criticar o incluso avergonzar.

En el fondo, esos comentarios validan la idea de que se puede juzgar a alguien por su apariencia. Psicólogos de la Universidad de Texas comprobaron que realizamos inferencias sobre los rasgos de personalidad de los demás basándonos en la forma de su cuerpo.

En general, las personas asociaron un mayor peso a rasgos más negativos, como la pereza y la indolencia mientras vincularon un peso menor a características más positivas, como el entusiasmo y la seguridad en sí mismo. Los investigadores advirtieron que “los estereotipos basados en la forma del cuerpo influyen en la manera en que juzgamos y nos relacionamos con los desconocidos o con las personas que acabamos de conocer”.

Esos estereotipos incluso podrían convertirse en una profecía que se autocumple, representando obstáculos adicionales para las personas cuyos cuerpos no se acercan al ideal social, además de ser una fuente añadida de ansiedad e inseguridades. De hecho, se ha apreciado que quienes se sienten insatisfechos con su apariencia general y características como el peso o el tono muscular tienen más probabilidades de sufrir trastornos alimentarios u obesidad con el paso del tiempo, así como de desarrollar depresión o abusar de sustancias.

Otro estudio realizado en la Universidad de Hong Kong confirmó que los comentarios inadecuados sobre el peso corporal de los adolescentes predicen la ocurrencia de problemas de salud psicológica al cabo de un año. Por esa razón, estos psicólogos recomiendan a “los familiares, compañeros y otras personas ser más conscientes de los posibles efectos adversos de sus comentarios sobre el peso”.

Sin embargo, lo cierto es que las redes sociales han amplificado ese fenómeno, que antes se limitaba al círculo de amigos y conocidos en el que nos movíamos. Plataformas como Instagram o TikTok exponen el cuerpo como nunca antes, generando la sensación de que existe una “barra libre” para opinar.

Muchos dan por sentado que, si los demás muestran o exponen sus cuerpos, también deben estar dispuestos a lidiar con las críticas - mejor o peor intencionadas. Sin embargo, el cuerpo de cada persona es su feudo. Nadie más debería opinar, criticar y ni siquiera elogiar.

Elogiar la apariencia, un arma de doble filo

Los elogios sobre la apariencia perpetúan inconscientemente un ideal de belleza que excluye la diversidad corporal. [Foto: Getty Images]
Los elogios sobre la apariencia perpetúan inconscientemente un ideal de belleza que excluye la diversidad corporal. [Foto: Getty Images]

Cuando alguien nota que hemos perdido peso tras una dieta titánica o ganado músculo después de meses sudando en el gimnasio y nos dice: “¡luces genial!”, es difícil no sentirse en las nubes.

Cuando las personas reconocen el resultado de nuestro esfuerzo, nos sentimos validados. Pero esa es solo una parte de la historia. Los cumplidos por el aspecto pueden convertirse rápidamente en un arma de doble filo que active viejas inseguridades o genere nuevas ansiedades y presiones.

El problema es que esos cumplidos – muchas veces bien intencionados – tienen un mensaje más tóxico en el fondo. Esas alabanzas perpetúan inconscientemente un ideal de belleza que excluye la diversidad corporal.

Nos dicen que lucimos mejor cuando la balanza marca ciertos kilos, mantenemos determinada forma física o nos sumamos a un estilo, lo cual significa que somos más “aceptables” así. Nos dicen que esa es la “forma correcta” y que la anterior no era deseable.

Dado que todos queremos sentirnos aceptados y validados por hacer lo “correcto”, no es extraño que terminemos sintiéndonos condicionados o incluso experimentemos una presión social por mantener esa estética aceptable para los demás.

Por ese motivo, no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Minnesota revelara que recibir comentarios positivos y/o negativos influye en la satisfacción corporal, la autoestima y los síntomas depresivos. En casi todos los casos, no recibir comentarios se asoció con un bienestar significativamente mayor que recibir solo comentarios negativos.

Por otra parte, esas alabanzas pueden perder de vista el hecho de que a veces los cambios físicos no son deseados, sino que se deben a una afección de salud, un trastorno alimentario o algún medicamento que nos hace perder o ganar peso. Es difícil saber la situación que está atravesando la otra persona o conocer sus luchas internas, de manera que ciertas palabras, aunque tengan la intención de ser alentadoras, pueden exponer heridas emocionales.

¿La solución? Profundizar en la persona

El objetivo no es crear un tabú en torno al cuerpo sino ser más respetuosos y conectar más allá de la superficialidad. [Foto: Getty Images]
El objetivo no es crear un tabú en torno al cuerpo sino ser más respetuosos y conectar más allá de la superficialidad. [Foto: Getty Images]

La apariencia es lo primero que notamos de los demás. Cuando encontramos a alguien después de varios meses o incluso años, veremos las señales del tiempo, para bien o para mal. De hecho, la primera impresión es un mecanismo evolutivo que nos ayuda a mantenernos a salvo.

Nos bastan de 33 milisegundos para formarnos una primera impresión que nos permita determinar si la persona que tenemos delante es de fiar o resulta peligrosa. Sin embargo, las primeras impresiones no son muy precisas, más bien al contrario. Por esa razón, aunque es perfectamente comprensible que notemos la apariencia del otro, merece la pena ir más allá.

Opinar sobre el cuerpo del otro es como hablar del tiempo. Son temas intrascendentes a los que recurrimos cuando no tenemos nada más que decir o no nos apetece esforzarnos demasiado buscando alguna manera mejor de romper el hielo.

Sin embargo, existen muchas otras maneras mejores de iniciar una conversación, desde un simple “¡es estupendo volver a verte!” hasta un “¿cómo has estado durante todo este tiempo?”. Esas frases causan una mejor impresión, muestran un interés auténtico y facilitan la conexión, en vez de hacer notar inmediatamente los cambios exteriores.

Por otra parte, si realmente queremos ser constructivos o hacer un cumplido, deberíamos profundizar un poco e intentar ver a la persona más allá de su apariencia. Si deseamos elogiar a alguien, resaltemos su esfuerzo. La Psicología ha demostrado que empodera mucho más un cumplido enfocado en el trabajo realizado que en la capacidad o la apariencia.

Recordemos que la relación de cada persona con su cuerpo es estrictamente individual. No hay necesidad de comentar, opinar y mucho menos humillar o avergonzar. Cada quien tiene sus problemas, heridas supurantes e inseguridades. Cada quien también tiene un espejo en casa y toma sus decisiones. Si realmente nos preocupa el estado de alguien, lo más respetuoso es preguntarle cómo se siente y cómo podemos ayudarle.

El objetivo no es crear un tabú en torno al cuerpo o el aspecto en general sino ser más respetuosos y, sobre todo, conectar a un nivel más allá de la superficialidad de lo que vemos. Cuando comenzamos a resaltar las cosas que admiramos y apreciamos de los demás, en vez de repartir cumplidos superficiales cual caramelos envenenados, generamos una onda expansiva que beneficiará a todos. Es un cambio complicado que encontrará mucha resistencia porque implica deshacerse de viejos hábitos heredados, pero solo así abrazaremos realmente la diversidad corporal.

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