Demi Moore sucumbió al rol de mito erótico pagando las consecuencias

WEST HOLLYWOOD, CALIFORNIA - 09 DE MARZO: Demi Moore asiste al Versace FW23 Show en Pacific Design Center el 09 de marzo de 2023 en West Hollywood, California. (Foto de Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic)
WEST HOLLYWOOD, CALIFORNIA - 09 DE MARZO: Demi Moore asiste al Versace FW23 Show en Pacific Design Center el 09 de marzo de 2023 en West Hollywood, California. (Foto de Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic)

A sus 60 años, Demi Moore es dueña de una carrera de lo más curiosa. Porque a cuatro décadas de iniciar su andadura en Hollywood, apenas un puñado de películas quedaron registradas en la memoria colectiva de los cinéfilos del mundo. Así como encontramos éxitos recordados como Ghost o Una propuesta indecorosa, también nos suenan fracasos como Hasta el límite, y no por su trabajo interpretativo sino por algo tan superficial como la secuencia donde se rapaba la cabeza frente a la cámara. 

Por lo general, son los primeros títulos los que nos vienen a la cabeza. Hay más, pero llegan minutos u horas más tarde y, a veces, con cierto esfuerzo mental.

Sin embargo, pocos recuerdan que antes de Julia Roberts, Sandra Bullock y Jennifer Lawrence, Demi Moore fue la actriz mejor pagada de la historia del cine. El récord le duró poco tiempo y lo consiguió con uno de los thrillers más ridículos de los ’90: Striptease.

Demi Moore tenía todo para labrarse una carrera sólida en la meca del cine: productores que apostaban por ella, éxitos de taquilla a sus espaldas y un matrimonio junto a Bruce Willis que la colocaba en la mira de la prensa rosa. Estaba rodeada del circo perfecto para mantenerse en el candelero mediático de la industria. Después del éxito global de Ghost, la sombra del amor (1990) su ascenso parecía imparable. Hasta medio mundo quería cortarse el cabello a su manera e ir a clases de cerámica. Pero había una característica esencial que se terminó convirtiendo en un arma de doble filo para su carrera: su belleza vista bajo la lupa del mito erótico.

En 1981, cuando recién comenzaba a dar sus primeros pasos como actriz, se publicaron fotos desnudas en la revista adulta Oui. Se trataba de una sesión realizada cuando tenía 16 años, aunque ella había asegurado que tenía 18. Y si bien aquella polémica quedó en el pasado, hoy nos sirve como primer ejemplo de cómo su belleza solía tomar más protagonismo que su talento. Algo en lo que ella misma terminó cayendo.

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Demi pasó los años ‘80 acompañando a los hombres de moda de la industria en películas juveniles y dramas bastante olvidables, como fueron Emilio Estevez, Rob Lowe, John Cusack o Robert De Niro. Pero todo cambió cuando Ghost aterrizó en cines, conquistando al público internacional con su papel de viuda enamorada que reconectaba con el fantasma de su marido antes de morir. Por aquel trabajo le pagaron $750.000 (Fuente: Imdb) pero su fama ascendió tanto que seis años más tarde hacía historia con el salario más alto jamás pagado a una mujer por entonces.

Después de Ghost comenzó a recibir guiones diferentes, como fue el caso de Cuestión de honor (1992) acompañando a Tom Cruise y Jack Nicholson; pero tan solo fue una excepción en una filmografía que se centraba más en destacar esa belleza que tanto enamoraba a la cámara. Ella quería demostrar a la industria que las mujeres podían ser tan protagonistas como un hombre y atraer la misma cantidad de público a las salas, pero lo hizo optando por un camino que hasta Meryl Streep y Michelle Pfeiffer criticaron: el de convertirse en objeto de deseo.

Robert Redford y Demi Moore en una escena de la película 'Indecent Proposal', 1993. (Foto de Paramount Pictures/Getty Images)
Robert Redford y Demi Moore en una escena de la película 'Indecent Proposal', 1993. (Foto de Paramount Pictures/Getty Images)

A pesar de ser un éxito de taquilla, Una propuesta indecorosa (1993) fue recibida con críticas negativas, no solo por su floja ejecución argumental sino también por la representación femenina de mostrar a una protagonista dispuesta a venderse a Robert Redford por un millón de dólares.

Michelle Pfeiffer lo dijo claro en una entrega de premios en 1993. “Así que este es el año de la mujer”, decía con ironía en la fiesta anual de Mujeres en el Cine. “Pues sí, ha sido un buen año para las mujeres. A Demi Moore la vendieron a Robert Redford por $1 millón, Uma Thurman fue al Sr. De Niro por $40.000 [refiriéndose a La chica del gángster] y hace tres años, Richard Gere compró a Julia Roberts por… ¿cuánto era? ¿$3.000?” (vía Los Angeles Times). No sabemos cómo se habrá sentido Demi Moore al oír estas palabras porque ella estaba ahí, entre las invitadas.

Y para empeorar aun más las cosas, un año después estrenaba Acoso sexual (1993), el thriller de Barry Levinson en donde se tocaban temas como el abuso sexual en el ambiente laboral pero colocando a Demi como la abusadora, convirtiendo el asunto en un thriller erótico en lugar de un drama social. La película no era más que otro thriller adulto que recurría a las mismas tácticas de Bajos instintos (1992), explotando las escenas sexuales como entretenimiento, quitando peso al mensaje que estaba transmitiendo y aprovechando la belleza de Demi Moore y el hecho de contar con el mismo protagonista, Michael Douglas.

Básicamente, si observamos el cartel de la película podemos percibir las intenciones del marketing. Que la imagen representa acoso sexual hay que verlo con lupa (las manos y las piernas de Demi podrían representar el acto de posesión aunque no parece que Michael se estuviera resistiendo mucho).

Demi Moore defendió Acoso sexual como parte de ese mensaje que quería enviar a Hollywood: que ella podía tener tanto peso en una película como Robert Redford y Michael Douglas y amasar dinero en la taquilla mundial. Pero no estoy segura si el público iba a verla a ella por su talento como actriz o si iba a ver el nuevo thriller erótico de turno con otra belleza del celuloide.

A pesar de ser destrozadas por la crítica, ambas fueron éxitos de taquilla que ayudaron a Demi a subir peldaños hacia el firmamento de las estrellas. Y en sus próximas apuestas consiguió el cambio que buscaba. En una industria que se mueve más por las modas para hacer dinero rápido que por el valor artístico de sus obras -a nivel blockbuster-, Demi era el anzuelo perfecto. En 1995 cobró $5 millones por su trabajo en La letra escarlata, donde ella era protagonista por encima de Gary Oldman; y un año después llenaba su cuenta bancaria con un salario histórico para una mujer al ganar $12.5 millones por Striptease. (Cifras: Imdb)

Pero el tiro le salió por la culata. Ambas producciones exaltaban su belleza con planos diseñados para destacar su rostro o cuerpo, ya sea tapada con trajes de época o desnuda casi por completo, y el resultado fueron dos batacazos de taquilla que iniciaron su rápido descenso.

Hace poco volví a ver Striptease con la intención de refrescarme la memoria para escribir este artículo y descubrir si, quizás, con el paso del tiempo veía una película diferente. Pero no. Es mala y con ganas. Si Demi y Gary estaban sobreactuados en la adaptación de la novela de Nathaniel Hawthorne, en Striptease ni el legendario Burt Reynolds se salvaba.

Mi teoría es que Demi Moore tal vez cometió el error de dejarse llevar por el ego que le inflaba el mundo. Sin ir más lejos, durante la promoción de Striptease se desnudó en el programa de David Letterman, luciendo los encantos físicos que tanto había trabajado en el gimnasio como punto de venta claro y directo de la propuesta. Una táctica que, en la actualidad, probablemente criticaríamos como ejemplo de cosificación.

Las películas que sacaban a relucir su belleza, sobre todo ensalzándola como mito erótico, triunfaban en taquilla y Hollywood estaba dispuesto a pagarle sueldos históricos con tal de seguir exprimiendo sus dotes naturales a través de imponer su faceta más seductora. Aparentemente, ella quiso verlo como un acto feminista abriendo el camino a otras mujeres para que también tuvieran protagonismo en Hollywood. Y si bien podríamos decir que aportó su granito de arena a su manera, tal vez no de la forma que sus colegas de profesión querían. No solo Michelle Pfeiffer estuvo en contra, Susan Sarandon y Meryl Streep también criticaron la representación femenina que Demi prestó en Acoso sexual, por ejemplo (vía Independent).

El director Roland Joffé cambió el final y muchas escenas de La letra escarlata hasta el punto de despertar el odio entre los escolares amantes de la novela de 1850. El cartel promocional con una Demi disfrutando de placer con el pecho casi al descubierto seguramente habría hecho que el autor se revolviera en su tumba. Después de todo su novela no era un drama erótico sino una exploración del pecado y la culpa.

Mientras que Striptease daba de qué hablar antes de llegar a los cines y simplemente porque se decía que Demi Moore había rodado alguna escena en topless. Un boom puramente mediático que se apoyaba en esa fascinación por la belleza física de la actriz cuando, en realidad, ya había lucido su físico en otras películas.

Por increíble que parezca este thriller contó con un presupuesto de $50 millones y apenas recuperó lo invertido, mientras la crítica se centró en opinar sobre el horrible trabajo interpretativo de Demi Moore. Es cierto, tiene un cuerpo de infarto, se nota que entrenó día y noche para lucir un físico escultural, pero la profundidad dramática dejó mucho que desear. La cinta no tiene sentido desde el principio, mostrándonos a una mujer que después de perder su puesto como secretaria para el FBI, comienza a trabajar como stripper pero pierde la custodia de su hija porque un juez decida dársela a su ex que, para rematar, es un criminal. El personaje dice que le sigue poniendo nerviosa bailar ante extraños pero sus bailes son de una experta como Jennifer Lopez en Estafadoras de Wall Street. Por ahí aparece un asesinato sinsentido, un congresista obsesionado y ese ex peligroso. Todos obsesionados con ella, mientras ella baila con gestos sensuales que agotan a cualquiera.

Demi Moore llegó a decir en una entrevista de 1996 que “Striptease es un thriller político grandioso que no podría hacerse sin un poco de desnudez” (Independent). Sin palabras. Y yo mientras pidiendo que me devuelvan las dos horas perdidas viéndolo de nuevo.

Después de un desastre tras otro llegaron más, todos ellos apoyados en esa obsesión, fascinación o quizás confusión de que su trabajo como actriz era lucirse de alguna manera. Sucedió en G.I. Jane, una película que solo recordamos por lo mucho que entrenó y porque se rapó el cabello ante la cámara. Meros detalles superficiales.

Demi Moore hablando por walkie talkie en una escena de la película 'G.I. Jane', 1997. (Foto de Buena Vista/Getty Images)
Demi Moore hablando por walkie talkie en una escena de la película 'G.I. Jane', 1997. (Foto de Buena Vista/Getty Images)

Y así, de repente, pasó de ser la actriz mejor pagada de Hollywood a una figura recordada por sus trabajos del pasado, que en la actualidad genera más titulares como exesposa apoyando a Bruce Willis que por sus recientes producciones.

En cierto sentido, cuando observamos su filmografía, podemos llegar a la conclusión de que la experiencia la hizo recapacitar. Dejó Hollywood y se marchó a su rancho de Idaho a criar a sus hijas. Y luego, poco a poco, fue regresando pero esta vez con una madurez interpretativa diferente, como demuestra su actuación en Pasión por vivir (2000) o su buen sentido del humor siendo el soplo de aire fresco -el único- como la villana de Los ángeles de Charlie: al límite (2003). Un papel para el que su caché ya había bajado drásticamente a los $2 millones.

Érase una vez… Demi Moore llegó a lo más alto e hizo historia, pero de ese capítulo ya casi nadie se acuerda. Es cierto que logró superar un récord que se antojaba muy difícil para las mujeres a mediados de los ‘90. Y se podría decir que fue una de las pioneras en abrir las puertas para que otras actrices pidieran lo que merecían con salarios que igualaran a las estrellas masculinas. Aunque también se podría decir que se equivocó de puerta optando por el camino del ego y la exaltación física sobre su talento. O más bien que la entornó y luego Julia Roberts la terminó de abrir de par en par.

Tres años después del logro de Demi, la novia de América superaba su récord cobrando $15 millones por Notting Hill y entrando “al club de los 20 millones” un año después por Erin Brockovich. Cómo aprovechó cada una el hito es evidente, como también el resultado obtenido. A Demi hoy la vemos de vez en cuando en papeles sólidos pero poco memorables, mientras el currículo de Julia demuestra lo contrario.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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