El demonio entre nosotros: fantasmas del pasado, presente y futuro, que no empujan el relato hacia adelante

Pesadillas y obviedades en El demonio entre nosotros
Pesadillas y obviedades en El demonio entre nosotros

El demonio entre nosotros (The Ghost Within, Reino Unido/2023). Dirección: Lawrence Fowler. Guion: Geoff Fowler, Lawrence Fowler. Fotografía: Jeremy Dawson. Música: Christoph Allerstorfer. Edición: Lawrence Fowler. Elenco: Michaela Longden, Rebecca Phillipson, Simon Davies, Max Easton, Tom Millen, Victor Mellors, Georgina Jane, Honor Davis-Pye. Duración: 103 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Terrorífico Films. Nuestra opinión: regular.

Margot (Michaela Longden) vive atormentada por pesadillas donde el espíritu demoníaco de una nena la acecha. Son episodios recurrentes en su vida que la han llevado a estar algún tiempo internada en un psiquiátrico. Ella está segura de que el origen de todo es su turbia historia familiar, que tiene casi olvidada. En sesión de terapia junto a su marido Tom (Mason Richardson), la psicóloga le recomienda que la mejor manera de salir a flote es: volver a la casa de su infancia, hoy abandonada. Pésima decisión.

La mansión es lo suficientemente lúgubre y llena de recovecos como para que el fantasma en cuestión se haga un festín aterrorizando a la protagonista, al esposo, a un veterano y cínico cazador de espectros, y demás personajes arquetípicos que aparecen conforme sean necesarios para empujar el relato hacia adelante.

El muy descriptivo y poco imaginativo título, El demonio entre nosotros, marca el tono y ritmo de los más de cien minutos de duración que vendrán, matizados por un sinfín de lugares comunes, para fortalecer inútilmente el castillo de naipes que construye su trama.

La sufrida Margot no solo tendrá que vérselas con el fantasma de su hermana asesinada, sino también lidiar con la infidelidad del marido, el recuerdo de su padre también muerto, y la ausencia de su madre a la que nunca conoció. Sin saber de dónde agarrarse no tiene mejor idea que ir a golpearle la puerta a Barton Bailey (Simon Davies), ex cazador de espíritus devenido en descubridor de fraudes paranormales.

Nada nuevo ni demasiado atractivo deja el guion de Geoff y Lawrence Fowler. Se trata más bien de amontonar situaciones e iconografía de películas de fantasmas de ayer, hoy y siempre, en una estructura tan lineal que varios de estos elementos se van cayendo y desapareciendo a lo largo de la historia sin que a nadie le importe demasiado (el hijo de Barton, la pérfida novia del padre, etc).

En contraposición también es importante destacar que, a la hora de asustar, el film elige un camino artesanal de efectos de sonido, maquillaje y un remanido pero bien utilizado juego de fotografía y montaje. Como si se tratara de una versión edulcorada de la época de oro del horror japonés moderno, las sucesivas apariciones del espectro de cara deformada carecen de la espectacularidad de títulos como El conjuro, y se asemejan más a una nena con disfraz de halloween corriendo hacia la cámara. Aunque suene peyorativo, no por precario el recurso es menos funcional.

El director Lawrence Fowler es conocido por ser un amante del género, también por ser más funcional que creativo. Ya lo había demostrado en las dos entregas de Jack en la caja maldita, y ahora lo vuelve a repetir: poca inspiración en busca de un resultado óptimo. Sin embargo, aunque se esfuerce en quedar bien con todos los tópicos del terror moderno y no tanto, a El demonio entre nosotros le falta ese valor agregado que la lleve a salir de la obviedad. Que le permita tener, al menos, una vuelta de tuerca que redunde en un gesto de aprobación, placer, o escalofrío.