Depeche Mode ya no disfruta del silencio en Memento Mori, que reflexiona sobre la pérdida de Andy Fletcher
Álbum: Memento Mori. Artista: Depeche Mode. Canciones: “My Cosmos Is Mine”, “Wagging Tongue”, “Ghosts Again”, “Don’t Say You Love Me”, “My Favourite Stranger”, “Soul with Me”, “Caroline’s Monkey”, “Before We Drown”, “People Are Good”, “Always You”, “Never Let Me Go”, “Speak to Me”. Edición: Sony Music. Nuestra opinión: muy bueno.
Hace ya más de un lustro, Pablo Schanton (una de las grandes plumas de la crítica musical argentina) citaba para el extinto sitio Informe Escaleno al escritor italiano Guido Morselli. El textual decía: “El silencio de la ausencia humana es, me daba cuenta, un silencio que no fluye. Se acumula”. Para una banda como Depeche Mode, que en aquella expansión sonora que supuso el fin de los 80 y el principio de los 90 para la música pop nos invitaba (¿ordenaba?) a disfrutar ese silencio, la muerte también se juega mucho con esa quietud, esa “profunda oscuridad en blanco”, como el propio Schanton definió al silencio años más tarde en las liner notes de un disco. Pero si allá por 1990 los Depeche Mode pedían prescindir de las palabras (eran “innecesarias y solo podían hacer daño”, cantaban en el que aún es uno de sus mayores hits), la muerte resignifica y Memento Mori, su decimoquinto disco de estudio y el primero sin Andy Fletcher, uno de sus miembros fundadores, quien falleció en mayo de 2022 a sus 60 años.
Y así, su disco que lleva por título la expresión latina que significa “recuerda que morirás”, puede escucharse como la representación de lo espeso de ese silencio que no fluye y se acumula. Si el sonido se produce por partículas de aire que vibran a velocidades determinadas y el silencio por la quietud de ellas, Memento Mori parece vibrar en sólido, como si se tratara de una descarga sonora contenida en un espacio finito, con “sus fronteras delineadas” como cantan en “My Cosmos Is Mine”, la elegía industrial (un pantano electrificado) con la que comienza el disco. Pero para Depeche Mode siempre se trató de la dualidad, de colar espectros de luz (de vida) en cualquier momento. Y entonces “Wagging Tongue” pone en primer plano unos teclados synth pop bien ochentas. No se va a tratar de un réquiem en doce canciones sino de que el recordatorio de que moriremos sea también una invitación a aprovechar tiempo y espacio cuando estemos en este plano. Lo mismo se escucha en el bombo en negra (sinónimo de baile) que domina “Ghosts Again”, el que fuera el primer y único adelanto del disco. Con la coautoría de Richard Butler, de los Psychedelic Furs, Martin Gore y Dave Gahan suman distorsiones diluidas para cantar sobre una suerte de eterno retorno: “Sabemos que seremos fantasmas otra vez”.
Los susurros crooner de la dupla refuerzan la idea de lo fantasmal como materia a lo largo de un disco que sin perder cohesión ni cortar el clima va desde los aires de blues con división ternaria en “Don’t Say You Love Me” a los aires de darkwave clásico en “My Favourite Stranger”. Y en el final, las palabras como prueba de vida vuelven a dialogar (valga el doble sentido) con aquel silencio añorado hace ya 23 años. “Speak to me, and I will follow” (“Háblame y yo te seguiré”), cantan ahora sobre un colchón de cuerdas disonante y perturbador, con una batería que aparece recién sobre la coda que cierra el disco. Las palabras ya no son innecesarias como cantaban en “Enjoy The Silence” sino todo lo contrario, son prueba de humanidad y recordatorio de vida en ese constante recordatorio de muerte que es la condición de habitar este mundo. Y entre el silencio y las palabras, la música y el ruido. La primera como canal de comunicación y la segunda como opuesto violento antiargumento.
Los Depeche Mode en todas sus etapas se las han ingeniado para orquestar y jugar con esos cuatro elementos, casi siempre al mismo tiempo y así dar vida a su obra. Las dos coronas de flores con forma de alas de ángel que conforman la portada de Memento Mori cierra el concepto. Aún quedan dos, Gore y Gahan, con un disco nuevo a la altura de su historia, pero también con un futuro inexorable. Hasta dónde es celebración y hasta dónde es lamento, quedará para la decisión y el sentir de cada escucha.