Descubrimos las curiosas tradiciones de Carlos III y su familia por Navidad

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(Getty Images)

La Reina Carlota de Inglaterra, esposa de Jorge III, abuelo de la mítica Reina Victoria, adoptó una tradición muy germana, y adornó el primer árbol de Navidad en Queen’s Lodge, residencia cercana al castillo de Windsor. Sin embargo, la fama de implantar en Inglaterra la tradición de los árboles profusamente adornados se la llevó la Reina Victoria, casada con un príncipe alemán, Alberto de Hannover, y quien importó a Gran Bretaña centenares de abetos para trasplantarlos. Podríamos decir que la Reina Carlota fue la pionera y la Reina Victoria, la divulgadora y quien finalmente logró que esta tradición “real” se democratizara y llegase a la mayoría de los hogares del Reino Unido. Todo lo anterior para recordar que los Windsor aman la Navidad y que son fieles a las tradiciones de estas fechas. Hace unos días, Grant Harrold, el exmayordomo de Carlos de Inglaterra, ha revelado algunas curiosas anécdotas de cómo celebra la Navidad, quien fuera su jefe.

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QUÉ NO REGALAR A CARLOS III

Tal como contó el príncipe Harry en sus polémicas memorias, Spare, su familia conserva las tradiciones llegadas de Alemania y se reparten los regalos en la tarde del 24 de diciembre. Con la puntualidad británica por bandera, la cita para el intercambio de regalos es a las seis de la tarde, en Sandringham. Al parecer, todos los paquetes, oportunamente envueltos y con etiquetas indicando el nombre del afortunado que lo desenvolverá, están sobre una misma mesa, cubiertos por un paño blanco. La única iluminación de la estancia son las luces titilantes del árbol navideño. A la de tres, todos proceden a ver qué les ha tocado en suerte. Grant Harrold ha indicado en sus declaraciones para The Mirror que hay dos reglas básicas: hacer regalos baratos, pero que sean divertidos. “Según la costumbre, al principio de la noche, cada uno de nosotros localizaba su sitio y se colocaba delante de su montón de regalos –narró el príncipe Harry en su ‘bestseller’– . De repente, todos empezaron a abrirlos al mismo tiempo. Una batalla campal, con decenas de miembros de la familia hablando a la vez y tirando de los lazos y rasgando el papel de regalo”. Duncan Larcombe, periodista experto en la monarquía británica, ha compartido que los Windsor “no gastan mucho dinero en regalos”, pero sí piensan minuciosamente en qué comprar para arrancar sonrisas. El duque de Sussex nunca olvidará el regalo que le hizo su tía abuela, la princesa Margarita: un bolígrafo en forma de pez.

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Y no acaban con este los regalos insólitos entre los miembros de una familia tan propia como los Windsor. Se cuenta que Harry le regaló a su abuela, y tuvo un gran éxito, una trucha parlante de plástico; o que el príncipe Guillermo le hizo entrega a Isabel II de unas zapatillas en las que aparecía su cara estampada. Aún hay más presentes hilarantes: el asiento de piel blanca para el retrete que le regaló la princesa Ana a su hermano, el Rey Carlos, o el “kit: cultiva tu propia novia” que Kate buscó para su cuñado, Harry. Parece ser, según los rumores palaciegos que crecen como la espuma, que a Diana de Gales no le hacía tanta gracia esta costumbre de su familia política, y prefería decantarse por unos buenos suéteres de cachemir frente a todos esos artilugios tontos que solo servían para arrancar una sonrisa, sino un gesto de incomodidad, y poco más.

La reina Isabel y el duque de Edimburgo en Navidad
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Volvamos a Carlos III y a los secretos desvelados por su mayordomo. Entre los detalles compartidos por Harrold, destacamos uno de gran utilidad. El Monarca de los ingleses es de natural austero: “Odia que le regalen algo extravagante y caro. Se avergonzaría si le regalaran algo que costara una fortuna. En ese caso, diría: ‘Es precioso, pero no deberías haberlo hecho’. Por eso, en Navidad, yo solía regalarle libros sobre jardinería victoriana o productos a base de miel, porque sé cuánto le gusta la miel”. Es bueno saberlo: si quieres caerle en gracia a Su Majestad estás más cerca de acertar con el néctar de las abejas que con un reloj de alta gama.

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DÓNDE COMPRAR

Ciertas indiscreciones de Harrold Grant no dejan de sorprender y divertir. Por ejemplo, los Windsor, según publicó el prestigioso diario The Guardian, cuentan con una fortuna que podría ascender a más de ciento ochenta millones de libras (es decir, unos doscientos once millones de euros). Sin embargo, si algo le gusta a esta familia real son las gangas, las ofertas, las bicocas de última hora. “La realeza disfruta con las gangas”, asegura Grant. “Todo el mundo da por sentado que la familia real solo compra en las tiendas más elegantes –apostilla–, pero van a las mismas tiendas que nosotros”. Y pone un ejemplo: Isabel II “muchas veces paseaba por las tiendas de Ballater buscando las mejores ofertas”. O que la princesa de Gales no ha dudado en hacer compras de última hora en grandes almacenes como The Range, King’s y Larners, en Holt (Norfolk), especializados en productos rústicos.  Por su parte, Camilla Parker-Bowles le gusta comprar con anticipación y, antes de los viajes oficiales, se llena de detalles para ofrecer a sus anfitriones, mirando la etiqueta, eso sí.

Carlos III durante un acto navideño
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Los tiempos han cambiado y también las costumbres palaciegas. Si hace unos añitos dicen que Lady Diana pedía que se cerraran las tiendas donde deseaba hacer tranquila sus compras navideñas, hoy parece ser que las nuevas generaciones de príncipes y princesas le están apostando a las compras online, quizá el mejor procedimiento para pasar desapercibidos. “Ahora a todos los miembros de la familia real les gusta la discreción (…). La gente que se los cruza en las tiendas no los reconoce, porque no esperan ver a una reina o a una princesa echando un vistazo en una tienda local”. Grant Harrold también ha contado en The Mirror: “Todo el mundo da por sentado que la realeza solo compra en las tiendas más elegantes. Pero van a las mismas tiendas que nosotros. No digo que nunca vayan a Harrods; se dice que la difunta Reina hizo algunas compras navideñas allí con su prima (la duquesa de Kent)”. ¿Y cómo se las organizaba Isabel II para hacer sus compras navideñas sin dejarse ver más de lo deseado ni perder más tiempo del que quería ofrecer a este menester? Según Paul Burrell, el polémico exmayordomo de Lady Diana, la Reina disponía de un salón del castillo de Windsor para que hiciera las veces de una tienda. Hasta allí, le llevaban una amplia selección de posibles regalos y, sin moverse de palacio, elegía uno a uno los regalos que iba a entregar el 24 a su familia.

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Por otro lado, no todo es comprar objetos de deseo, sino también hay que envolverlos y empaquetarlos para hacer más completa la experiencia de agasajar al ser querido. A este respecto, Grant ha comentado: “Puedo imaginar fácilmente a Kate, Guillermo e incluso a la princesa Ana envolviendo sus propios regalos, pero no al Rey. Tendrá a alguien que lo haga por él”.

UNAS NAVIDADES DIFERENTES

A la par que estas curiosidades han salido a la luz, el lunes 16, la BBC informó de que estas Navidades, el príncipe Andrés no pasará estas señaladas fechas junto al resto de los miembros de la familia real británica, en la mansión de Sandringham. Las últimas noticias sobre su relación con Yang Tengbo, un polémico empresario chino y presunto espía, ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de Carlos III.

Rey Carlos III en la Misa de Navidad
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A pesar de haber sido retirado de la vida pública en 2019, hasta ahora seguía compartiendo la Navidad con los suyos y asistía a la tradicional Misa con su familia en Norfolk, pero parece ser que este año las puertas de Sandringham no estarán abiertas para él. Por su parte, sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia, ya habían anunciado que, en esta ocasión, pasarán el 24 y 25 junto a sus familias políticas, por lo que el príncipe Andrés podría enfrentar una fecha tan significativa en soledad. Se desconoce si estará invitado al almuerzo prenavideño que se celebra en el palacio de Buckingham. No cabe duda de que el 24 recordará el jolgorio y alegría que se vivía en su familia, donde las luces del árbol brillaban al ritmo de los papeles que se desgarraban para descubrir la sorpresa que escondían cada uno de los paquetes, que llevaban una etiqueta con su nombre.