Descubrimos el Distrito del Castillo de Budapest
En la lista de cosas por hacer cuando se visita Budapest, una de las primeras tareas es cruzar el Danubio para contemplar las fabulosas vistas que ofrece la vieja ciudad medieval de Buda, en una orilla, de Pest, el ensanche de la gran urbe, en la otra, hoy un conjunto inseparable. Sin embargo, la colección de tesoros monumentales que aguardan en su territorio va más allá del atardecer perfecto que se disfruta desde el encantador Bastión de los Pescadores.
Para empezar, porque precisamente en la cima de la colina sobre la que se asienta el Distrito del Castillo –Várnegyed para los húngaros– se encuentra la imponente construcción declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco que le da nombre. Símbolo indiscutible de la ciudad, tras las idas y venidas de su historia, el castillo de Budapest poco tiene que ver hoy día con el originario. Y, sin embargo, continúa destilando un encanto especial.
Para alcanzarlo hay que subir a pie desde otro de los grandes reclamos de la ciudad: el mítico Puente de las Cadenas, que conecta ambas orillas del Danubio, y caminar por un sendero zigzagueante que avanza colina arriba hasta alcanzar la majestuosa entrada de la fortaleza. Para quienes las cuestas les supongan cierto respeto, un funicular de 1870 hará el trayecto mucho más placentero.
Una enorme verja de comienzos del siglo XX da acceso desde la plaza de San Jorge al que muchos conocen también como el Palacio Real. La razón es simple, pues durante un largo periodo sirvió de residencia a los reyes de Hungría. Hoy, sin embargo, este magnánimo castillo acoge en su seno tres importantes organismos: la Galería Nacional (mng.hu), en la que se expone la obra de artistas húngaros desde la Edad Media hasta la actualidad; el Museo de Historia de Budapest (btm.hu), todo un must para entender los acontecimientos acaecidos en la capital húngara desde su fundación; y la Biblioteca Nacional (oszk.hu), que cuenta, curiosamente, con un ejemplar de cada libro que ha sido publicado en Hungría a lo largo de su historia.
EL BALCÓN DE BUDAPEST
Tras esmerarse en recorrer, paso a paso y sin prisas el castillo, avanzaremos hacia otra de las maravillas del distrito, que queda a solo unos pasos, la iglesia de Matías, oficialmente, iglesia de Nuestra Señora. Con su colorido tejado y su imponente torre panorámica dominando el cielo, este emblema religioso de la ciudad, construido entre los siglos XIII y XV y sede de coronaciones de grandes reyes, entre ellas la de Francisco José y Sisi, se halla en un rincón inmejorable de la ciudad: el mítico Bastión de los Pescadores, uno de los lugares más visitados por los viajeros que aterrizan en Budapest.
No hace falta decir que cualquier momento del día es bueno para visitar esta sorprendente plataforma de observación de estilo neogótico e inspiración medieval. Pero contemplar el atardecer entre una de sus siete torres blancas será uno de esos momentos que no se olvidan del viaje. Las mejores vistas del Parlamento de Budapest se disfrutan desde aquí, sobre todo si lo hacemos mientras nos tomamos un café en su panorámica cafetería. ¿Una curiosidad? El mirador fue obra del arquitecto Frigyes Schulek, el mismo que dirigió la reforma a comienzos del siglo XX de la iglesia de Matías, y debe su nombre a la cofradía medieval de pescadores que estaban encargados de defender, precisamente, este tramo de muralla en la ciudad.
Antes de continuar con otra de las visitas imperdibles del distrito, conviene hacer un alto en el camino para reponer fuerzas y degustar en el tradicional restaurante Fekete Holló (feketehollovendeglo.hu), en el 10 de Országház, el más sabroso goulash de todo el barrio.
HACIA LAS ENTRAÑAS DE LA TIERRA
Un paseo sin rumbo por las calles empedradas del distrito, entre locales de productos tradicionales, restaurantes, antiguos edificios de viviendas y coquetas pastelerías, nos permitirá descubrir la esencia de un barrio único repleto de sorpresas. Sorpresas como las que se esconden en su interior, pues la colina sobre la que se asienta es un absoluto queso Gruyère repleto de pasadizos, búnkeres y túneles subterráneos que han sido utilizados a lo largo de su historia para múltiples funciones.
Una manera de descubrir esta otra cara de Buda es visitando el Hospital de la Roca, una ruta guiada por las entrañas del Distrito del Castillo que recorre una parte de ese entramado. Hospital durante la II Guerra Mundial, almacén e incluso búnker nuclear durante la Guerra Fría, el recorrido por sus pasadizos, hoy ambientados con maniquíes y preparado como museo, es la mejor manera de entender el peculiar uso que tuvo en el pasado.
También podemos recorrer una parte de esos túneles al caer la noche y con la única iluminación de un farolillo. Labirintus (labirintus.hu), a muy pocos metros de la entrada al museo, nos acerca a la leyenda que conecta la ciudad con la figura del mítico Vlad Tepes –alias Drácula–, quien dicen que estuvo preso en este lugar durante más de 10 años. ¡Una experiencia solo apta para valientes!
UN ÚLTIMO PASEO
La calle Mihály Táncsincs es, probablemente, una de las más hermosas de la colina de Budapest y de las que mejor representa esa esencia única de los antiguos edificios de estilo barroco levantados en la zona. La Oficina para la Protección de Monumentos Históricos, que ocupa el número 1, ofrece exposiciones con imágenes de parte de ese patrimonio húngaro único ya desaparecido. El palacio de Erdödy, levantado sobre las ruinas de una antigua casa medieval, es la actual sede del Museo de la Música. Y en el jardín del número 23 aún permanecen los restos de una antigua sinagoga del siglo XV.
Así, parada a parada, llegaremos hasta la iglesia de Santa María Magdalena, otro de esos lugares únicos. Aunque tan solo se conservan las ruinas de su fachada franciscana y de su torre, su historia hace que merezca la pena dedicarle un tiempo. Fue levantada en el siglo XIII para el culto cristiano, más tarde pasó a manos de los turcos, quienes la convirtieron en mezquita. Y con el paso de los años, los franciscanos recuperarían su uso original.
Para despedirse del barrio con el mejor sabor de boca, no hay nada como catar uno de sus dulces más tradicionales en cualquiera de sus míticas y numerosas pastelerías. ¿Una apuesta segura? Ruszwurm (ruszwurm.hu), toda una institución fundada en 1827, que conserva aún en su interior el aspecto de antaño con antiguos muebles de cerezo y encantadoras vitrinas. Un bocado a una porción de este tradicional pastel de crema será la mejor guinda a nuestro particular viaje.
LA HORA DEL DESCANSO
Dormir en el Distrito del Castillo de Budapest y hacerlo de lujo es muy fácil, sobre todo si apostamos por el Hilton Budapest (hilton.com). Con majestuosas habitaciones en las que la elegancia se adueña del espacio, ocupa un edificio de estilo del siglo XVI y cuenta con unas inmejorables vistas al Danubio y al Parlamento húngaro. Una opción algo más económica, aunque con las mismas vistas, es el Lánchíd 19 (lanchid19hote.com), un hotel enfocado al diseño en todos los sentidos. La arquitecta Dóra Fónagy fue la artífice de su última renovación, mientras que Richárd Orosz se encargó de añadir colorido a cada estancia, rincón e incluso fachada. solo por contemplar el juego de luces de su exterior ya merece la pena hospedarse en él.
A LA MESA
Cocina inspirada en platos del imperio austro-húngaro adaptados al siglo XXI encontraremos en el restaurante Pierrot (pierrot.hu), que ocupa un antiguo edificio de época medieval en pleno Distrito del Castillo. De ambiente refinado y elegante, cuenta con un comedor abovedado y un coqueto patio con jardín. Otra opción es el Leo Budapest (leo-budapest.hu) , un estiloso restaurante situado en la azotea del Hotel Clark que ofrece también unas maravillosas vistas tanto del castillo como del Danubio. Ideal para tomar hamburguesas, salchichas, entrecots… en un entorno espectacular y celebrar la vida con uno de sus sublimes cócteles.
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