El desertor: la peligrosa vida en Israel reflejada en tono de tragicomedia
El desertor (The Vanishing Soldier, Israel/2023). Dirección: Dani Rosenberg. Guion: Dani Rosenberg, Amir Kliger. Fotografía: David Stragmeister. Edición: Nili Feller. Elenco: Ido Tako, Mika Reiss, Efrat Ben Tzur, Tikva Dayan, Shmulik Cohen. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 96 minutos. Nuestra opinión: buena.
El conflicto entre Israel y Palestina tiene una historia muy larga que se remonta a 1917, cuando el gobierno británico, a través de la Declaración de Balfour, manifestó públicamente su apoyo hacia el establecimiento de un estado para el pueblo judío en la región, que por entonces formaba parte del Imperio Otomano. Desde entonces hasta hoy, con la nueva escalada que provocó el ataque terrorista de Hamás en octubre de 2023, se ha dicho muchísimo sobre el tema. Y el cine, a través de documentales (atención a No Other Land, presentado en el último festival de Berlín y nominado al Oscar) y ficciones, lo ha reflejado con diferentes perspectivas.
La de Dani Rosenberg, cineasta israelí graduado de la prestigiosa Sam Spiegel Film School de Jerusalén es realmente original. El propio director, que también debutó con un singular largometraje híbrido -parte ficción, parte documental- seleccionado por el Festival de Cannes (The Death of Cinema and My Father Too, de 2020) ha contado que la historia de El desertor está basada en una experiencia personal.
Como la inmensa mayoría de los jóvenes de su país, Rosenberg pasó por el servicio militar israelí y una noche, cuando cumplía con una guardia de rutina, decidió fugarse intempestivamente. El impulso le duró poco: muy pronto volvió a su puesto, pero la anécdota le sirvió como inspiración para una tragicomedia protagonizada por un chico de 18 años que abandona el ejército sin dar aviso para reencontrarse con su novia, una jovencita que trabaja en gastronomía y planea mudarse a Canadá.
“Lo primero que pensé cuando empecé con este proyecto fue en Buster Keaton, especialmente en Cops (1922) -declaró Rosenberg cuando El desertor fue presentada en el Festival de Locarno-. También en los thrillers cargados de paranoia de los años 70, en el cine de Brian de Palma y de Sam Fuller e incluso en Antoine Doinel (el inolvidable protagonista de la saga de Francois Truffaut que hizo famoso internacionalmente y destinatario del culto cinéfilo a Jean Pierre-Léaud)”.
Todas esas influencias se notan en este film atípico en el que se respira la tensión permanente de la vida bajo amenaza en Tel Aviv, pero contada a partir de una serie de desventuras vividas en un mismo día y salpicadas por un humor que incluso puede resultar incómodo para temperamentos solemnes.
La capital de Israel es un cúmulo de paradojas que queda bien sintetizado en una escena de El desertor que se desarrolla en un restaurante donde algunos comen y otros bailan al ritmo de la exitosa “Titanium”, de David Guetta y Sia. Todos, eso sí, parecen despreocupados, aunque mezclada con esa música que suena a todo volumen aparezca una sirena que alerta sobre un posible ataque terrorista. Así de naturalizada está la situación y la película lo pinta muy bien en apenas una secuencia.
“Ser víctima del terrorismo es en Israel símbolo de estatus”, dice en algún momento el padre del protagonista, internado en un hospital donde lo tratan mejor de lo que evidentemente esperaba. Es apenas una gragea irónica de una película que esconde debajo de esa superficie ligera una angustia persistente. “Al final, todo es un gag”, decía otro grande del cine y la comedia de la época de Keaton, el inefable Charles Chaplin. Dani Rosenberg lo ha tomado en cuenta y sin necesidad de arengas ni subrayados nos acerca a una realidad que casi todo el tiempo se parece mucho a una tenebrosa fantasía.