Diana Jiménez: ‘En la adolescencia emergen muchas de nuestras carencias como padres’

Diana Jiménez, piscóloga y educadora certificada en Disciplina Positiva
(Diana Jiménez/InfanciaenPositivo.com)

Todos los padres tenemos claro que la adolescencia es una etapa de transición, de grandes cambios, pero no solo eso: es también un período de aprendizaje y de nuevas oportunidades, tal y como pone de manifiesto Diana Jiménez, psicóloga y educadora certificada en Disciplina Positiva y fundadora de InfanciaenPositivo.com, que acaba de publicar Adolescencia en positivo (Editorial Oberon).

Este libro es todo un manual para padres, a los que ayuda a comprender ciertos comportamientos en sus hijos y a gestionar determinadas situaciones que pueden resultar complicadas y, sobre todo, les muestra el camino para lograr o recuperar una mayor conexión con los hijos adolescentes. La clave está en entender que, como nos dice la autora, "la adolescencia no dura eternamente" y también aquí, al igual que en la infancia, es necesario atesorar recuerdos.

Muchas de las formas en las que se afrontan los retos de la adolescencia dicen más de la educación y aprendizaje de los padres, que de los propios hijos

Sabemos que es normal que los adolescentes tengan cambios de humor, pero ¿hasta qué punto? ¿Pueden estos cambios producirse en un mismo día a menudo?

La adolescencia es una etapa compleja de por sí y el ser humano también, tenga la edad que tenga. Si juntamos estas dos variables: las peculiaridades del ser humano con las peculiaridades de la adolescencia... va a ser prácticamente imposible dar una respuesta “fiable” a hasta qué punto los cambios de humor pueden darse en un mismo día. Habrá tantos cambios de humor como olas tiene el mar. Su cerebro está en plena “remodelación” y esto afecta especialmente a las áreas encargadas de las emociones. La adolescencia es una etapa de fluctuaciones hormonales, emocionales, sociales, comportamentales, etc. Y esto además suele ser impredecible. Sólo los padres/adultos que estén más conectados con el adolescente en cuestión, serán capaces de manejar esos cambios de humor con soltura y seguridad.

Adviertes en tu libro que, cuando esos cambios de humor son más profundos, es preciso pedir ayuda profesional. ¿Cómo darnos cuenta de ello?

En el libro me refiero a esos casos en los que notamos que el adolescente se vuelve más introvertido de lo normal, más esquivo o huidizo, en el que apenas hay interacción con los padres o incluso con amigos. Empieza a recluirse, a aislarse y notamos que apenas le oímos y que, cuando lo hacemos, suele ser con gritos o enfados. En estos casos, puede estar ocultando una problemática que no tiene que ver con los cambios propios de la edad y que va a requerir intervención profesional. Algunas de estas señales de alerta son: cambios en los hábitos, sueño, higiene, alimentación, aumento de apetito o falta de él, el aislamiento social, que se prolongue en el tiempo o sea de mayor intensidad, cambios en su rendimiento académico, etc.

Es importante destacar que la presencia de una sola señal no necesariamente indica un problema grave, pero si observamos varias de estas señales de forma persistente, es fundamental buscar ayuda profesional.

También me gustaría recordar que un adolescente con un problema serio, que va más allá de los cambios propios de la etapa, se vuelve muy astuto y los padres no siempre pueden verlo a tiempo ni con facilidad. Hay muchos padres que se sienten culpables preguntándose “cómo no lo vieron antes” y hay que señalar que no siempre es tan evidente.

Uno de los consejos que das en el libro es discutir solo “lo estrictamente necesario” con los hijos adolescentes; ¿cómo pueden los padres lograrlo? ¿Cómo decidir qué ‘batallas’ elegir?

La adolescencia es una etapa de transición y de aprendizaje, como padres, adultos, nuestro papel es el de ser guía, modelo y apoyar acompañando este proceso. Cuando me refiero a “elegir las batallas” hablo de entender cuántas de estas son propias del adolescente o del padre que se ve reflejado en ellas. Muchas de las formas en las que se afrontan los retos de la adolescencia dicen más de la educación y aprendizaje de los padres, que de los propios hijos. En la adolescencia emergen muchas de nuestras carencias. Y sería una buena oportunidad para reparar nuestra infancia o nuestra adolescencia para no cargar las tintas sobre ellos.

Qué podemos hacer entonces:

  • Elegir sabiamente qué batallas merecen ser libradas y cuales dejarlas pasar.

  • Mantener siempre la calma. Si notamos que la perdemos… abandonar la situación hasta volver a calmarnos.

  • Buscar siempre la solución a través del diálogo. Cuántas situaciones son solo reproches, críticas, quejas que no van a ningún sitio.

¿Cuál es, en la adolescencia, el papel del sentido de la pertenencia al grupo?

Desde que nacemos, los seres humanos necesitamos sentir que pertenecemos y que podemos contribuir. En la adolescencia esa búsqueda de pertenencia cobra mayor sentido en relación a sus iguales. En su grupo sienten que encajan, aunque ellos se ven diferentes, está implícita esa necesidad gregaria de pertenecer, de estar dentro. Lo que hoy conocemos como FOMO (“fear of missing out”) cobraría todo el sentido en esta etapa.

En el grupo los adolescentes encuentran su identidad. Es el espejo en el que se miran, observan, comparten y descubren quiénes son, qué les gusta, qué rol quieren desempeñar en la sociedad. Obtienen validación y aceptación. Te pongo un ejemplo, un adulto entra a un aula de infantil y pregunta: ¿quién ha cogido el bolígrafo de mi mesa? Todos “delatarán” al autor.; ahora, entra tú a un aula de secundaria y haz la misma pregunta… nadie sabrá nada. Los amigos son los confidentes, la lealtad pasa a ser crucial.

Hay que decir que la influencia del grupo no siempre es positiva, que esa búsqueda de pertenencia puede llevar a la complacencia, la conformidad, a no tomar buenas decisiones. Y esto también es en parte porque esa necesidad de pertenencia no es igual de intensa para todos.

‘Adolescencia en positivo’, de Diana Jiménez
(Oberon)

Dedicas un capítulo del libro a la segunda oportunidad que la adolescencia representa tanto para los hijos como para los padres y subsanar los errores de crianza que se hayan podido cometer a edades más tempranas; ¿cómo subsanarlos? ¿Cómo aprovechar esa segunda oportunidad?

Esa es la magia de los seres humanos. Podemos reparar nuestros errores. Cómo podemos hacerlo:

  • Con autocrítica y reflexión honesta. ¿Qué hemos hecho hasta el momento? ¿Nuestra manera de intervenir ha ayudado a aliviar retos o los ha avivado más?

  • Disculparnos si es necesario, sin exagerar ni impresionarse, pero sí desde la sinceridad de la voluntad de cambio.

  • Mantenerlo y ser constante. No hay nada más doloroso, desconcertante, que un padre/madre arrepentida un minuto sí y al otro no. Si lo dices, dilo en serio y si lo dices en serio, cúmplelo.

  • Recordar que la relación es básica, cuidarla y trabajar la conexión. Evitar corregir si no hemos conectado antes.

  • Y pedir ayuda en caso que no nos sintamos capaces o con fuerzas de llevar a cabo estos cambios para dar esa segunda oportunidad.

En los casos en los que los progenitores vean cómo sus hijos se van alejando cada vez más del núcleo familiar, ¿qué hacer para recuperar la conexión con ellos?

Primero, no impresionarse. Ese alejamiento, aunque nos duela, es necesario y forma parte de la etapa de crecer. Lo importante no es que se aleje, sino que quiera volver.

Sin embargo, cuando ese alejamiento es excesivo, va acompañado de dolor, de reproches, cambios de humor, mentiras, aislamiento… es importante que como padres pasemos a la acción:

No victimizar ni hacer culpables “ya no me quieres”, “ya no te importamos”… respeta su espacio, dale tiempo, no le invadas ni le obligues a hablar. Sólo estate ahí. Aunque todo indique que no quiere que te quedes, no te marches de su vida. Que sepa que siempre estarás ahí para cuando necesite.

Busca momentos propicios para la conversación, tiempo juntos, conexión. Interésate por sus gustos y aficiones. Muéstrate disponible. Sé cercana/o

¿Cómo saber encontrar la justa medida en la independencia que tanto reclaman? Es decir, sin ir ni al extremo de la sobreprotección ni al de permitirles libertad excesiva

Observando, recalculando, formándonos, preguntando… Muchas veces suponemos, pero no verificamos. Nos falta ver a nuestro hij@ realmente bajo esa cantidad de etiquetas que el hemos puesto, peticiones que le hacemos, críticas que les lanzamos, juicios que hacemos…

Algunos de los temas más delicados y que más preocupan a los padres en esta etapa de la vida de sus hijos tiene que ver con posibles malas compañías, con el riesgo de adicciones, con lo que hacen y a dónde van cuando salen solos… ¿es posible educar a los hijos para que tomen las decisiones correctas al respecto?

No solo es posible, sino que de otra forma, no sería educar en absoluto sino adiestrar. Modelar en nuestros hijos aquellas habilidades, valores, decisiones, características, que queramos que tengan es necesario modelarlas y enseñarlas cuando son pequeños. Si no educamos a nuestros hijos desde la crianza respetuosa, con firmeza amable, con acuerdos, con respeto… llegarán a la adolescencia o siendo sumisos y complacientes, con lo que sus decisiones van a estar muy supeditadas a las personas con las que se relacionen, o se rebelarán porque nadie aguanta que le controlen o que le digan todo el tiempo lo que debe hacer.

¿Qué es lo más importante que debemos tener en cuenta a la hora de acompañar y guiar a nuestros hijos por la adolescencia?

Que la adolescencia es una etapa que no dura eternamente, que se termina, igual que lo hace la infancia. Que si en la infancia nos “esforzamos” por atesorar recuerdos, porque nuestros hijos construyan su autoestima y compartan tiempo con nosotros, en la adolescencia será igual o más importante. Si te pierdes la adolescencia de tus hijos, te estarás perdiendo conocerlos. La adolescencia pasará y lo que quedará es el recuerdo amargo de la crítica, los enfados, las quejas… y crecer con esos recuerdos no le gusta a nadie.

¿Cuándo deben los padres empezar a orientar la educación que dan a sus hijos de cara a la adolescencia, es decir, para que la transiten lo mejor posible?

Cuanto antes mejor. Como digo en el libro: “más vale llegar dos años antes que dos minutos tarde” y la adolescencia, a diferencia de la infancia, no nos da tanto margen ni tanto tiempo, por lo que llegar a ella preparados será toda una ventaja que nos vendrá muy bien.

También es importante recordar que prepararnos antes no significa ver “adolescencia” donde no la hay o empezar tan pronto, que nos saltemos etapas. La clave como siempre, está en el equilibrio.