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Los diez reality shows de los que hablará el mundo, desde recién casados varados en una isla a famosos que no pueden pisar el suelo

Los realities que se vienen en el mundo, que darán que hablar
Los realities que se vienen en el mundo, que darán que hablar

No se recuerda en la historia de la TV una fórmula que haya logrado una expansión tan rápida y diversificada como la representada por los reality shows. La atracción irresistible del género televisivo más reciente se explica desde las posibilidades infinitas que su propia definición ofrece. Y ese ansia por la novedad convierte a las presentaciones que cada año para esta fecha lleva adelante la consultora The Wit en las más concurridas del MipTV, la mayor convención mundial sobre la industria televisiva que se cerró este miércoles en el Palacio de los Congresos de Cannes.

Allí quedaron esta temporada a la vista al menos tres tendencias bien visibles, de las cuales surgirán los diez reality shows de los que muy probablemente hablará el mundo entero en los próximos meses. Las líneas de la presentación que hizo la suiza Virginia Mouseler, responsable de The Wit, apuntan a nuevas variantes en las competencias que salen a buscar a la pareja perfecta, a la mayor sofisticación de lugares y premios en las carreras por suculentas recompensas desarrolladas en escenarios exóticos, y finalmente en algunas propuestas innovadoras en torno de formatos tradicionales como los concursos de talentos o los quiz shows.

En lugar de lo nuevo propiamente dicho, lo que tenemos aquí es un nuevo catálogo de las variantes casi infinitas que ofrece el género a partir de sus prácticas más difundidas. Ya no es novedad la llegada de un nuevo dating game o alguna renovada carrera hacia el momento en el que surgirá de la pantalla la nueva estrella de la canción o el baile. Estos criterios hace mucho tiempo que ya están establecidos, según nos sugiere The Wit. Ahora llegó el momento de ver cómo siguen evolucionando.

La primera novedad pasa por una visible variante en el programa clásico de citas que seduce a los participantes con el anzuelo de que allí encontrarán a la pareja más soñada. En For the Love of DILFs la competencia incluye solamente a hombres homosexuales en busca de pareja dentro de un escenario parecido al de programas como Temptation Island. La encargada de organizar los encuentros y aconsejar a los participantes es nada menos que Stormy Daniels, la estrella de cine porno que busca un nuevo rumbo para su carrera después de denunciar al expresidente de Estados Unidos Donald Trump por haber comprado su silencio.

Virginia Mouseler, durante su disertación en Buenos Aires
Virginia Mouseler, anfitriona cada año de la muestra sobre el futuro de los reality shows en The Wit

El programa, estrenado a fines de enero en el área francófona de Canadá, encuentra eco en otras producciones recientemente creadas y bastante parecidas como I Kissed a Boy, que tiene como anfitriona a la australiana Dannii Minogue, la hermana menor de Kylie. Producida por la BBC muestra a 10 varones del Reino Unido saliendo en busca de su alma gemela gay por toda Europa. El reality FBoys & Friends, también de producción británica, va todavía más allá porque alienta a los competidores a coquetear inclusive antes de conocerse.

A los creativos alemanes de Red Arrow se les ocurrió mezclar las competencias de citas con la aventura en el reality Stranded on a Honeymoon Island (varados en la isla de la luna de miel), en donde cuatro parejas (hombres y mujeres) armadas a partir de algoritmos y el trabajo de un panel de expertos quedan a solas, abandonadas y a la deriva durante dos semanas en una isla tropical inmediatamente después de firmar sus respectivos compromisos. En cada episodio llegarán a la orilla, como si fuesen botellas para náufragos, cajas con elementos básicos de supervivencia. Al término de la experiencia los competidores son forzados a separarse para decidir en soledad sus respectivos destinos.

Más abierto a la participación del público es el flamante formato israelí I Do, But With Who? (sí, quiero, pero ¿con quién?). El programa presenta cuatro atípicas historias de amor que terminaron en sendos matrimonios, mientras se nos relatan las dificultades que las parejas enfrentaron para que el idilio fructificara. Cada integrante cuenta por separado su vida ante las cámaras sin revelar el nombre de su pareja y queda en manos del televidente adivinar, a cambio de una recompensa, quién se unió a quién.

Por el lado de las competencias en escenarios exóticos y distantes, el actor australiano Jai Courtney (uno de los protagonistas de la serie de Netflix Caleidoscopio) es el anfitrión de The Summit, que lleva a catorce participantes en el largo camino hacia una lejana montaña, cuya cumbre deben alcanzar en apenas 14 días. Cada uno pone en juego la parte proporcional de un millón de dólares dividida entre todos y cargada en sus respectivas mochilas. Quien gane se llevará la recompensa completa después de un viaje que estimula la codicia de los participantes, pero a la vez los obliga a colaborar entre ellos para alcanzar el mismo objetivo.

Un poco más liviana y tentadora es la propuesta, en el mismo terreno, de Tempting Fortune, exigente travesía de 18 días por las áreas rurales de Sudáfrica con una recompensa colectiva de casi 400.000 dólares. Para obtenerla y compartirla, los doce competidores de este reality británico no solo deben completar el recorrido sino también evitar las extraordinarias tentaciones que se les presentan a lo largo de la ruta. Tienen la opción de viajar con lo puesto y de manera frugal o bien hacerlo con todas las comodidades, pero en este caso se les descontará el costo de la recompensa final.

A la distribuidora europea Newen Connect se le ocurrió una versión todavía más delirante de las competencias en escenarios agrestes y naturales. Se titula Walk of Fame y se presenta como “el único programa en el que los famosos no hacen absolutamente nada”. Solo están obligados a subirse a una especie de palanquín, sentarse en su silla y dejar que cuatro personas anónimas (los competidores del programa) los trasladen a pulso a través de superficies abiertas, rurales o selváticas, equipados solo con los elementos básicos para desplazarse por el lugar. Cada vez que el famoso tenga ganas de bajarse o pisar el suelo, el equipo que lo traslada sufrirá una multa y perderá parte de la recompensa propuesta para el ganador: 100.000 euros.

Menos salvaje y más propia de la realidad del siglo XXI es Destination X, producción de origen belga en la que diez concursantes se embarcan en un viaje por rutas europeas a bordo de un ómnibus equipado con materiales de realidad virtual. Dicen los creadores de este reality competitivo que al modificarse el escenario tanto los participantes como el público no tienen idea alguna de dónde están. Le toca a ellos buscar a través de la tecnología el lugar exacto en el que los espera el anfitrión del show, que interactúa con ellos desde su puesto de comando secreto. La propuesta es interactiva y los espectadores son invitados a participar a través de sus propias pantallas y dispositivos.

Llamó mucho la atención en el mapa de Fresh Formats ofrecido en Cannes la propuesta de Rise and Fall (ascenso y caída), un reality británico estrenado en Channel Four a fines de marzo en el que 16 concursantes son divididos en dos grupos, los “Rulers” (gobernantes) y los “Grafters” (trabajadores), que tendrán que convivir en el mismo edificio a lo largo de 18 episodios. Los primeros se instalan en los pisos más altos, en medio de lujos y comodidades, y se encargan de tomar las decisiones que permiten el desarrollo y la continuidad del juego. Le toca a los Grafters, que habitan en el sótano, cumplir con esas tareas. Las cosas cambian cuando todos los “gobernantes” votan para dejar afuera a uno de ellos, lo que permite el ascenso de un “trabajador” a ese lugar. Tras sucesivas eliminaciones, uno de los “gobernantes” quedará consagrado ganador y se llevará un premio de 100.000 libras.

La presentación de The Wit se cerró con un par de expresiones novedosas dentro de formatos más bien tradicionales. El primero forma parte del cada vez más poblado universo de los concursos de talentos y se titula The Piano. Nació de los mismos creadores de la versión británica de Bake Off, y por sus características tiene rápidas posibilidades de encontrar réplicas en distintos países. La novedad en este caso consiste en que algunos de sus competidores ni siquiera saben que son participantes del juego, ya que no tienen que hacer otra cosa que tocar el piano en algún lugar público. Los instrumentos son colocados estratégicamente en estaciones de transporte público, plazas o espacios de amplia concurrencia y quien pase por allí y se ponga a tocar será observado en secreto por músicos expertos. Uno de los jurados, en la versión original británica, es nada menos que Lang Lang.

El otro es The Floor, que aparecerá por primera vez en Francia y se presenta como toda una innovación entre los programas de preguntas y respuestas. El título responde al elemento básico de su escenografía: un gigantesco espacio con luces LED instalado en el piso de un estudio de TV y dividido en 100 espacios del mismo tamaño. Cada uno de ellos representa a una categoría distinta del conocimiento o la cultura general, ocupado por un especialista en ese terreno. El juego comienza cuando uno de esos 100 competidores desafía a otro a contestar preguntas del rubro correspondiente a este último. Quien gane conquistará el casillero de su adversario e irá ampliando su dominio dentro del tablero. El ganador del premio mayor será quien se quede después de ocho emisiones con la totalidad del espacio.