Disco, Ibiza, Locomía: emotivo retrato de un fenómeno pop de los 90 que escondió egos heridos y varias traiciones
Disco, Ibiza, Locomía (España/2024) Dirección: Kike Maíllo. Guion: Kike Maíllo, Marta Libertad. Edición: Martí Roca. Elenco: Jaime Lorente, Alberto Ammann, Albert Baró, Blanca Suárez, Eva Llorach y Alejandro Speitzer. Disponible en: Netflix. Duración: 104 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
A mediados de los 90, en la enorme “Traición”, Claudio O’Connor entonaba que “cosas malas tiene la vida, pero ninguna peor que la traición”. Y aunque salta a la vista que Hermética tiene realmente muy poco que ver con Locomía, en esas estrofas bien se resume el espíritu de ese tsunami musical español que duró poco, pero pegó con fuerza.
La historia de Locomía parte del amor que existía entre Xavi Font (Jaime Lorente), su novio Manolo (Iván Pellicer), y la amiga de ambos, Lurdes (Blanca Suárez). Los tres eran jóvenes en la Ibiza de los años ochenta, y buscaban el éxito a fuerza de tenacidad y mucho descaro. Ese mismo descaro los lleva a convertirse en la principal atracción del Ku, la discoteca de moda por la que pasaban invitados de la talla de Freddy Mercury. Como líder del grupo, Xavi propone vistosas coreografías cuyos principales rasgo eran la presencia de extravagantes vestuarios y el uso de abanicos. Poco a poco la popularidad crece, el trío evoluciona hacia un conjunto mucho más numeroso, y el desparpajo se convierte en la firma de ese grupo coreográfico. En ese momento aparece José Luis Gil (Alberto Ammann), un importante productor discográfico que ve en esa idea el germen de algo mucho más grande.
Locomía comienza a crecer desmesuradamente, a pesar de la evidente falta de talento para el canto de Xavi, su líder. La propuesta musical pega hondo en el público de la época, que hace del grupo un éxito absoluto. Pero el núcleo duro compuesto por el trío original se resquebraja irremediablemente. Eso que inicialmente era un emprendimiento de baile, se convierte en una fábrica de dinero que da paso a traiciones, egos dañados y una toma de decisiones que priorizan más el dinero que el corazón. Así hasta llegar al inevitable final, que deja un tendal de vínculos rotos y el recuerdo de un terremoto musical que dejó huella en España y el mundo.
A través de un juicio en el que todos los involucrados en Locomía explican qué tan responsables son de la génesis de ese fenómeno (una estructura que remite a Red social, la gran película de David Fincher), Disco, Ibiza, Locomía reconstruye un éxito que tuvo demasiados padres, un Frankenstein musical del que todos querían hacerse cargo, aunque por distintos motivos. El film establece rápidamente bandos divididos entre aquellos que reclaman paternidad por avaricia y los que la reclaman por orgullo artístico. Aunque esa es una mirada inicialmente maniquea, pronto aparecen los grises que reflejan que en esencia, nadie es tan bueno ni nadie tan malo, y que priorizar los negocios no necesariamente es una canallada.
En la piel de Xavi, Jaime Lorente logra una actuación conmovedora, a través de un personaje que llora sus miserias, pero que se mueve con la firme decisión de quien quiere triunfar por sobre todas las cosas. Y aunque no pisa cabezas en su carrera hacia la cima, sí debe lidiar con el dolor de hacer a un lado a esos amigos que no comparten ese mismo profesionalismo. No es una historia nueva, pero la sinceridad y la falta de pretensión de este film le permiten al espectador conectar fácilmente con un relato del que hay miles, pero no siempre tan bien ensamblados.
En su cáscara, Locomía fue un fenómeno desaforado, un terremoto que enamoró a miles de personas alrededor del mundo. Los miembros del grupo habían aceptado vivir varias mentiras que sostuvieran ese éxito: esconder su homosexualidad, sus amores, su falta de talento para el canto e incluso su natural torpeza en la ejecución de las coreografías. Pero esas mentiras no ocultaban el nervio y la energía que atravesaba a todos los Locomía, a lo largo de ese camino que los llevó a convertirse en moda en todas las discotecas del mundo, ese hábitat natural del que fueron hijos pródigos. Y la película triunfa en reflejar el choque de los mundos públicos y privados, mostrando una cáscara frívola que escondía una intimidad de grandes angustias.
Fiel al espíritu de la banda, Disco, Ibiza, Locomía es una película que parece despreocupada y festiva, pero que esconde las amarguras de un hombre que vivió en carne propia el peso de cumplir sus objetivos. Aunque al final del camino, la redención de justos y pecadores, pueda llegar a hacer feliz un paisaje de mucho sufrimiento.