Pudo ser un hito de la ciencia ficción pero este fracaso de Disney no supo elegir su momento

Aunque la década de 2010 supuso la consolidación de Disney como un gigante imparable del entretenimiento, como bien demostró el éxito de Marvel, la compra de Lucasfilm y Fox o el legado de títulos animados como Frozen, esta etapa no estuvo exenta de fracasos estrepitosos que se tradujeron en pérdidas millonarias, como fue el caso de John Carter en 2012.

Cartel promocional de 'John Carter' (Disney)
Cartel promocional de 'John Carter' (Disney)

Esta película, una propuesta de ciencia-ficción que adaptaba la novela Una princesa de Marte de Edgar Rice Burroughs, fue el intento dar salida a una nueva saga de aventuras que remitiera a universos como el de Star Wars y repitiera el éxito de franquicias del estudio como Piratas del Caribe. No obstante, solo fue capaz de recaudar 284,13 millones de dólares en todo el mundo, una cifra a años luz de rentabilizar los más de $250 millones desembolsados en el proyecto y que convirtió a John Carter en uno de los mayores fiascos históricos de la casa Mouse.

Hoy en día, 10 años después de su estreno, son pocos los que tienen en mente este título que, más allá de su descalabro en taquilla, tampoco acabó por convencer a la crítica. Pero, echando la vista atrás, es notorio que se trataba de una propuesta llena de grandes ideas para lograr un espectáculo sobresaliente de aventuras y ciencia-ficción que, sin embargo, no lució ni se admiró como debería por una fallida campaña de marketing y el timing tan poco acertado que eligió Disney para traerla a los cines.

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Por contextualizar, John Carter es un relato que llevaba desde la década de 1930 queriendo adaptarse al lenguaje audiovisual. Su historia, la de un capitán del ejército de La Confederación que es misteriosamente traslado a Marte y debe tomar parte en el conflicto de sus habitantes junto a una princesa llamada Dejah Toris, fue pionera en el terreno de la ciencia-ficción cuando Edgar Rice Burroughs, autor de Tarzán, la publicó en 1912 en la revista All-Story Weekly.

Esto derivó en que los lectores empezaran a soñar con mundos fantásticos en los confines del espacio, a que se diera juego a una saga que se extendió hasta los años 40 con un total de 11 libros y a que el mundo audiovisual, en el despertar de la space-opera con series como Flash Gordon, se interesara en trasladar a imágenes este épico relato con tantas posibilidades tras de sí. Sin embargo, adaptar en condiciones este universo de ciencia-ficción repleto de naves, estructuras, criaturas y escenarios fastuosos y una historia tan amplia no era fácil, sobre todo en aquellos años.

El primero en intentarlo y desistir fue Bob Clampett, uno de los principales responsables de los Looney Tunes de Warner. Su intención fue producir una serie de animación en los años 30, pero el proyecto acabó por ser papel mojado y, salvo algunas piezas que han ido saliendo a la luz a lo largo de los años, jamás llegó a los ojos de los espectadores. Pero la idea de adaptar John Carter siguió rondando Hollywood a lo largo de los años, aunque no fue hasta que Disney se lanzó a la piscina en la década de 2010 cuando las novelas de Burroughs tuvieron por fin vida en pantalla. Y la razón de esta tardanza tiene una explicación lógica.

Tras el despertar de la space-opera, fueron muchas las producciones que exploraron los mismos conceptos que John Carter. Es el caso de la mencionada Flash Gordon, que se mantuvo en antena con varios seriales hasta casi los años 60, o del multitudinario éxito de Star Wars. Y este último caso es clave, porque la saga de George Lucas tuvo claras referencias a este clásico literario de ciencia-ficción. Su concepto era prácticamente el mismo, el de tomar la idea del héroe medieval al rescate de una princesa y trasladarlo a un universo futurista. Y si a eso le sumamos que muchos de sus escenarios, como el desértico Tatooine, eran una viva imagen de las descripciones de los libros de Burroughs.

Por esta razón, adaptar las aventuras en Marte de John Carter hubiera tenido poco de novedoso. Y si le sumamos los múltiples fracasos de las space-opera que en aquellos años intentaron emular el éxito masivo de Star Wars, como podría ser el caso del Dune de David Lynch, llevar este relato a la gran pantalla hubiera sido una misión destinada al fracaso. Y esto es justo lo que le ocurrió a Disney cuando, 100 años después de la publicación de la novela original, nos ofreció su John Carter: Era una adaptación que había llegado demasiado tarde, cuando infinidad de producciones ya habían explotado hasta la saciedad sus ideas más potentes y revolucionarias.

Además, también habría que sumar que Disney, que sacó adelante el proyecto tras la insistencia del oscarizado director de Buscando a Nemo y Wall-E, Andrew Staton, estrenó su película con una campaña de marketing que dejó mucho que desear. En primer lugar, durante el desarrollo del proyecto y el comienzo de la promoción, la cinta sufrió constantes cambios de nombres. Primero la llamaron Una princesa de marte, como el primer libro de la saga, título que posteriormente cambió a John Carter de Marte y finalmente a John Carter. Además del continuo despiste, el nombre de John Carter no decía absolutamente nada el público de hoy en día, puesto que muy pocos tenían en mente la novela y al personaje.

Segundo, el reparto estuvo lejos de ser el ideal. Salvo algún nombre conocido entre sus secundarios como el de Willem Dafoe o Mark Strong, sus protagonistas, encabezados por Taylor Kitsch como John Carter y Lynn Collins como la princesa Dejah Thoris, eran completamente desconocidos para los espectadores. Y además, muy lejos de ser carismáticos a nivel mediático para una producción que necesitaba crear su propio fandom desde cero.

Por último, todos los tráilers y avances que la Casa Mouse usó se basaron en resaltar la espectacularidad de un universo que, por todo lo que vengo contando, estaba lejos de ser novedoso y atractivo para el espectador de 2012. Sobre todo valorando que acababa de estrenarse Avatar, había sentado una nueva revolución para el cine digital y esta cinta estaba lejos de alcanzar sus logros. Y al final, la sensación era la de una producción genérica de ciencia-ficción con poco o nada nuevo que ofrecer. Y no es porque la película fuera mala.

A nivel personal, me parece un título entretenidísimo que reúne todo lo que pido a un relato de ciencia-ficción de estas características: Aventura, batallas épicas, romance, acción, escenarios futuristas fastuosos y un universo al que sentirse trasportado. En su día salí encantado del cine, y ha sido una película que llegué a comprar en Blu-Ray y a ver repetidas veces en mi casa. Pienso que es una historia que si se hubiera adaptado antes de Star Wars y con los medios adecuados se habría logrado un clásico imperecedero de la ciencia-ficción que le hubiera puesto las cosas muy difíciles a George Lucas con su franquicia.

Aun así, también creo que Disney debió de hacer un esfuerzo extra en marcar la diferencia, porque no se puede negar que a ratos la narración es bastante plana y que a nivel visual se podría haber tenido más ambición y explorar nuevos conceptos con los que marcar la diferencia. Pero no fue el caso, y al final, aunque la Casa Mouse tuviera en mente desarrollar una nueva gran saga de películas, se acabaron dando de bruces con uno de los mayores fracasos de su historia.

John Carter está disponible en el catálogo de Disney+.

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