DogMan, de Luc Besson, ya tiene calificación de la crítica

...Besson se divierte mucho con su elenco maravillosamente diverso de varias razas y tamaños. Dogman es un trozo de pulpa fresco e inesperadamente tierno que toma una idea simple y la trabaja al máximo. La canción de cierre, bastante apropiada para una película que no rehuye a acumular exceso sobre exceso, encuentra a Piaf cantando “Non, Je Ne Regrette Rien”. Habla por Besson y Landry Jones y, por cualquiera que sea tocado por la mano de Dogman, también hablará por ellos.

...con el debido respeto a la originalidad y el compromiso mostrados aquí, pero esta es la película más ridícula que verás durante todo el año, tal vez nunca. Estoy seguro de que hay una manera de hacer que esta premisa teóricamente divertida funcione mejor, pero lamentablemente Besson no la ha encontrado.

Imagine que 'Joker' se cruzó con la serie infantil de ITV Woof y estará en el camino para comprender lo que el director del Quinto Elemento ha preparado para lo que aparentemente es su película de regreso (...) Apenas hubo una escena en Dogman que no me hiciera gritar de incredulidad, pero quizás el aullido más grande lo provocó la parte en la que un detective detrás de Douglas se sienta en un sofá y es emboscado por dos perros muy peludos disfrazados de cojines.

En ninguna parte hay evidencia de la antigua reputación de Besson como estilista visual o autor de basura prestigiosa, en una película que parece pertenecer a la televisión de mediados de los 90 y suena aún peor, con cortes de banda sonora tan escandalosamente literales. Esto es una especie de "Home Alone" con perros asesinos, pero de alguna manera no es tan divertido como parece (...) Tal vez "Dogman" sería salvable si Besson no sintiera la necesidad de explicar ruidosamente cada aspecto de la personalidad cargada de peculiaridades de Doug...

Es mucho que procesar y también es tonta, pero Besson a menudo hace que funcione, gracias en gran parte a una actuación imponente del camaleónico Caleb Landry Jones, quien logra ser conmovedor y ligeramente aterrador al mismo tiempo (...) como una especie de declaración artística personal, y en la que Shakespeare se cruza con Marlene Dietrich y perros asesinos con drag queens, vale la pena ver Dogman.

A pesar de sus aspiraciones queer adyacentes que sugieren una oferta más subversiva, la película se convierte en una acumulación de carnicería machista cargada de acción, con Besson incapaz de resistir una explosión cursi montada en la casa de Douglas, enfrentándose frente a gánsteres que quieren su botín. Las trampas explosivas abundan, y "Dogman" termina siendo bastante tonta para ellas, una especie de explosión final cómica al estilo "Home Alone" que solo resulta satisfactoria en cómo los perros terminan ganando el día.

La dirección de Besson es divertida y sencilla. No rehuye las decisiones contundentes y filma muchas de las secuencias fantásticas con un vigor casi cómico. No es el tipo de cine que gana premios, pero debería resultar popular entre el público (...) Jones retrata con perfecta sensibilidad el carácter queer de este personaje, sin recurrir a rasgos externos que sólo refuerzan los estereotipos de género...

Besson tiene una especial capacidad para convertir la biografía de su antihéroe, que es un saco de clichés, en una bizarra reivindicación de la vida vista y practicada desde los márgenes. Sin temer al exceso, y de la mano de un actor que se entrega a ciegas a los delirios de su director -que incluye su conversión provisional en ‘drag queen’ con piernas ortopédicas, con una extraordinaria presentación en sociedad como Edith Piaf-, la película es muchas cosas a la vez: una parábola religiosa, un melodrama social, una confesión a tumba abierta, un thriller de justicieros urbanos y una fábula animalista. Su excentricidad es un soplo de aire fresco en un festival como este...

Todo es una indefinible y desbocado melodrama tintado de 'thriller' al que no le es ajeno ni el cine infantil (por lo cariñosos que son los perretes) ni, apurando, el musical (se canta incluso). Sin embargo, esto es como acostumbrarse a la oscuridad. A media que avanza 'Dogman' y uno se acostrumbra a su guión esquiziofrénico (el juego palindrómico entre God --Dios-- y Dog --perro-- se aproxima al 'acabose'), empieza a caer en la cuenta de que la gracia está en lo imprevisible, en esa capacidad tan Besson de mezclar lo pomposo y lo ingenuo con un desparpajo que asusta.

Besson salta de la comedia de pastelazo a coyunturas lacrimosas en las que se le pide a Landry Jones que evoque una sensación de catarsis que Dogman nunca logra realmente. Su actuación es una muestra de gestos primarios y tormento con los pechos desnudos, pero lo que el actor tiene la tarea de encarnar no es un personaje, sólo la crisálida de uno. El resultado es una farsa que sólo es alegre de vez en cuando; incluso su espantoso clímax se ve arruinado por un guión que durante mucho tiempo nos había advertido que hacia dónde nos dirigíamos.