Donante de ‘El hombre de los 1000 hijos’ responde a las acusaciones de la docuserie: “Creo que me excedí”

Jonathan Jacob Meijer, el donante compulsivo de esperma conocido por tener cientos de hijos (Netflix)
Jonathan Jacob Meijer, el donante compulsivo de esperma conocido por tener cientos de hijos (Netflix)

Jonathan Jacob Meijer sostiene que no pretendía convertirse en El hombre de los 1000 hijos. Para empezar, el donante de esperma holandés que protagoniza la inquietante docuserie de tres capítulos de Netflix cuestiona la cifra del título y afirma que el número real de niños que ha ayudado a traer al mundo se acerca más a los 600. El documental retrata al exprofesor de preparatoria y negociante de criptomonedas, de 42 años, como un fanático decidido a esparcir su semilla lo más lejos posible. Madres de todo el mundo, que desde 2007 empezaron a tener hijos suyo, lo denuncian. “Nunca tuve la idea de tener 100 hijos o 500 hijos”, me comenta en una llamada desde Holanda. “Sucedió paso a paso. Muchos donantes quieren aparecer en las noticias, pero para mí estaría absolutamente bien que nadie supiera de mí. Ahora sí saben de mí, así que quiero explicar mi versión de la historia”.

El camino de Meijer hasta convertirse en uno de los donantes de esperma más prolíficos del mundo comenzó cuando estaba en la universidad, donde empezó a hablar con un amigo que no podía tener hijos propios. “Fue la primera persona que me hizo pensar en la donación de esperma”, recuerda Meijer. Siguió un periodo de introspección, mientras sopesaba cómo podría cambiar su vida el hecho de hacerse donante. Un año después, en 2007, con 25 años, se inscribió en un banco de esperma. “Al principio fue genial”, recuerda. “Sabía que las personas que recibieran mi muestra serían superfelices y crearían una familia. Es algo significativo y real”. A medida que se fue sintiendo más cómodo con la idea de ser donante, consideró que era una lástima tener que permanecer en el anonimato. “Pensé que era una pena no poder conocer a la gente y ver las sonrisas en sus caras”, expresa. “Entonces leí sobre sitios web donde se podía donar de forma privada y me di cuenta de que era algo que yo también quería hacer. Me pareció más completo”.

Publicó anuncios con fotografías en las que lucía su larga melena rubia en sitios web holandeses donde las mujeres buscaban donantes de esperma que incluían, junto con una explicación de quién era y sus motivaciones. Desde el principio, la respuesta fue abrumadora. “Desde el momento en que puse el anuncio, una hora después ya había cuatro o cinco correos electrónicos. Eso duraba todo el día”, explica. “La gente cree que tenía este plan desde el principio, pero pensé que quizá ayudaría a una o dos personas”. En lugar de eso, cuenta que se encontró filtrando montones de respuestas. “Sé que la gente piensa que estoy loco y que ayudo demasiado, pero en mi opinión fui súper selectivo”, indica. “La gente no entiende que hay escasez de donantes”.

Pronto empezó a visitar en privado a mujeres de todo el país, y luego del mundo. Muchas eran lesbianas, solteras o tenían una relación con una pareja estéril. Normalmente, proporcionaba donaciones de esperma en un recipiente de plástico, aunque a veces él mismo mantenía relaciones sexuales con las mujeres. No pedía que le pagaran más allá de que le cubrieran los gastos de viaje, y después de dejar de donar en clínicas también pedía a los receptores que cubrieran el costo de sus pruebas de ETS.

Reconoce que no tardó en engancharse a la sensación que le producía ayudar a crear familias. “A veces pensaba: ‘Son muchos [niños], quizá deberías parar’, pero entonces recibía un nuevo mensaje que decía: ‘Vaya, eres el donante que estábamos buscando’”, afirma. “Me resultó difícil decir que no. Eres el tipo que viene con el billete de lotería premiado, esa es la sensación que traes a estas personas. Es algo mágico”.

Puede que Meijer empezara con la mejor de las intenciones, pero a medida que se disparaba el número de sus donaciones, empezó a mentir a los posibles nuevos receptores sobre el alcance total de su descendencia. Natalie, una madre lesbiana que tiene un hijo por donación con Meijer, declaró a The Independent que él le informó en 2010 que “quería ayudar a cinco familias, y que yo sería la tercera”. Más tarde se enteró de que la cifra real era mucho mayor, y otras madres cuentan historias similares en El hombre de los 1000 hijos.

Al insistirle sobre el engaño a estas mujeres, Meijer se muestra evasivo. “A veces creo que me excedí”, opina. “Debí haberme dicho a mí mismo que un menor número de hijos está bien. Sería mejor que hubiera sido abierto, pero opté por seguir las normas internacionales”. Argumenta de forma poco convincente que sus acciones no fueron peores que las normas vigentes en las operaciones de los donantes comerciales. “En los grandes bancos de esperma, como Cryos, tienen la norma de no informar al receptor sobre la cantidad de veces que se ha utilizado un donante”, señala. “Decidí por mí mismo que si las clínicas no informan a los padres, yo tampoco lo haría, pero entiendo que la gente piense que no fue el mejor enfoque”.

Las madres Suzanne y Natalie en ‘El hombre de los mil hijos’ de Netflix (Netflix)
Las madres Suzanne y Natalie en ‘El hombre de los mil hijos’ de Netflix (Netflix)

El engaño de Meijer podría ser gravemente peligroso por los riesgos de angustia psicológica, incesto o endogamia entre hermanastros que no tienen ni idea de que son parientes. En 2017, estos temores llevaron a la Sociedad Holandesa de Obstetricia y Ginecología a incluirle en una lista negra de donantes tras enterarse de que había engendrado al menos 102 hijos a través de múltiples clínicas holandesas. Ello incumplía las directrices de los Países Bajos, que estipulan que los donantes de esperma no deben engendrar más de 25 hijos. Otros países tienen sus propias normas: el tope en el Reino Unido es de 10 familias (sin límite de hijos), mientras que en Alemania el límite es de 15 hijos. Existe poca regulación internacional general.

Meijer acepta que la endogamia es un problema, pero cree que sus críticos “exageran” la probabilidad. “Todo se reduce a si [mis hijos donantes] se cruzan con alguien que no conocen, y siempre pueden preguntar”, plantea. “Todos los niños saben que proceden de un donante y conocen mi nombre. Es un pequeño detalle del que tienen que ser conscientes. ¿Eres de un donante y tu donante es Jonathan?”.

Asevera que, por voluntad propia, dejó de donar esperma a nuevos receptores en 2019. Tomó la decisión, en parte, porque quiere centrarse en tener sus propios hijos. Cuatro años después, un tribunal holandés le ordenó dejar de donar esperma, destruir el que estuviera en las clínicas e impuso una multa de €100.000 por cualquier infracción futura, aunque hace concesiones a las madres que quieren hermanos biológicos para sus hijos producto de donación. “Respeto el veredicto”, asegura Meijer.

Definitivamente voy a demandar a todo el equipo de Netflix

Meijer reconoce que se negó a participar en El hombre de los 1000 hijos porque no es lo mejor para los niños. “Creo que está sacando partido de estas familias, que eran estériles o simplemente querían tener familia”, afirma. “Son buena gente, gente encantadora, y ahora la gente les preguntará: ‘Ah, ¿es tu hijo uno de los del documental del donante de 1000 hijos?’ ¿El documental va a hacer algún bien a los niños?”.

Todavía no ha visto la serie y, al momento de planteárselas, niega varias de las principales acusaciones en su contra. Afirma que nunca compitió con otros donantes por quién podía embarazar al mayor número de personas y que ni siquiera había compartido con nadie el número de hijos que tiene. Niega rotundamente la acusación quizá más estremecedora de la serie, la de que él y otro donante llamado Leon mezclaron su esperma antes de dárselo a una receptora para ver quién “ganaba”. “¿Eso sale en el documental?”, pregunta incrédulo. “No, eso es una calumnia total. Es una locura. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué alguien habría de hacerlo? Si sale en el documental, prepárense, definitivamente voy a demandar a todo el equipo de Netflix”.

También niega haber donado a un banco de esperma en Kenia, o haber aparecido en grupos de donantes como el León de Mombasa. “No tengo contacto con estos tipos”, responde. “No quiero tener nada que ver con estos idiotas”. Cuando le pregunto por el donante llamado Anthony, que escribió que quería donar esperma en Kenia para “blanquear África”, se indigna. “Es repugnante”, reprocha Meijer. “Me distancio un millón de millas de este tipo. Es horrible. He oído que estos tipos de derecha quieren propagar el gen blanco o algo así, toda esta m**rda”.

Jonathan Jacob Meijer: “Supongo que mi familia piensa: ‘Vale, ¡pudiste haberte detenido mucho antes!’” (Jonathan Jacob Meijer)
Jonathan Jacob Meijer: “Supongo que mi familia piensa: ‘Vale, ¡pudiste haberte detenido mucho antes!’” (Jonathan Jacob Meijer)

Meijer sostiene que sus motivaciones no podrían estar más alejadas. “La gente puede pensar de mí lo que quiera, y quizá no lo hice todo perfecto. Estoy de acuerdo, podría haber sido mejor, pero también hay que tener en cuenta la realidad”, afirma. “Si nos fijamos en Cryos, solo hay 200 donantes activos para todo el mundo. La demanda solo sigue en aumento. Deberían facilitar que un hombre se haga donante, en vez de decir que hay que avergonzarse”.

Mientras no haya más donantes masculinos, es casi inevitable que la demanda incremente las familias biológicas. “La gente opina que tengo muchos hijos, y yo digo: ‘Pero mira a tu alrededor. ¿Tu hermano o tu marido sería un donante?”. Contestan que no, ¡claro que no! Por eso los donantes ayudan tanto”.

Meijer sabe lo que es crecer en una familia numerosa, al menos según los estándares convencionales. Es uno de ocho hermanos, así que no puedo evitar preguntarme cómo se sintieron ellos y sus padres cuando se enteraron de que su árbol genealógico había crecido tanto. Oigo a Meijer inhalar de manera brusca. “¡Es una pregunta difícil!”, señala. “Creo que a algunos les resulta muy difícil. Otros piensan: ‘Vale, hiciste algo genial’. Tengo que decir que esto fue lo que más me costó decidir. También se convirtieron en una especie de abuelos, abuelas, tíos, tías. También les cambié la vida”. ¿Les costó hacerse a la idea de las cifras? “Sí”, responde. “Supongo que ellos también piensan: ‘Vale, ¡pudiste haberte detenido mucho antes!’”.

Hoy, los hijos mayores donantes de Meijer tienen 17 años, están terminando la preparatoria y van a la universidad. Los más pequeños apenas dejaron de usar pañal. “Fue bueno que dejara de hacerlo en 2019, sin duda”, admite. “Fue, en mi opinión, un poco tarde, pero fue difícil detenerme”.

Sabe que se le retrató como un hombre adicto a tener hijos, pero insiste en que no es cierto. “No creo que adicción sea una buena palabra para definirlo, pero si era adicto a algo era a ser valioso para las personas y a pasármelo bien con ellas”, afirma. “Ahora, mirando hacia atrás, puedo decir que debí haberme puesto más límites y haberme dado cuenta de cuándo estaba llegando a mis límites. No debí haber esperado a que la gente empezara a reclamarme”.

El hombre de los 1000 hijos se transmite en Netflix

Traducción de Michelle Padilla