Dora. Un ingrediente especial: la vejez, ese problema de “los otros”

Crítica. Dora
Crítica. Dora

Autoría y dirección: Martín Goldber. Intérpretes: Cristina Maresca, Graciana Urbani, Rocío Gómez Wlosko y Braian Ross. Vestuario y Escenografía: José Escobar. Iluminación: Carolina Rabenstein. Música original: Lucas Sebastián Ramírez. Sala: Espacio Callejón (Humahuaca 3759). Funciones: lunes, a las 20.30. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

Aunque son obras muy diferentes, Dora. Un ingrediente especial, de Martín Goldber, podría inscribirse en el mismo grupo que El padre, del francés Florian Zeller (que en Buenos Aires dirigió Daniel Veronese en 2016, con el protagónico inolvidable de Pepe Soriano), y Esperando la carroza, de Jacobo Langsner (ahora remozada en el escenario por la gran puesta de Ciro Zorzoli): las tres tienen en común la referencia al incómodo tema de qué hacer con “los viejos” cuando su deterioro comienza a entorpecer la rutina del resto. En todos los casos, siempre asoma a lo lejos la sombra de que caminamos hacia ese lugar. Quizás por eso, aun entre risas, brota la angustia: ¿será ese destino el que nos espera?

Dora (Cristina Maresca) es una abuela, una bobe ya viuda, que vive sola y ama su cocina donde prepara platos exquisitos para quienes vayan a visitarla. En esa cocina-comedor la vemos moverse entre sus cosas, corriendo del teléfono fijo, que aún mantiene la respuesta automática con la voz del marido, al escurridizo celular que siempre se esconde. Por el hogar pasan, por alimento y escucha, su hija Marina (Graciana Urbani) y una nieta adolescente, Carla (Rocío Gómez Wlosko), más el hijo del encargado del edificio, Alejandro (Braian Ross), que la ayuda en algunas tareas y la acompaña en juegos y acertijos. Hay otro hijo, Fabián, al que no vemos pero está presente en esa ausencia: es el preferido de Dora, al que todo se le perdona.

Rocío Gómez Wlosko y Cristina Maresca en Dora
Rocío Gómez Wlosko y Cristina Maresca en Dora

Durante este ir y venir incesante por la cocina de la mujer que siempre está para los demás, nunca se detienen los diálogos. Salvo Alejandro, más mesurado, Marina y Carla demandan permanentemente atención. La hija, con sus quejas y malhumor porque la vida no sucede como quiere; la nieta, porque encuentra en la abuela la comprensión que no tiene en la madre. Entre tantas palabras y platos y timbres, Dora comete un error, una confusión que podría tener cualquiera pero que por su edad se agiganta como alarma. O como excusa, para llevar a cabo una decisión que de ninguna manera parece amorosa ni, por decir lo mínimo, necesaria.

Esta obra, que comienza planteada como un relato costumbrista, con sonrisas hacia estos personajes de clase media bien identificables, va camino a la amargura de un modo tenue, filtrándose gota a gota por loa arañazos al aire de adultos apurados, por la verborragia caníbal, por esa estupidez de resolver lo que inquieta. Del otro lado, Dora aprovecha cada sabor, deja al tiempo tranquilo hacer su trabajo y encuentra en alguien que no es de la familia, Alejandro, un cómplice de lo no urgente. Y si bien el dramaturgo y director Martín Goldber (autor, junto con Marcelo Caballero, de la premiada Lo quiero ya!, y con Mariana Cumbi Bustinza de La magia de todas las cosas) derrama una mirada dulce sobre esta abuela, no la prescribe de sus contradicciones de madre, que conocemos por boca de Marina.

Braian Ross es Alejandro, el encargado de edificio que ayuda y acompaña a la protagonista en Dora
Braian Ross es Alejandro, el encargado de edificio que ayuda y acompaña a la protagonista en Dora - Créditos: @Nacho Lunadei

Todo esto fluye con muy buenas actuaciones. A Graciana Urbani le toca con su Marina transmitir algo complejo: podemos comprender su malestar, el enojo con su hija, las frustraciones del pasado, pero a la vez sabemos que carga -o cargará- con una equivocación. Es Carla quien le pregunta hacia el final si sigue “teniendo ganas de que cuando sea grande, sea como vos”. Y Cristina Maresca -la abuela de La omisión de la familia Coleman desde hace una década-, en escena durante toda la obra, compone un personaje conmovedor, picante, con ganas de vivir, una mujer grande que lucha contra el embate, que suplica por favor, que se entrega para ser lo que ya no puede controlar . ¿Cuál es el ingrediente especial de Dora? Vale la pena disfrutarlo antes de que sea tarde.