Duna: Parte 2 transporta al público a un universo extraño y grandioso, de esos que no se consiguen en streaming

Timothée Chalamet vuelve a encarnar a Paul Atreides en Duna Parte 2
Timothée Chalamet vuelve a encarnar a Paul Atreides en Duna Parte 2

Duna: parte dos (Dune: Part Two, Estados Unidos/2023). Dirección: Denis Villeneuve. Guion: Denis Villeneuve y Jon Spaihts, basada en la novela de Frank Herbert. Fotografía: Greig Fraser. Edición: Joe Walker. Música: Hans Zimmer. Elenco: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Stellan Skarsgård, Charlotte Rampling, Javier Bardem, Josh Brolin, Dave Bautista, Christopher Walken, Austin Butler, Florence Pugh, Léa Seydoux y Anya Taylor-Joy. Duración: 166 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.

Duna: parte 2 no es exactamente una secuela en el sentido habitual de una historia perpetrada ad hoc que continúa o expande otra ya concluida, sino el final del relato que había quedado inconcluso en la parte uno: retoma la adaptación de la extensa novela de Frank Herbert -704 páginas en su edición en castellano- exactamente donde había sido interrumpida.

¿Qué hay que saber o recordar de la primera entrega? La Casa Atreides, una casta de nobles benévolos, llega al planeta desértico Arrakis con el fin de tomar el poder bajo el comando del duque Leto. Arrakis había sido sometido a una despiadada explotación colonial durante 80 años por la brutal dinastía Harkonnen para obtener la especia Melange, un psicotrópico que expande la conciencia y es la mercancía más valiosa del universo. La retirada de los Harkonnen no es un gesto magnánimo sino una trampa para eliminar a los Atreides, cuya creciente influencia es percibida como una amenaza. Intuyendo una traición, Leto busca una alianza con los Fremen, el misterioso pueblo del desierto que conoce los secretos del planeta, pero antes de que pueda concretarla es sorpresivamente atacado por los Harkonnen. Los Atreides son exterminados, con la excepción de Paul (Timothée Chalamet), el hijo del duque, que logra huir al desierto en compañía de su madre. Los Fremen creen en una profecía que anticipa la llegada del Lisan Al-Gaib, un mesías que declarará la guerra santa y liberará al pueblo de sus opresores. La primera parte concluye con la incorporación de Paul a una tribu Fremen. Duna: parte 2 narra su camino hasta convertirse en el líder anunciado por la profecía.

Herbert escribió la novela en los antiautoritarios años 60. Su historia sobre el surgimiento de un líder religioso nos dice que hay que terminar con los líderes religiosos, que todos los mesías son falsos y que del encuentro de fe ciega y política surge el totalitarismo. Por eso tiene un héroe complicado: Paul combate al mal en estado puro, el fascismo encarnado por los Harkonnen, pero lo hace al frente de un ejército de fundamentalistas –cuya cultura está inspirada en la musulmana– sobre los que ejerce un mando mesiánico. Su principal batalla es contra la tentación del poder absoluto, de la que no sale victorioso y por eso es un personaje fracturado. En la película, estas contradicciones se potencian porque, a diferencia de Herbert, vivimos en la era del choque de civilizaciones, entre el Occidente democrático y el Medio Oriente teocrático. Si hubiera que decidir a cuál de los dos representa mejor el protagonista de Duna: parte 2, a pesar de sus dudas y su liderazgo renuente, habría que decir que al segundo. Es un logro del film haber preservado los rasgos de este antihéroe complejo que, en lugar de una admonición contra la tiranía, pueden ser apresuradamente tomados como una justificación del fundamentalismo islámico.

Si bien esta segunda parte se muestra más dinámica que su predecesora o, al menos, está más densamente poblada de batallas y peleas a muerte, no constituye un despegue demasiado radical de lo que ya habíamos visto: comparte muchos de los méritos y desperfectos de la anterior. Estos últimos pueden resumirse en una grandilocuencia operística que quiere convalidar la dimensión épica de la historia pero que también puede sentirse pomposa e impostada. Reiteradamente, la narración se vuelve demasiado pausada para una película de acción y aventuras. Al mismo tiempo, a pesar de los 166 minutos de duración, hay transiciones demasiado bruscas o elipsis que provocan saltos narrativos desconcertantes.

Zendaya también forma parte del elenco de Duna Parte 2, del director canadiense Denis Villeneuve
Zendaya también forma parte del elenco de Duna Parte 2, del director canadiense Denis Villeneuve - Créditos: @Courtesy Warner Bros. Pictures

Además de un elenco descomunal, su mayor virtud es también el atributo más notable de la filmografía de Denis Villeneuve desde que, tras múltiples dramas y policiales, se reinventó como un realizador de ciencia ficción: no hay nadie mejor para conjurar el exotismo y singularidad de una cultura desconocida. Junto al diseñador de producción Patrice Vermette (quien ganó un Oscar por la primera parte), inventa mundos alienígenas genuinamente extraños, que sobrepasan las ideas o descripciones de sus fuentes. Por ejemplo, el planeta Giedi Prime, hogar de los sádicos Harkonnen, en la novela es un paisaje industrial contaminado. Villeneuve lo muestra como una combinación siniestra de arquitectura brutalista e imaginería nazi tomada directamente de El triunfo de la voluntad, con maquinarias que parecen insectos gigantes y alumbrado por una estrella negra, cuya luz hace que los colores se desvanezcan en el punto medio entre un monocromo y un negativo. La imaginación visual de la puesta en escena hace de Duna: parte 2 un espectáculo deslumbrante, de una escala que se está perdiendo en la era de streaming y que impone verla en la pantalla grande.